ISLA DE PERROS
(Isle of Dogs)
2018. Dir. Wes Anderson.
Siempre
he comentado que Anderson es un realizador fuera de serie que se atreve a
contar historias que suceden en ámbitos prácticamente irreales, notoriamente
falsos, con personajes cuyos alcances son exagerados. Viaje a Darjeeling, Un reino
bajo la luna o El Gran Hotel Budapest,
por mencionar los logros más recientes, entrañables y conmovedores, nos
hablaban de seres cuyas vidas usuales eran modificadas por situaciones externas
e incontroladas. Ahora, por segunda vez, dentro de la animación cuadro por
cuadro (stop-motion animation, en
inglés), utilizando títeres magníficamente diseñados y creados, repite la
temática con perros.
El malvado alcalde Kobayashi
Luego
de una lucha constante por la dinastía Kobayashi contra los perros, finalmente,
en un futuro cercano en Japón, su líder ordena la expulsión de todas estas
mascotas a una isla donde se concentra la basura. El pretexto es que los
animales han contraído moquillo, entre otras infecciones. En realidad, todo ha
sido provocado por el alcalde de Megasaki. El primer perro en ser expulsado es
Spots (la voz de Liev Schreiber) que pertenecía Atari, hijo adoptivo del
alcalde. Luego de cierto tiempo, el niño de doce años, roba un avión y llega a
la isla para buscar a su mascota. Es recibido por cinco perros: uno de ellos es
el rebelde Chief (con la voz de Bryan Cranston), callejero, desobediente, provocador
de todas sus propias desgracias. Habrá muchas aventuras para encontrar a Spots,
quizás ya muerto, para que se logre la camaradería entre Atari y el perro, para
que se descubran muchos secretos.
Los cinco perros magníficos
y contradictorios y democráticos
Estamos
ante la fábula del perro que encontró su destino, del perro que descubrió sus
cualidades internas, del perro que aprendió a amar, del perro que simboliza a
todas las especies que son amigas fieles del ser humano. Su apoyo al joven niño
logrará derrocar tiranías y hacer que su contraparte homínida encuentre su
esencia. Un despliegue técnico magistral para narrar una trama que rinde
homenaje al cine oriental y a los maestros de las técnicas de animación. Un
divertimento que no profundiza ni adelanta la carrera del realizador pero que
subraya el talento y la capacidad de dirigirse al espectador para provocarle
reflexiones sobre sí mismo a través de metáforas visuales.
Atari logra conmover al rebelde Chief
quien siempre ha evitado ser feliz
La
cinta está tan bien narrada que la mitad contiene diálogos en japonés que no
son traducidos y no hacen falta. Posee la gran ventaja de presentarse en idioma
original, sin doblaje, porque “no está dirigida a niños” (aunque en realidad no
contiene nada ofensivo ni cuestionable para los pequeños). Sus sagaces
comentarios sociales incluyen a un perro llamado “Oráculo” porque simplemente repite
lo que escucha por una televisión convirtiéndole en “profeta”. Todo el
escenario ofrece referencias a viejos estilos de decoración y decorados
orientales.
Oráculo, el profeta visionario, porque
repite lo que ve por televisión
Es
una película que merece muchas repeticiones: su riqueza visual, de detalles, de
comentarios, de voces al fondo, hace que de repente se pierdan algunos o
algunas. Hay que retornar para ir complementando y abundando en toda la minuciosa
laboriosidad de ejecución. Anderson es un artista fuera de serie con mundos particulares
que nos parecen extraños pero que en realidad son en los que estamos inmersos.
Deliciosa experiencia.
Kunichi Nomura, Jason Schwartzman,
Wes Anderson y Roman Coppola,
los cuatro guionistas