miércoles, 20 de noviembre de 2019

UNA CARRERA EXISTENCIAL


CONTRA LO IMPOSIBLE
(Ford v Ferrari)
2019. Dir. James Mangold.

         Carroll Shelby (Matt Damon), corredor de autos, debe dejar su profesión debido a problemas de salud. Se torna diseñador y constructor de autos especiales. Ken Miles (Christian Bale), es mecánico, descendiente de ingleses, conocedor, corredor de autos en baja escala, debido a que su temperamento lo torna difícil persona y los patrocinadores evitan contacto. Alternadamente, Henry Ford II (Tracy Letts) se queja de que su marca ha perdido peso en el mercado. Su ejecutivo Lee Iacocca (Jon Bernthal) le sugiere comprar a Ferrari, la compañía italiana de autos de carreras, que se encuentra en bancarrota. Una mala jugada hace que se pierda esa oportunidad pero causa una herida en el orgullo de Ford quien desea vengarse de Ferrari cuyos autos deportivos han destacado siempre en la carrera de LeMans, en Francia. De ahí que se haga un acercamiento con Shelby quien, a su vez, recluta al impulsivo Miles, al cual reconoce su gran calidad como mecánico y corredor: será quien sepa cómo diseñar el auto deportivo de Ford para competir en LeMans. Estamos hablando de personajes de la vida real y de hechos que acaecieron entre 1959 y 1966.
Shelby y Miles
         La película es otra exaltación de quienes son considerados héroes dentro de la historia contemporánea de Estados Unidos. El hecho de que pusieran en alto el nombre de Ford, marca norteamericana por excelencia, dentro de una competencia internacional donde se venció al líder europeo de siempre, le da la importancia que en estos tiempos es necesaria para enfatizar sobre la hegemonía del país más poderoso del planeta, término que ha estado quedando en duda en los últimos tiempos “trumpianos”. Y así como la reciente Midway: batalla en el Pacífico, se parte de hechos de la vida real, rescatados de un pasado reciente cuando la existencia no se basaba en la tecnología ni en la privacidad ni en la falta de asombro: los esfuerzos ganados a base de ingenio y conocimiento. El orgullo empresarial, asentado en la dinastía de apellidos ilustres, compañías netamente nacionales, boyantes y prósperas, sobre cualquier otro interés o alcance internacional, siempre considerado inferior.
Lee Iacocca conoce a Ferrari
para ofrecer la compra de su compañía
         No obstante, la cinta se distingue por centrarse en los personajes, no solamente en los hechos. Shelby y Miles son dos hombres apasionados, creyentes de sus ocupaciones, dedicados a la consecución de metas. Mientras Shelby demuestra el espíritu capitalista y consumidor, Miles aprecia más sus logros que la economía personal. La cinta indaga y destaca la relación familiar de Miles como motor que lo anima a seguir adelante. Es la profundización en caracteres y sentimientos, en motivaciones y metas, lo que eleva a la cinta del montón de producciones ligeras que dan mayor valor a la presentación de acciones y logros sin permitirse el respiro de lo cotidiano: hasta los héroes tienen derecho a sus momentos de reflexión.
Shelby le muestra a Henry Ford II
lo que significa el control de un auto
 a grandes velocidades
         Y no es todo: la cinta está tan bien narrada que no se sufre por su longitud (más de dos horas y media) ni se permite que haya alguna caída en lo que se está contando debido a su fluidez. La edición es tan perfecta que se aceptan los saltos de tiempos sin que haya falta de comprensión o pérdida de coherencia. Técnicamente impecable (sonido, sobre todo, que impacta), posee otra cualidad que se encuentra solamente en las cintas perfectas: el reparto es tan acertado que ningún personaje, ni siquiera los menos importantes, causan molestia en el espectador. La química tan soluble entre Bale y Damon hace que todo se vuelva naturalísimo y que los actores se mezclan con los personajes para abrirnos una ventana al pasado: se odia a Josh Lucas, como ejecutivo impertinente y adulador como se tienen sentimientos encontrados con Jon Bernthal como ejecutivo que se torna cómplice de los corredores al darse cuenta de su valía. Se admira a Caitriona Balfe como la esposa de temple hacia su marido Miles y se conmueve uno con Noah Jupe, el gracioso Pete, hijo del corredor.
Miles consigue pequeños triunfos
antes de demostrar su valía para Le Mans.
         La cinta se encuentra cercana a su gran referente directo que es Las 24 horas de Le Mans (Le Mans, 1971, Lee H. Katzin) que ocurría durante esta carrera crucial celebrada en 1970, narrada con cámara múltiple (efecto muy común a finales de sesentas e inicio de setentas en el cine norteamericano para mostrar diferentes ángulos de la misma acción, donde el piloto Steve McQueen reflexionaba sobre su vida, tomaba la carrera como una serie de hechos del destino, sin lo que importara fuera si se ganaba o no una competencia: era darle sentido a una existencia hasta ese momento. Gran cinta subestimada de su estrella y gran oportunidad para un realizador de segunda clase quien así pudo filmar una superproducción para luego terminar sus días en la televisión, de la cual había egresado. En otro sentido, la afirmación que Miles tiene al terminar esta carrera viene a ser el sentido y cierre, por desgracia, de su vida.


Las 24 horas de Le Mans (Katzin, 1971), 
antecedente de la carrera como metáfora
existencial, con Steve McQueen.

         Mangold, realizador de excelencia, diverso en sus temáticas que finalmente convergen en la camaradería de sus personajes, ya sean por amistad o romance de parejas, se mete de lleno en sacar a luz sus principios y motivaciones como lo logró en sus cintas sobre Wolverine o en sus exploraciones metafísicas como Identidad o la necesidad de enterrar temores por la necesidad económica en 3:10 a Yuma o, todavía más, el viejo oficial que debe anteponer su profesionalismo sobre la corrupción en Tierra de policías, por mencionar unos cuantos títulos (de sus escasos 11 largometrajes): todo esto viene a corroborarse en los grandes y ejemplares personajes de esta hipnótica película.
El maestro James Mangold