CONTRA LO IMPOSIBLE
(Ford v Ferrari)
2019. Dir. James Mangold.
Carroll Shelby (Matt Damon), corredor de autos, debe dejar su profesión debido a problemas de salud. Se torna diseñador y constructor de autos especiales. Ken Miles (Christian Bale), es mecánico, descendiente de ingleses, conocedor, corredor de autos en baja escala, debido a que su temperamento lo torna difícil persona y los patrocinadores evitan contacto. Alternadamente, Henry Ford II (Tracy Letts) se queja de que su marca ha perdido peso en el mercado. Su ejecutivo Lee Iacocca (Jon Bernthal) le sugiere comprar a Ferrari, la compañía italiana de autos de carreras, que se encuentra en bancarrota. Una mala jugada hace que se pierda esa oportunidad pero causa una herida en el orgullo de Ford quien desea vengarse de Ferrari cuyos autos deportivos han destacado siempre en la carrera de LeMans, en Francia. De ahí que se haga un acercamiento con Shelby quien, a su vez, recluta al impulsivo Miles, al cual reconoce su gran calidad como mecánico y corredor: será quien sepa cómo diseñar el auto deportivo de Ford para competir en LeMans. Estamos hablando de personajes de la vida real y de hechos que acaecieron entre 1959 y 1966.
Shelby y Miles
La película es otra exaltación de
quienes son considerados héroes dentro de la historia contemporánea de Estados
Unidos. El hecho de que pusieran en alto el nombre de Ford, marca
norteamericana por excelencia, dentro de una competencia internacional donde se
venció al líder europeo de siempre, le da la importancia que en estos tiempos
es necesaria para enfatizar sobre la hegemonía del país más poderoso del
planeta, término que ha estado quedando en duda en los últimos tiempos “trumpianos”.
Y así como la reciente Midway: batalla en el Pacífico, se parte de
hechos de la vida real, rescatados de un pasado reciente cuando la existencia
no se basaba en la tecnología ni en la privacidad ni en la falta de asombro:
los esfuerzos ganados a base de ingenio y conocimiento. El orgullo empresarial,
asentado en la dinastía de apellidos ilustres, compañías netamente nacionales,
boyantes y prósperas, sobre cualquier otro interés o alcance internacional,
siempre considerado inferior.
Lee Iacocca conoce a Ferrari
para ofrecer la compra de su compañía
No obstante, la cinta se distingue por
centrarse en los personajes, no solamente en los hechos. Shelby y Miles son dos
hombres apasionados, creyentes de sus ocupaciones, dedicados a la consecución
de metas. Mientras Shelby demuestra el espíritu capitalista y consumidor, Miles
aprecia más sus logros que la economía personal. La cinta indaga y destaca la
relación familiar de Miles como motor que lo anima a seguir adelante. Es la
profundización en caracteres y sentimientos, en motivaciones y metas, lo que
eleva a la cinta del montón de producciones ligeras que dan mayor valor a la
presentación de acciones y logros sin permitirse el respiro de lo cotidiano:
hasta los héroes tienen derecho a sus momentos de reflexión.
Shelby le muestra a Henry Ford II
lo que significa el control de un auto
a grandes velocidades
Y no es todo: la cinta está tan bien
narrada que no se sufre por su longitud (más de dos horas y media) ni se
permite que haya alguna caída en lo que se está contando debido a su fluidez. La
edición es tan perfecta que se aceptan los saltos de tiempos sin que haya falta
de comprensión o pérdida de coherencia. Técnicamente impecable (sonido, sobre
todo, que impacta), posee otra cualidad que se encuentra solamente en las
cintas perfectas: el reparto es tan acertado que ningún personaje, ni siquiera
los menos importantes, causan molestia en el espectador. La química tan soluble
entre Bale y Damon hace que todo se vuelva naturalísimo y que los actores se
mezclan con los personajes para abrirnos una ventana al pasado: se odia a Josh
Lucas, como ejecutivo impertinente y adulador como se tienen sentimientos
encontrados con Jon Bernthal como ejecutivo que se torna cómplice de los
corredores al darse cuenta de su valía. Se admira a Caitriona Balfe como la
esposa de temple hacia su marido Miles y se conmueve uno con Noah Jupe, el gracioso
Pete, hijo del corredor.
Miles consigue pequeños triunfos
antes de demostrar su valía para Le Mans.
La cinta se encuentra cercana a su gran
referente directo que es Las 24 horas de Le Mans (Le Mans, 1971, Lee H.
Katzin) que ocurría durante esta carrera crucial celebrada en 1970, narrada
con cámara múltiple (efecto muy común a finales de sesentas e inicio de
setentas en el cine norteamericano para mostrar diferentes ángulos de la misma
acción, donde el piloto Steve McQueen reflexionaba sobre su vida, tomaba la
carrera como una serie de hechos del destino, sin lo que importara fuera si se
ganaba o no una competencia: era darle sentido a una existencia hasta ese
momento. Gran cinta subestimada de su estrella y gran oportunidad para un
realizador de segunda clase quien así pudo filmar una superproducción para
luego terminar sus días en la televisión, de la cual había egresado. En otro
sentido, la afirmación que Miles tiene al terminar esta carrera viene a ser el
sentido y cierre, por desgracia, de su vida.
Las 24 horas de Le Mans (Katzin, 1971),
antecedente de la carrera como metáfora
existencial, con Steve McQueen.
Mangold, realizador de excelencia, diverso en sus temáticas que finalmente convergen en la camaradería de sus personajes, ya sean por amistad o romance de parejas, se mete de lleno en sacar a luz sus principios y motivaciones como lo logró en sus cintas sobre Wolverine o en sus exploraciones metafísicas como Identidad o la necesidad de enterrar temores por la necesidad económica en 3:10 a Yuma o, todavía más, el viejo oficial que debe anteponer su profesionalismo sobre la corrupción en Tierra de policías, por mencionar unos cuantos títulos (de sus escasos 11 largometrajes): todo esto viene a corroborarse en los grandes y ejemplares personajes de esta hipnótica película.
El maestro James Mangold