MIDWAY: BATALLA EN EL PACÍFICO
(Midway)
2019. Dir. Roland Emmerich.
¿Por qué filmar películas que suceden durante la Segunda Guerra Mundial? Hay un momento en que se discute que se está peleando contra “la nación más poderosa del mundo” y en otro momento, luego del ataque a Pearl Harbor, el General Yamamoto expresa “hemos despertado al monstruo dormido”. Tal vez, a pesar de que ya se ha hecho en otras ocasiones, rendir homenaje a los héroes, a quienes lograron derrotar a los temibles enemigos, alemanes y japoneses, por doctrinas y métodos, que hubieran dado un giro completo a la historia del mundo. Más razonable debe ser el hecho de que esos conceptos de invulnerabilidad, gran poderío, invencibilidad, coloso, que tenían los Estados Unidos se ha debilitado, por no decir derrumbado, en los últimos tiempos. La necesidad de imbuir y exaltar el sentido de patriotismo y de reconstrucción nacional, de utilizar a personas que lucharon contra todo obstáculo, en épocas con mayores limitaciones tecnológicas y armamentistas, para alcanzar la victoria, como ejemplos a seguir en otros tiempos de civilización (otro concepto ya con necesidad de revisión), sean los motivos principales.
El primer ataque a Pearl Harbor
Midway: batalla en el Pacífico nos
ofrece un compendio abreviado de lo que sucedió entre 1937 y 1941 con el ataque
japonés a Pearl Harbor. Luego, con la ofensiva que vino a culminar con la
defensa de la base naval norteamericana en el atolón de Midway en junio de
1942. De esta manera se evitó la expansión de las fuerzas japonesas por el
Pacífico que hubiera llevado a mayores desastres. Para ello, se tiene un
recuento novelado de los principales protagonistas de estas luchas y se exaltan
sus lides heroicas. El piloto Dick Best (Ed Skrein), entre otros. Los Generales
adscritos: Nimitz, Doolittle, Halsey, y por el lado japonés, Yamamoto. A
Best se le representa como forzado, audaz y consistente con la lucha, además de
tener una esposa de temple. Hay otros personajes, dentro de los pilotos que
siguen adelante mostrando un gran nivel de entrega a la patria y a la defensa
de sus semejantes. Al tratarse de personajes de la vida real, hay un gran
respeto y exaltación hacia sus cualidades que sirvieron para esta gran victoria
que dio camino a otros tres años arduos pero seguros en el camino hacia el
triunfo final.
Los efectos especiales ante todo...
No obstante, la cinta es una recreación
en efectos digitales, en lo que ahora es el nuevo cine animado del siglo XXI,
de un hecho histórico, donde quedan bien definidos los buenos y los malos,
creando polos totalmente opuestos en la moralidad, olvidando todo rastro de
humanidad. Cuando el capitán japonés decide hundirse con su barco, más que
enfatizarlo como un acto ético y de honorabilidad, acorde con una filosofía nacional,
se ve como castigo, como darle su merecido a quien se portó mal. La cinta es
elíptica narrativamente (y se agradece que se vaya contando de manera breve sin
caer en muchos detalles porque el panorama es bastante largo, porque aún así,
la cinta dura 140 minutos), como cuando el piloto Bruno (Nick Jonas) cae al mar,
se resguarda en una balsa, se avista a un barco de rescate y se corta al
momento en que está sobre cubierta capturado por japoneses, amarrado a una
pesada ancla, y al negarse a dar información, echado al mar. Se tiene una secuencia
constante de momentos de acción con mínimas interacciones fuera de batalla o
preparativos de la misma.
Ed Skrein - Luke Evans
Patrick Wilson - Woody Harrelson
Publicidades individuales con la estrellas de la película,
utilizando formatos antiguos de propaganda
patriótica que exaltaba a los jóvenes para
defender a sus conciudadanos del enemigo:
algo que se ha perdido en estos tiempos.
La diferencia entre cintas inteligentes, que exaltan al patriotismo, definen los horrores de la guerra y dejan claros motivos y razones (Salvando al soldado Ryan, Apocalipsis, Regreso sin gloria, Dunquerque) es notoria al ver estas películas donde solamente importa la acción y la alternativa del uso de muchos efectos digitales: es el equivalente de estar en casa frente a un juego de vídeo. El espectador se convierte en el héroe con la única salvedad de que no controla los actos, aunque viene a ofrecer la misma sensación. Uno imagina a Cecil B. DeMille, el director espectacular de Los diez mandamientos, Sansón y Dalila, El espectáculo más grande del mundo, con la alternativa de usar los efectos digitales contemporáneos, cuya tendencia principal era hacia la acción, dejando atrás personajes: lo suyo era el entretenimiento fácil. Y eso es lo que termina siendo Midway: batalla en el Pacífico con su director siempre ligero, buscador de emociones inmediatas y campeón de los efectos visuales. Roland Emmerich es digno sucesor de DeMille, que no viene a ser halago. Una cinta a la altura del espectador contemporáneo que va al cine a pedir comida y a revisar su celular porque las imágenes ya no importan ni asombran debido a que se encuentran en cualquier lado y no crean diálogo. En este caso, la película queda como anillo al dedo.
Roland Emmerich,
más acción que sustancia...