PERDIDA
Nueva lectura de una coproducción
hispanocolombiana bajo el título de La
cara oculta (Andrés Bais, 2011) que se inserta dentro del género de intriga
y suspenso, donde el director de orquesta, Eric (José María de Tavira), llega a
su casa para encontrarse un videomensaje donde su amada Carolina (Paulina
Dávila) le informa que lo deja y que la olvide. Inconsolable, va a un bar donde
se emborracha pero es la mesera Fabiana (Cristina Rodlo) quien lo lleva a su
departamento para que pase la noche. Al día siguiente simplemente se va para
retornar al bar donde pide disculpas a Fabiana a la cual lleva a su casa.
Tienen relaciones sexuales y ella comienza a vivir con él. Fabiana escucha
ruidos sospechosos y hasta cree que hay fantasmas. En cierto momento, la
narración se enlaza al pasado y se muestra cómo los colombianos Eric y Carolina
dejaron su país para trasladarse a México cuando le ofrecen el puesto como
conductor de orquesta. Ella deja su carrera por acompañarlo, llegan a México
donde consiguen una casa enorme, situada en medio del bosque en el Desierto de
los Leones. Carolina disfruta del éxito de su pareja pero está insatisfecha.
Y hasta aquí le puedo
contar para no descubrirle lo que viene a ser un juego de apariencias,
terribles casualidades y grandes traiciones. La trama sigue con situaciones
que, de pronto, parecen forzadas pero que no dejan de proporcionar cierta
angustia en el espectador. La desaparición de Carolina hace que la policía
investigue a Eric por resultarle sospechoso. La película va sugiriendo pistas
falsas que luego toman rumbos inesperados. Los personajes que aparentemente son
oscuros van revelándose inocentes y víctimas del destino (en este caso, la
frase hecha y tan gastada, se torna cualidad), mientras que a la inversa
reaccionan de manera contraria a la imagen que han cultivado. Desconozco la
cinta original pero la narración en esta versión es impecable: en cierto
momento, la linealidad se rompe para que la acción se vaya al pasado y puedan
tenerse antecedentes básicos para la comprensión general.
Grau nos ofrece, en
su cuarto largometraje, una nueva mirada a una cinta previa. Los mínimos
cambios hacia la versión original sirven para que nos muestre su manejo del
género en el cual ha tenido mayores incursiones (Chalán, 2012; A cielo abierto, 2015), luego del terror duro (Somos lo que hay, 2010; El ABC de la muerte,
2012) (pero todavía falta la obra que permita resaltar su madurez y
definición). De cualquier manera, la cinta está filmada impecablemente, con
bellos escenarios y una escenografía que impacta. Perdida nos muestra los estragos del amor, las consecuencias del
abandono, la perfidia femenina, porque más importa lo que nos produce una
melancolía emocional que una pérdida (ahora con acento) material.