EL CONJURO 3: EL DIABLO ME OBLIGÓ A HACERLO
(The Conjuring 3: The Devil Made Me Do It)
2021. Dir. Michael Chaves.
La segunda secuela de El conjuro, que forma parte del universo de horror creado por James Wan, nos devuelve al matrimonio Warren: Ed (Patrick Wilson) y Lorraine (Vera Farmiga), a quienes encontramos, en 1981, realizando el exorcismo del niño David Glatzel quien fuera poseído por un demonio cuando se mudó a la casa donde ahora vive. Durante el rito, el niño se altera, ataca a Ed, pero el demonio pasa al cuerpo del novio de la hermana mayor del niño, Arne (Ruairi O’Connor) quien, unos días después, acuchillará a su casero dominado por el ente que ahora lo posee. Va a la cárcel. Mientras tanto, Ed, hospitalizado, quien se había dado cuenta de la transferencia demoniaca, despierta y pide a su mujer iniciar la investigación y cumplir su compromiso con esta aventura.
Congruente con las anteriores entregas de la franquicia, recreando cada época de manera elegante y fiel (al inicio fueron los años sesenta, luego en los setenta, y ahora han entrado a la siguiente década). Un argumento original de James Wan, junto con una guionista, da lugar a otra aventura parapsicológica de los Warren (que ocurrió en la realidad, aunque la cinta se tome sus libertades obligadas): Lorraine tiene poderes psíquicos y puede transportarse a los hechos ocurridos en el pasado gracias a su perfecta percepción. Ed es un ser sensible a todos estos fenómenos. No hay cabos sueltos ni se deja de hacer referencias, aunque sean visuales, de paso, hacia asuntos del matrimonio. En este caso, la posesión satánica no se debe a un demonio suelto por el mundo, sino a la maldición de una ocultista cuyas ceremonias sirven para ofrecer almas a Satanás. Claro que, todo tiene sus aristas, antecedentes, explicaciones, daños colaterales. Aparece un personaje secundario, el padre Kastner (John Noble, excelente) como ex sacerdote que acepta su fracaso como clérigo pero también como ser humano, que se torna en símbolo de pecado y mundo, vía adecuada para enaltecer al demonio. Y es muy importante que se enfatiza en el amor de la pareja para derrumbar obstáculos, aparentemente, infranqueables.
En
la cinta original se terminaba con una frase del verdadero Ed Warren donde
especificaba que “El diablo existe. Dios existe. Y para nosotros, humanos,
nuestro destino se definirá por aquel al cual sigamos”. Esa ha sido la base
constante en estas aventuras dentro del ocultismo que vivió el matrimonio
Warren (Ed falleció en 2006 y Lorraine en 2019, por lo que alcanzó a conocer
sobre las primeras dos cintas de 2013 y 2016), cuya aspiración mayor era la batalla
contra el mal. La mayor característica de estas películas supervisadas por su creador
James Wan, quien, como productor, ha dejado las riendas en otros realizadores
(en este caso, Michael Chaves quien realizó una labor decorosa en La
maldición de la Llorona, 2019), es que se mantiene su estilo: una narración impecable que provoca saltos
inesperados al asustar al espectador, el establecimiento de ritmo y su dosis de suspenso, la colocación de la
cámara donde debe moverse para lograr involucrar al espectador. Uno no siente
el fluir del tiempo real porque no puede dejar de disfrutar lo que se le está
presentando.