jueves, 10 de junio de 2021

TODO INOFENSIVO

 

LOS LOBOS
2019. Dir. Samuel Kishi Leopo.

         Tocando nuevamente el tema de la migración hacia Estados Unidos, se narra la realidad de Lucía, madre soltera con dos hijos pequeños, Max y Leo, que llega a Albuquerque, Nuevo México, para buscar otra forma de vida. Encuentra un dilapidado departamento, propiedad de una pareja oriental, que es lo único dentro de su alcance económico. Lucía debe de trabajar, por lo que los niños tienen que permanecer en el lugar bajo las reglas de no salir nunca y si pelean, abrazarse luego, entre otras que la madre deja grabadas en una máquina portátil. Los niños, como mascotas que quedan solas esperando a sus amos, juegan, dibujan a sus personajes de lobos (la madre les llama “mis lobitos”) e inventan historias, hasta que cierto día, Max, el mayor, decide salir de casa e ir con los niños que siempre mira jugando desde su ventana. Estos niños, luego, propiciarán una situación que será crucial para la tranquilidad de estos personajes…

         Sin embargo, no hay tensión ni drama. Lo que, aparentemente, dará lugar a conflictos graves, se resuelve de una manera simple que no sesgará la continuidad de sus existencias ni el derrumbe económico que el espectador puede esperar. La salida del departamento y el cierre de la puerta que no permitirá el reingreso. La denuncia de un robo y un enfrentamiento que jamás ocurrirá con el culpable. El hallazgo de una evidente jeringa para inyección de droga se anulará de inmediato. La visión de un adicto que fuma su crack a través de un foco quebrado. Los niños son testigos de imágenes fuertes que no les afectarán directamente. Se dice que la cinta tiene tono autobiográfico por parte de su director, pero es un simple pronunciamiento de algo que es una realidad y que ya se ha establecido infinidad de veces en otras películas. Será que los niños son buenos actores (uno llega a detestar a Max y conmoverse con Leo), pero no hay motivos para destacar a esta película por encima de otros ejemplos ya conocidos.

         Aparte, la cinta es desesperante desde el inicio: el ritmo pausado que describe lo cotidiano, con esos niños encerrados, sujetos a peligros inminentes. Luego, la misma cinta se desinflará al aclarar que esas amenazas serán inofensivas o inexistentes. Más interesante resultan unas secuencias donde se involucra a la labor de las sectas cristianas para amparar al desprotegido con tal de reclutarlo entre sus filas. La pérdida del capital se resuelve con las despensas gratuitas. En algunos segmentos de la película, el realizador presenta imágenes de inmigrantes con sus peculiaridades físicas (vestuarios, tatuajes, peinados, etc.) que dan idea de esta raza mezclada donde los orígenes se confunden con las nuevas ideas de una cultura en la que se han sumergido. La cinta se esmera para mostrar su inicio y se desmorona al no ser satisfactorio su final. Todo limpio y suavizado como el Disney que tanto anhelan los pequeños personajes.