LA LLORONA
2019. Dir. Jayro Bustamante.
El realizador Jayro Bustamante expresó en una entrevista que “La llorona es la metáfora de la Madre Guatemala que llora por sus desaparecidos”, pero si comparamos con la realidad de otros países, puede ampliarse a muchísimos casos donde la impunidad y la injusticia están presentes. Del mismo modo, la vieja leyenda virreinal tiene la posibilidad de aplicarse a distintas situaciones, pero esta creación de Bustamante y su coguionista Lisandro Sánchez es extraordinaria y muy cercana a nosotros. Partiendo de personajes ficticios, sin especificar una época determinada, se presenta al anciano general Enrique Monteverde (Julio Díaz), anterior dictador de Guatemala, siendo juzgado por la Suprema Corte que lo declara culpable de genocidio, ante el alborozo de la gente. No obstante, un Tribunal Superior cancela el veredicto y provoca una gran fisura social. Una multitud se reúne afuera de la mansión de Monteverde para protestar de día y de noche. Sus consignas, música y arrebatos de ira, se sienten y escuchan a lo largo de la película.
A Monteverde lo acompañan su esposa Carmen (Margarita Kenefic), alta, distinguida, con cabellos canosos, y su hija, la doctora Natalia (Sabrina de la Hoz) junto con la hija de ésta, Sara (Ayla-Elea Hurtado). Ante el veredicto de culpable, la servidumbre abandona la casa, excepto la fiel indígena Valeriana (María Telón) y el chofer-guardaespaldas Letona (Juan Pablo Olyslager). A los pocos días llega Alma (María Mercedes Coroy), procedente del mismo pueblo que Valeriana para ayudar en la casa. A partir de este momento, comienzan a ocurrir hechos extraños entre los habitantes de la casa. Sara logra tener una buena relación con Alma a la cual irá sembrando de dudas. Natalia, fiel a su cuestionable progenitor, no puede dejar de lado el hecho de que el padre de su hija hubiera desaparecido de repente, años atrás. Carmen no logra comprender lo que está sucediendo, acostumbrada a su privilegio de clase (“para que un país siga adelante no hay que parar. Debe uno seguir siempre de frente porque si miras hacia atrás, te conviertes en estatua de sal”).
Lo más significativo es el sollozo que el anciano Enrique escucha durante la noche. Tiene que tomar un arma y salir a buscar al intruso que ha entrado en casa, para darse cuenta de que no hay nadie. O la visión de Alma emergiendo vestida desde la alberca para seguirla hasta su cuarto que resulta estar anegado, inexplicablemente, como alegoría de las lágrimas. O la humedad que provoca moho en las paredes del cuarto del ex dictador para ahogarlo con una falla en su respiración. O la mirada de Natalia hacia la muchedumbre para reconocer, entre los presentes, a los desaparecidos que ha visto en volantes con sus fotografías. O la enfermedad en los ojos de Carmen, enrojecidos como si hubiera llorado, hinchados de tanto dolor. O la transferencia de una tragedia en el sueño de Carmen para que pueda cumplirse el destino, al ya no poder soportar la verdad y el cinismo de su marido. Alrededor de todo está la sirvienta, Valeriana, quien realiza limpias y rituales contra el acecho de la brujería, de los malos espíritus, cuya intervención será indispensable para el momento más álgido de la trama.
Un elenco excepcional, sabiamente escogido, con una factura impecable, en una película de gran atmósfera porque sabe conjugar lo real con lo fantástico, dando a cada parte el tono preciso. Bustamante complementa así una trilogía de cintas donde ha analizado tres palabras insultantes en Guatemala: “indígena” en Ixcanul (2015), “hueco” (que es ofensiva para los homosexuales) en Temblores (2019) y “comunista” (porque se usa para todo aquel que busca indagar en la historia para darle su justa medida) en esta excepcional, imperdible, ejemplar La llorona (2019): otra demostración de la fuerza e importancia que fue adquiriendo el cine latinoamericano para encontrar grandes niveles en este tiempo que vivimos. Una película inmensa e inagotable...
El realizador Jayro Bustamante