EL ESCUADRÓN SUICIDA
(The Suicide Squadron)
2021. Dir. James Gunn.
Una funcionaria de
gobierno, Waller (Viola Davis, versátil como siempre) propone la creación de un
escuadrón con “metahumanos”, o sea individuos que poseen poderes únicos o cualidades
sobrenaturales, pero quienes se encuentran encerrados por su pasado criminal
(asesinos, ladrones, tipos zoomorfos, etc.) para combatir al gobierno usurpador
de Corto Maltese, país que se encuentre frente a las costas sudamericanas. En
realidad, esta película viene a ser un nuevo lanzamiento de otro universo con
personajes menores de la compañía DC (aunque Harley Quinn ya sea toda una
estrella), que ya se había filmado, con otro pretexto argumental, en 2016, por
David Ayer. El fracaso taquillero de esa cinta, acorde con la mentalidad y
medida norteamericana de éxito que equivale a dólares, ha propiciado este nuevo
enfoque, aunque ahora bajo la mano de James Gunn, a quien debemos el
maravilloso dúo de películas de Guardianes de la galaxia (2014, 2017).
La cinta nos lleva al
reclutamiento de varios de estos personajes que llegarán a las costas de Corto
Maltese, para ser eliminados de inmediato, mientras que otro escuadrón,
comandados por el Coronel Flag (Joel Kinnaman) llegará en otra dirección
alejada, para convertirse en el verdadero protagonista de la película. Uno
piensa que ese primer grupo de seres eliminados, de los cuales solamente
conocemos sus nombres (y hasta son interpretados por estrellas como Jai
Courtney o Pete Davidson o Nathan Fillion), sirve para darle sentido al título
“suicida” de la película. Quienes logran llegar para llevar a cabo su misión
serán héroes absurdos, impulsivos, que, por ejemplo, aniquilan a todo un
batallón de soldados sin darse cuenta que eran los rebeldes contrarios al
régimen usurpador. Y así como hay una chica que controla a las ratas por medio
de un artefacto, hay otro que lanza círculos cortantes de diferentes colores y
un tiburón humano que vive hambriento.
La cinta se distingue por
su sentido del humor, además de su carácter sangriento. De hecho, no es una
cinta para niños, y pudiera compararse como una contraparte de los mencionados
“Guardianes”, para adultos. Los ataques que lanzan los personajes contra sus
oponentes son gráficos y violentos: cuerpos desmembrados, cabezas cortadas,
venenos, electrocuciones y litros de sangre por doquier. Harley tiene sexo con
el nuevo dictador antes de asesinarlo, aunque sus razones tienen sentido. Y es
este ritmo, además de todas las novedades de cada uno de ellos, además de las
revelaciones de los esperados secretos que definen las intenciones oficiales,
lo que la hacen soportable. Se insiste en que es la forma en que se narra lo
que ya se ha visto en miles de ocasiones previas.
La cinta se divide en
tres partes notorias: la introducción e inicio, el establecimiento del problema
y la consiguiente solución. Todo lleva a enfrentamientos y destrucciones. Es
una atmósfera caótica porque el desorden personal, el cinismo y el trato entre
los personajes, además de los usuales pleitos que producen destrozos de
mobiliarios y hasta caídas de edificios, no se asemeja a las cintas más
organizadas del género. Los personajes son carismáticos: aparte de Harley Quinn
(Margot Robbie), aparecen Bloodsport (Idris Elba, magnético), Peacemaker (John
Cena, fortachón), el mencionado King Shark, con la voz de Sylvester Stallone, Polka-Dot Man (David Dastmalchian) y
Ratcatcher 2 (Daniela Melchior). El mexicano Joaquín Cosío, aparece como
general villano (para no variar) y el argentino Juan Diego Botto como el
usurpador al cual Harley, con toda razón, no puede resistir.
Y como en toda cinta de
este género, no puede faltar el monstruo peligroso. En este caso es una
estrella de mar traída desde el espacio exterior. Los detalles quedan para
ustedes. Sobresale el hecho de que se utilice una criatura que resulta
ridícula, pero que forma parte de este desenfado presente en toda la película.
Los inicios de James Gunn, como guionista, fueron dentro de la compañía Troma
Entertainment que a finales de los años noventa nos ofrecieron cintas de terror
que llegaban al delirio del absurdo surrealista (El vengador tóxico o Tromeo
y Julieta). Gunn recupera esa desenvoltura, ese desparpajo común en lo que
ahora son grandes producciones, tal como lo ha venido demostrando desde su
inserción en este género.
Idris Elba y el director James Gunn