ADIÓS, IDIOTAS
(Adieu les cons)
2020. Dir. Albert Dupontel.
Suze (Virginie Efira) se entera de que, a sus 43 años, está condenada a morir por una enfermedad terminal. Entonces decide buscar al hijo que sus padres dieron en adopción cuando ella era adolescente y quedó embarazada por alguien que se fue. El mismo día en que va a la oficina de gobierno que podría darle información, el experto en computación JB (Albert Dupontel) es despedido. Ante la humillación, decide suicidarse sin imaginar que su acto fallido afectará con destrucción a toda la oficina en que se encontraba Suze, convirtiéndolo en terrorista. JB sobrevive, Suze se apodera de la computadora donde el hombre había grabado su mensaje suicida, y lo chantajea para que le ayude a encontrar a su hijo: entonces, le devolverá la prueba de su inocencia. Lo que parece el inicio de una comedia plena de absurdos, deviene en retrato de una relación que aparece en el peor (y el mejor) de los momentos.
Dupontel, actor de cintas serias (Irreversible, París, entre muchas otras), además de director de películas que se salen de su género para transformarse en tratados sobre las relaciones humanas, partiendo de absurdos, coincidencias o casualidades, que parecen pretextos efectistas y que, sin embargo, llegan a consecuencias sublimes (9 meses de ¡condena!, Nos vemos en el paraíso), ahora parte de una trama manida (la búsqueda del bebé perdido) y en el camino va creando las raíces de una relación que podría ser magnífica, pero que no tendrá mayor oportunidad de crecer, por lo que su consecuencia será una especie de entrega. Suze, la quinceañera que se ilusionó con el joven equivocado quiere, al menos, saber si su hijo llegó a ser un buen hombre. JB solamente desea mostrar su inocencia. Las razones de cada uno irán adquiriendo otros matices gracias a su cercanía.
La película está dedicada a Terry Jones (del grupo Monty Python) y, en un pequeño rol incidental como locutor de un comercial, aparece Terry Gilliam. Sin decirlo, sin ser obvio, Dupontel ofrece un homenaje a Brasil que Gilliam dirigió en 1985. En esa cinta, un hombre era acusado de terrorista por cuestiones amorosas: aquí tenemos otro caso indirecto donde el amor será efecto y no causa. De ahí, podremos entender que la trama nos ofrezca casos absurdos (la manera en que JB querrá suicidarse o un personaje ciego, encargado de un archivo, que se tornará en cómplice y apoyo de la pareja) o situaciones improbables pero no imposibles (un médico con Alzheimer, una esposa que traduce su letra, una pareja que consumará su amor gracias a la tecnología). Todos estos comentarios sin mayor explicación sirven para compartir un tono que se mueve entre la amargura de la muerte y la delicia del amor que lleva al espectador, aunque parezca lugar común, por una incesante y variada gama de emociones.
Virginie
Efira, a quien se acaba de ver como la sensual e hipócrita monja Benedetta
(Verhoeven, 2021), muestra su capacidad camaleónica. Dupontel es ya un
viejo lobo en el mar del cine francés que sabe manejar a sus espectadores como
resultado de la experiencia. Un magnífico reparto que embona en todas sus
partes. La cinta fue nominada en doce categorías del premio César a lo mejor
del cine francés y quedó como mejor película. Fue nominada como cinta europea
en la reciente entrega del Goya. Estuvo en el Tour de Cine Francés y ahora
llega para deslumbrar a quienes no tuvieron la oportunidad en su momento. Una
mirada diáfana hacia las bondades de la existencia, aunque sea en el límite
extremo de la misma. Además de sonreír, se tiene la opción de quedar conmovido:
mucho amor.
El realizador Albert Dupontel