sábado, 31 de julio de 2010

ABEL




2010 - México/Estados Unidos. Dir. Diego Luna.



Abel es un niño que ha padecido un problema mental. Está en un hospital del cual lo saca su madre para tenerlo en casa y ver cómo evoluciona. Repentinamente comienza a hablar y a comportarse como si fuera la cabeza de familia. Sus hermanos, la joven Selene y el pequeño Paul, obedecen a su madre y no le llevan la contraria. Cierto día llega el padre quien había estado ausente, sin comunicarse jamás, para desconcertarse con la actitud de su hijo que sigue comportándose como siempre.

La ópera prima de ficción de Diego Luna es una cinta bastante menor que deja muchas preguntas en el aire porque no logra convencer sobre sus personajes y la situación que se está viviendo. Todo sucede de repente, sin antecedentes, y luego, quedará sin sugerir al menos las consecuencias. Un pedazo de vida que deja “encantado” al público que no se permite engañar por la supuesta “dulzura” y “espontaneidad” del niño Christopher Ruiz-Esparza y la “originalidad” del argumento. Uno imagina que la manera formal de hablar del niño la aprendió del cine. Uno cree que la imagen filial respecto a la paterna creada por Ismael Rodríguez gracias a Pedro Infante y Fernando Soler que aparece de repente por televisión, fue el detonante de una ¿psicosis? A la edad del niño, el subirse sobre la madre y escuchar la palabra “ya” le lleva, como “broma visual” a ofrecerle un cigarrillo a su madre y otro que él se pone en los labios para luego expresar que “han escrito a la cigüeña” sin dejar en claro cómo se enteró de dicha cuestión. Tampoco hay claridad en llevar al hermanito (hijito) a un balneario y forzarlo a entrar a una alberca para provocar su posible muerte. ¿Y la hermana? Siempre he defendido la libertad poética del cine, pero hay límites...

Es una cinta inflada. La película está bien como obra primeriza de un estudiante de cine que quiere alcanzar el gran logro inmediato porque está obligado a demostrar sus aptitudes. No se puede negar una buena factura porque la tecnología ya está muy avanzada y muchos técnicos son capaces. Así como Luna ha sido sobrevalorado por haber aparecido en películas importantes o seleccionado por realizadores con prestigio, es lo que ha ocurrido con su cinta que se aprovecha de esa imagen y de los medios a su favor: tantas películas muchísimo mejores se han quedado en el camino por falta de la promoción que procuran las relaciones públicas. Se ha hablado de “realismo fantástico”, de “alegoría sobre el matrimonio fallido”, de “imagen de la familia disfuncional", entre montones de lugares comunes. Si nos colocamos más lejos, desde antes de ver la película, simplemente se mira el cartel de la cinta donde se lee el eslogan "Qué bonita familia" para que uno se dé cuenta acerca de las influencias que sufren, viven, tienen en su subconsciente nuestros jóvenes publicistas. ¿Habrá que seguir preguntándonos sobre el deterioro del mundo y sus habitantes?

Uno se acuerda de “Familia tortuga” o “La vida inmune” (fracasos comerciales; ejemplos de un cine mexicano actual que se anhela) y se pone a llorar cuando se entera que el Gobierno de Aguascalientes aportó diez millones de pesos (o sea la tercera parte del costo total para una cinta que se nota pobre) para que se vieran algunas imágenes de su capital en esta cinta que es otro añadido más a los terribles fracasos del cine mexicano contemporáneo, basado en falsedades, participaciones en festivales de prestigio cuando estos ya han perdido credibilidad en sus decisiones porque ya es lugar común la presencia de los “neocineastas” en tanto festival. Ya sea de la altura de Cannes o Sundance (donde las amistades y relaciones importan para conseguir un lugar: no en balde Spielberg o Costner, hasta los nacionales Cuarón y anexos) o de tristes remedos que aparecen en las capitales de estados o pueblitos del mundo, al por mayor, sin que sepamos quiénes serán sus calificadores morales.

El reparto tiene a la esplendorosa Karina Gidi, una de las grandes actrices del teatro contemporáneo que no ha sido aprovechada por el cine (¿alguien se acuerda de “Demasiado amor”?) y al carismático José María Yázpik (aquí aparece marranoide aunque nunca tanto como el detestable Del Toro: otro caso patético), pero el niño que interpreta a Abel sigue la infame tradición del cine mexicano donde pocos pequeños (hay honrosas excepciones) han logrado dejar de lado esa supuesta calidez que en realidad es melcocha que se confunde con espontaneidad (¿se acuerdan de María Gracia, la niña de “Caperucita Roja” que era tan bobita que parecía tener algún problema serio? ¿al insufrible y reciente Adrián Alonso de “La misma luna” que recordaba al otrora limitado Carlos Espejel a quien crecer, en edad, no le produjo ninguna mejoría? Les he dado dos nombres que se alejan cincuenta años entre ellos y las cosas siguieron igual o peor). Este niño Ruiz-Esparza no tiene matices, sus diálogos suenan falsos, sus cualidades se centran en el rostro inmóvil y la mirada obviamente dirigida.

En fin, siempre habrá cine que se sienta “trascendente” e “importante” para que mañana no le importe a nadie. ¿Alguien se acuerda ahora de “Rudo y cursi”?; ¿han leído alguna referencia interesante de “Arráncame la vida” como obra magna que le diera su lugar al cine mexicano de estos tiempos? Y mejor me detengo porque muchos de ustedes ya han de estar enojados...