domingo, 3 de octubre de 2010

ARTHUR, JOE & TONY: in memoriam

Los últimos días de septiembre se llevaron a tres iconos de la industria fílmica norteamericana. Ya eran personas ancianas pero fueron jóvenes importantes para el desarrollo de la cultura popular. Un director innovador y significativo llamado Arthur Penn (1922); un actor secundario pero con brillo propio bajo el nombre de Joe Mantell (1915); una estrella atractiva, presencia magnética, con algunos acercamientos a roles con los que deseaba demostrar que era algo más que una cara bonita y que fue conocido como Tony Curtis (1925).

Arthur Penn comenzó como director de teatro y luego de la televisión en vivo que se realizaba por los años cincuenta. Su versión para este medio de “La maestra milagrosa” fue tan exitosa que la llevó al teatro y luego al cine para que sus actrices siempre fueran galardonadas. Y así como esta versión fílmica (1962) fue uno de sus grandes taquillazos, lo mismo que, cinco años más tarde, lo sería “Bonnie & Clyde” que cambiaría el rostro de la violencia gráfica en el cine norteamericano y en el gusto del público cinéfilo, también tuvo fracasos debidos a su toque europeo que le hacía filmar tramas cotidianas pero alejadas de la complacencia de la industria. “Así soy yo” (Mickey One, 1964) o “Cuatro amigos” (Four Friends, 1981) son ejemplos de títulos incomprendidos en su momento pero que ahora han adquirido grandeza.












Joe Mantell fue actor de teatro y de la televisión en vivo (como el ya mencionado Penn) cuyo papel significativo, popular, fue el de Angie, amigo del feo y solterón carnicero Marty en la cinta del mismo nombre (Delbert Mann, 1955) que le hizo ganar el Óscar a Ernest Borgnine (todavía vivo y activo a los 93 años de edad), al cual siempre le hacía la misma pregunta que Marty le respondía de la misma manera, para mostrar almas solitarias, bonachonas. Mantell fue nominado en su rol secundario pero luego llegaría a estar principalmente en series de televisión que fueron populares (Combate, Los defensores, Dimensión desconocida) y ya mayor, volvería a distinguirse en roles pequeños en la cinta de Polanski (Chinatown, 1974) y su secuela.


Tony Curtis era el típico galán: buen físico, ojos azules y sangre liviana. Su gran oportunidad se la dio la Universal de los años cincuenta que mantenía su grupo de hombres atractivos (Rock Hudson, George Nader, Jeff Chandler, entre otros) aunque igual que Chandler era heterosexual y conquistador. En su autobiografía, aparecida el año antepasado, narra muchas aventuras, entre ellas una con la jovencita Marilyn Monroe. Tuvo oportunidad de demostrar su versatilidad en títulos prestigiosos (La mentira maldita, Fuga en cadenas, Espartaco, El estrangulador de Boston) y alargar su popularidad hasta los años sesenta, antes de que Hollywood cambiara y que él fuera envejeciendo. No obstante, nunca dejó de trabajar, mantener una vida de lujo, y en sus últimos años se dedicó a la pintura, siendo exitoso en ventas. Esposo de Janet Leigh y padre de Jamie Lee Curtis. Su película más entrañable es “Una Eva y dos Adanes” (Some Like It Hot, Billy Wilder, 1959) donde junto con Jack Lemmon se vestían como mujeres para escapar de la amenaza de un grupo de asesinos ya que habían sido testigos de una masacre. Y llegaba a tener amoríos precisamente con la dama de la película, o sea la mismita Marilyn de su primera etapa en el cine.

Descansen todos en paz por lo que nos ofrecieron e hicieron disfrutar.