martes, 28 de septiembre de 2010

KIM NOVAK O LA BELLEZA


En la caja con tres DVD que sacó Sony Pictures llamada “The Kim Novak Collection” se tiene la oportunidad de conocer cinco películas donde la estrella luce su belleza absoluta de diferentes maneras: con cabellos castaños o rubios platinados; en colores o blanco y negro; como actriz pasional, secretaria, bruja irónica, muchacha de pueblo o bailarina de centro nocturno; en vistosos ajuares lujosos o sencillos vestidos que, de todas maneras, eran diseños preciosistas del extraordinario vestuarista Jean Louis durante su etapa exclusiva dentro de la Columbia Pictures. Hay que aclarar que Novak es el mejor ejemplo de una estrella, jamás actriz. Su presencia valía por todo lo demás. Sus directores eran quienes sabían cuidarla y hacerla sobresalir contra toda limitación.

Admirando sus películas uno debe reconocer que era un rostro equilibrado, con rasgos finos, sin defectos notorios donde nariz, ojos, boca, mentón, frente eran casi perfectos (y digo “casi” porque la perfección no existe, solamente la tendencia a ella). Si aparte se le añade un cuerpo que tenía las formas precisas con piernas torneadas, busto promedio, cintura ajustada, no queda más que reconocer que fue la heredera absoluta de Rita Hayworth como belleza de la ya mencionada Columbia cuando llegó el relevo natural por la edad. En los cincuentas, cuando Novak debutó y tuvo su mejor etapa, estuvo entre los 21 y 27 años de edad: Hayworth, en ese mismo lapso había pasado la mitad de la treintena para pasar a la década siguiente con notorio envejecimiento. Ni modo, la ley de la vida y los bíblicos recuerdos de que “hay un tiempo para cada cosa”.

Esta caja espléndida es también una demostración significativa de lo que fue el cine norteamericano de los años cincuenta. “Picnic” (Joshua Logan, 1955) muestra la imagen de los pueblos pequeños del centro de Estados Unidos en una fiesta tradicional donde los habitantes se reunían y es interesante la forma en representar a la represión o tensión sexual; “Lágrimas de triunfo” (Jeanne Eagels, George Sidney, 1957) es la biografía, bastante romántica y alejada de la verdad, de una actriz que fue aclamadísima en los escenarios teatrales de los años diez y veinte, sobre todo por la obra “Lluvia”, quien moriría relativamente joven luego de caer en la droga y el alcohol; “Sus dos cariños” (Pal Joey, George Sidney, 1957) es la adaptación de una comedia musical atrevida para su tiempo, acerca de un vividor que buscaba establecer su propio centro nocturno con base en sus amoríos hacia una exvedette, ahora viuda rica, de sociedad, repartido con una bella y dulce corista; “Sortilegio de amor” (Bell, Book and Candle, Richard Quine, 1958) fue también la adaptación de una popular obra teatral donde una bruja moderna, y existencialista, fascinaba a un hombre de negocios para que la enamorara sin imaginar que ella sería la que caería presa de la pasión para perder sus poderes; “Medianoche pasional” (Middle of the Night, Delbert Mann, 1959), un excelente melodrama que sigue teniendo fuerza, muestra el romance que ocurre entre un hombre casi sesentón y su secretaria veinteañera. El guión no cae en lugares comunes de arpía interesada que quiere aprovecharse de un hombre con posibilidades económicas: es el amor, el dilema del amor, la búsqueda del amor, las dudas del amor.

Biografías inventadas, melodramas pasionales, dramas o comedias musicales originadas en los escenarios, y la fantasía absoluta como ejemplos de los géneros que eran explotados usualmente por las diferentes productoras de Hollywood. En este caso, Columbia Pictures con su estrella de moda que cautivó la mirada (y seguramente propició el deseo) de nuestros padres y abuelos. Kim Novak ahora tiene 77 años, pinta al óleo y está casada con un veterinario. Mantiene su belleza y una figura relativamente esbelta, con esos cabellos rubios.

No es de extrañarse que Hitchcock la haya buscado para su obra maestra (bueno, una de ellas) de 1958: “Vértigo (De entre los muertos)”; o que Preminger la haya seleccionado como la mujer que cuida a Sinatra mientras pasa su angustia del retiro de las drogas en “El hombre del brazo de oro” (1955); y que Billy Wilder la considerara como la prostituta pueblerina que redimirá y salvará, irónicamente, a un matrimonio en la atrevida “Bésame tonto” (1964). De hecho, su etapa trascendente en el cine reside en estos ejemplos. Fue estrella magnética que quedó en la mente y en el recuerdo. Lo que siguió más adelante no importó porque la plena belleza y las variaciones sobre ese mismo tema se colmaron en unos cuantos años.