Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
viernes, 25 de febrero de 2011
MUTUO ENTENDIMIENTO
EL DISCURSO DEL REY
(The King’s Speech)
2010. Dir. Tom Hooper.
Una película acerca de la amistad que surge del entendimiento. Logue (Geoffrey Rush, fantástico, equilibrado) es un terapeuta del habla; El príncipe Alberto (Colin Firth, en el estilo de Jeff Bridges: siempre impecable en cualquier rol que le toque, hasta en estupideces como “El diario de Bridget Jones” o “¡Mamma mía!”) es un monarca tartamudo. Lo conocemos primero en 1925 mientras inaugura un evento con un embarazoso discurso. Su esposa, la duquesa de York (Helena Bonham-Carter en un rol agradable, alejado de las tonterías que le hace filmar su marido Tim Burton) lo ama y quiere lograr su curación. Es entonces cuando encuentra a Logue y lo une con su esposo y así comienza una relación tempestuosa que terminará siendo exitosa y contínua.
La cinta narra cómo el príncipe David se convirtió en Eduardo VIII para luego abdicar por su gran amor: la horripilante Wallis Simpson. Entonces, Alberto tuvo que llegar al trono por sucesión tomando el nombre de Jorge VI como honor y recuerdo a su padre. Jorge no quería ser rey; mucho menos hablar en público, pero llegó su destino y tuvo que enfrentarlo. El discurso del título da lugar a una secuencia desgarradora, sobre todo por la forma en que el rey va siendo dirigido por su maestro. La película es un manjar exquisito que toma de la mano al espectador y nunca lo suelta pero lo acaricia, lo abraza y le hace sentir el gran amor que emana de las cintas honestas, filmadas con inteligencia y apasionamiento.
Por otro lado, la película recuerda otros tiempos cuando la nobleza había adquirido cierto nivel y las normas tanto morales como sociales daban lugar al respeto. Los desmanes de Enrique VIII, por mencionar al perverso más popular, se habían quedado atrás en estos siglos 19 y 20 durante las eras de Victoria y Jorge. Ahora se tenía que abdicar si no se tenía a la consorte adecuada o la misma era sujeta a habladurías, divorcios, aquello prohibido por la iglesia anglicana, cuya cabeza es el Rey. El tono se mantiene desde la figura del rey padre; la elegancia de la reina María (una Claire Bloom irreconocible, con belleza serena, a los casi 80 años de edad); la educación de las hijas de Alberto (o sea la futura y actual reina Isabel); la manera en que tanto Alberto como su esposa Isabel (quien será la reina madre)
exigen un protocolo de respeto y un comportamiento de súbdito a regente.
Aparte están las novedades tecnológicas: la transmisión remota de radio y el uso del medio para los discursos reales; las grabadoras de sonido en discos de pasta por medio de agujas; toda una parafernalia que define un mundo que entraría a una cruenta guerra para alentar, paradójicamente, el adelanto científico que tristemente tendría como emblema a la bomba atómica, pero luego vinieron la televisión, los modernos electrodomésticos, las naturales tecnologías.
Todo ello está alrededor del personaje y de su maestro, amigo. Éste comprende perfectamente la realidad del noble duque de York y sin querer, sutilmente, va penetrando como psicólogo en sus tormentos internos y personales. Lo que debe agradecerse es que nunca cae en el melodrama (no se profundiza en la escandalosa Simpson ni en la torpe decisión del rey que abdica; los enojos del rey están sustentados en su conciencia de la estirpe a la cual pertenece y a la cual no desea caer) y tiene un fino sentido del humor que tampoco llega a la caricatura ni a la farsa. Logue confronta al noble y le hace enojar porque se cumple aquello de la verdad que incomoda: como todo pasa en esta vida, finalmente reluce y equilibra cuando las personas poseen calidad.
El realizador Tom Hooper tiene escasa filmografía. Su cinta para la televisión, “Longford”, fue aclamada en 2006 y ganó nominaciones al Emmy, Globos de Oro, entre muchos premios. Aquí demuestra su talento visual y narrativo (fíjense en la secuencia donde mueve la cámara hacia adelante y atrás, con cambios enormes en lo que se está contando). Su dirección de actores es precisa, aunque con ese elenco, ya hubiera sido el colmo que fallara.
Un defecto físico procedente de un ambiente enérgico y castigador se va curando como le pasa al alma para dejar relucir a quien fue un buen símbolo patriótico y unificador que los británicos (y sus súbditos extrafronteras) respetaron, aunque como todo personaje histórico se saquen a colación situaciones negativas. Qué extraordinaria película. Permite que uno viva, por momentos, todo un mundo desaparecido que no era mejor que en el que vivimos, pero al menos tenía normas, valores: respeto, sentido de amistad, honor.
martes, 22 de febrero de 2011
LA VASTA OSCURIDAD
TEMPLE DE ACERO
(True Grit)
2010. Dirs. Joel y Ethan Coen.
Me tomó dos semanas acercarme a “Temple de acero” porque llevo un recuerdo muy agradable y personal de la primera versión que pude disfrutar en 1970, en el Cine Araceli. La película me entusiasmó y el hecho de haber visto a John Wayne como gigantón borracho, tuerto y conmovedor, como no había aparecido previamente en otras cintas, en una trama plena de ternura dentro de un género que iba de salida (para transformarse, claro) en el Hollywood que lo impulsó, porque otros países ya se lo habían apropiado, me produjo una huella que se ha mantenido dentro de mí.
La tendencia actual, ante la falta de originalidad, de hacer nuevas versiones de viejas y comprobadas tramas es arma de dos filos: por un lado pueden superar al original y permitir el goce a nuevas generaciones de historias inspiradoras; el lado negativo, más usual, es que la visión oscura en nuestros tiempos semejantes, de lo que había sido narrado con otro tono, inclinándose por un realismo que acerca más al espectador actual, incapaz de asombrarse fácilmente, destruye lo que había sido optimista y típico de una era.
No comparto el entusiasmo levantado por esta película. Es una buena película y está filmada por narradores soberbios que saben dominar el estilo visual. Se dice que está más cercana a la novela original de Charles Portis (que publicó Grijalbo en su tiempo), pero si se lleva a cabo una comparación, lo que se va a encontrar es más sangre y oscuridad en la versión reciente y una atmósfera envidiable en la versión anterior.
La cinta habla sobre la fortaleza personal. Es un cuento moral sobre la búsqueda de la justicia porque “nada es gratis en este mundo excepto la gracia de Dios” como expresa Mattie, la protagonista de la cinta, una adolescente de catorce años que quiere encontrar al asesino de su padre para que pague lo que debe, un hecho irracional motivado por una tontería: y lo que debe es haberse robado una vida. Mattie busca el apoyo de un oficial borracho y sin escrúpulos mientras quien lo enfrente sea alguien culpable o dudoso.
Mattie parte en busca del asesino al lado de este borracho y de un oficial tejano que anda tras el mismo hombre por otro asesinato. Así inicia la aventura compartida, el conocimiento de las personalidades de cada uno, la interrelación y esa forma de raro afecto, ese lazo de unión efímero, que se construye en situaciones únicas. Uno vive intensamente el momento de enlace: luego pasa el tiempo y queda la mera memoria, no retorna el calor humano emitido fugazmente.
Esa es una de las fallas que se perciben en esta película. Los Coen no se han distinguido por mostrar cintas de contenido humano ni grandes historias de amor. Lo suyo es la extravagancia o el personaje fuera de lo común (el infiel Clooney de “Quémese después de leerse”; el feroz Bardem de “Sin lugar para los débiles”; su epítome Turturro en “Barton Fink”). De hecho, no se produce ninguna emoción al ver, por ejemplo, el asesinato de un caballo. El propio final de la cinta es amargo al mostrar la evolución de Mattie, recordando la fugacidad emocional que les mencioné previamente. Es algo que se siente natural en un ambiente creado desde el inicio de la película. Uno de los productores de la cinta fue Steven Spielberg: ¿cuál hubiera sido el enfoque de este realizador si hubiera estado tras la cámara?
Jeff Bridges es actor de primera y siempre complace. Su personaje está alejado de John Wayne y eso fue lo que buscaron los realizadores. Matt Damon sigue sorprendiendo porque sus últimas cintas han demostrado su capacidad y versatilidad (“El desinformante”, “Más allá de la vida” o “Invictus”, por ejemplo). Sin embargo, la sorpresa mayor es la jovencita Hailee Steinfeld, talentosa y segura. Lo malo, insisto, es hacerlos habitar un Arkansas frío y oscuro: un infierno sobre la tierra con nieve, cadáveres colgados, un seudodentista con una piel de oso.
El género del cine del oeste era aparentemente inofensivo y amable cuando en realidad sucedían situaciones terribles (“Más corazón que odio”, “Su última salida”, “Mujer pasional”, “El refugio”, “El último atardecer”, entre muchos títulos). Era el Hollywood de la superficie que tuvo realizadores inteligentes que pudieron sugerir sin mostrar; insinuar sin decir. La diferencia entre estos temples acerados reside en que uno se aferra a la ingenuidad de otros tiempos porque eran menos agresivos, menos desolados, menos oscuros que lo que esta versión insiste en someter a sus espectadores porque muestra mucha técnica pero nulo corazón. Es un producto perfectamente mecánico e inteligente: si la primera versión era un cuerpo humano, la nueva es cibernética pura.
sábado, 19 de febrero de 2011
COMEDIA MUSICAL... ¡MUDA!
HIROSHIMA
2009. Dir. Pablo Stoll.
Una cinta excepcional para los tiempos que estamos viviendo. Una anécdota simple acerca de un joven uruguayo que no encuentra su lugar en el mundo y vive para la música. Lo vemos desde que sale de su trabajo en una panadería, la llegada a casa, el distanciamiento familiar, la alternativa de un nuevo empleo, su escape hacia otros tiempos en un pueblo de su infancia. El joven es, además, vocalista de una banda musical; de repente sirve como modelo para dibujantes. Y lo que más llama la atención es que la cinta es ¡muda! No hay diálogos, sino intertítulos como en el cine silente. Escuchamos música, canciones de bandas uruguayas u otros lares y así es como llegamos a un final lógico.
El protagonista es Juan Andrés Stoll, hermano en la vida real del director, quien es (según lo ha mencionado el realizador) también tan poco comunicativo como el personaje que se llama Juan y entonces, ya se rompe la línea divisoria entre ficción y realidad. ¿Estamos ante un documental sobre el hermano cuya alternativa para entablar una relación es a través de la música? ¿Es un juego de ficción basándose en circunstancias de la vida real? El título se refiere a una canción. Montevideo aparece espléndido y uno quisiera pasear por esas calles que se respiran libres. Los personajes son simpáticos y atractivos. La trama no es mucha, pero lo excepcional de la cinta, como les dije al principio, reside en ese intercambio de música, un lenguaje constante y presente en lo cotidiano, para dejar atrás las vanas palabras.
Pablo Stoll
dirige su primer largometraje en solitario luego de dos espléndidos antecedentes realizados junto con su compañero Juan Pablo Rebella (1974 – 2006) quien se quitaría la vida inexplicablemente después de haber logrado dos títulos que ya son imprescindibles para el nuevo cine latinoamericano (“25 watts” y “Whisky”) que le dieron renombre y prestigio a la filmografía uruguaya. De hecho, termina dedicándole la cinta a su memoria. Uno se da cuenta que Stoll tiene su propia categoría y talento. “Hiroshima” es la exploración de los recuerdos y de la familia a través de uno de sus elementos.
Una experiencia agradable que termina siendo memorable.
miércoles, 16 de febrero de 2011
ESPÉRAME EN EL CIELO...
Hoy falleció un cantante puertorriqueño llamado José Luis Moneró. Escuché la noticia a medias y pensaba que era el compositor de la canción "Espérame en el cielo", pero no, fue uno de sus intérpretes originales (el autor se llamó Paquito López Vidal), aunque nosotros mexicanos la conocimos por las versiones de Lucho Gatica, Pedro Vargas y mucho tiempo después con internacionales tan opuestos como la dulce Nana Mouskouri y el aguardentoso Dyango. Iba manejando y pusieron la canción y comencé a divagar para olvidarme del terrible tráfico. Pensé en la película con el mismo título, pero algo me hacía dudar de la referencia mental (en realidad el título era "Nos veremos en el cielo" y había otra llamada "Contigo a la distancia", aunque debería ser "Contigo en la distancia"). No, donde la cantaba Pedro Vargas en en "Flor de canela", película que dirigió Ramón Pereda en 1957, a colores, para que su esposa María Antonieta Pons se luciera con bikinis, rodeada de muchas estrellas mientras estaba entre problemas terribles, melodramáticos, se educaba y pasaba a ser gran estrella luego de haber crecido en el trópico... Ahí andaba don Pedro con la mencionada canción en un centro nocturno donde el enamorado Joaquín Cordero terminaba sus relaciones con la embarazada María Duval, aunque el culpable había sido un maldito Raúl Meraz, y lo del enamoramiento era con Maritoña ¿eh? ¡Cuántas cosas pasan en el cine! ¡Cómo se resbalan torrencialmente en la cabeza mientras estamos manejando entre un mar de coches manejados por tontos conductores! Esto fue consecuencia de una noticia luctuosa del Sr. Moneró a quien deseamos eterno descanso de su alma, con el deseo de que se encuentre esperando en el cielo...
domingo, 13 de febrero de 2011
SONIDO Y FURIA
CONOCERÁS AL HOMBRE DE TUS SUEÑOS
(You Will Meet a Tall Dark Stranger)
2010. Dir. Woody Allen.
La última cinta estrenada del maestro Allen inicia con una referencia literaria, popularísima, extraída de las últimas escenas de “Macbeth” cuando éste se entera de la muerte de Lady Macbeth: “La vida es un cuento lleno de sonido y furia que nada significa”. En realidad, Allen omite unas palabras de la frase “…un cuento, narrado por un tonto, lleno de…” pero cuyas líneas previas también indican la fragilidad de la vida, la dimensión del tiempo, la inutilidad de las pasiones. El famoso “tonto” también puede ser traducido o interpretado como “bufón”, un ser que divierte y luego desaparece. Así que ciertas cosas nos suceden para que finalmente no importen y sean relativas: la ambición, el deseo momentáneo, lo que usted quiera pero que finalmente resultó válido para uno: toda nuestra carga de conocimientos se nulifica al morir, o cambiar de condiciones aunque se permanezca vivo, lo mismo que las posesiones y aquello que fuera considerado trascendental y luego se transformará en polvo.
Estamos ante una de las cintas más amargas del gran realizador quien narra sus ideas y convicciones a través de personajes cuyos intereses solamente importan a sí mismos. La película tiene mucho sentido del humor, ironías y gracejadas usuales en Allen. Se comprende cuando sabemos que ya tiene una edad avanzada y cuyos cuestionamientos tienen que ver con esa fragilidad de la vida. Se enfatiza cuando uno puede extrapolar el discurso a la vida misma y darse cuenta que aquello que nos era querido y fundamental en la juventud se torna ceniza con el paso de los años y las prioridades sufren un vuelco radical. En el mismo diálogo mencionado, Shakespeare compara a la existencia con una “breve vela”, una “sombra caminante”, un “actor que interpreta sobre un escenario para que no se le vuelva a escuchar” antes de llegar a la frase que enmarca a la trama que veremos. Todo razonable.
Hay dos parejas: una conformada por personas mayores: Alfie (Anthony Hopkins) y Helena (Gemma Jones) y otra por su hija Sally (Naomi Watts) y su marido Roy (Josh Brolin) Alfie despierta cierto día para llenarse de angustia y tomar conciencia de que la vida puede terminar en cualquier momento: decide divorciarse de Helena y mudarse a un departamento de soltero. Helena, angustiada, trata de matarse pero luego acepta ir con una vidente para que le revele su futuro. Sally, egresada de la carrera de arte, consigue trabajo en una galería para mantenerse, junto con la ayuda de su madre, ya que Roy dejó su carrera de medicina para dedicarse a la literatura. Luego de una primera novela exitosa, no ha podido repetir su triunfo.
A partir de estos cuatro seres, con una narración que demuestra el dominio del oficio luego de más de una cuarentena de películas (como director, claro), Allen establece su premisa: Alfie se volverá a casar, con una prostituta, para demostrar una hombría que ya resulta ridícula; Helena conocerá al hombre de su vida cambiando las prioridades que le eran básicas como esposa y ama de casa; Sally se dará cuenta del engaño que hay a su alrededor comenzando por Roy y terminando con su jefe en la galería quien le produce (sin que él lo sepa) pasiones basadas en romanticismos; Roy llegará a extremos faltos de ética, primero por un espejismo que le ha creado una joven vecina hindú, luego por la manera inmoral en que quiere solucionar su bloqueo creativo que más bien podría definirse como falta de talento. Hay personajes alrededor de este cuarteto que serán los motores para los cambios de prioridades que, finalmente, no significarán nada. Todo lo que han hecho con sus vidas es irreparable y simplemente llegan a la resignación por ello.
Y vuelvo a la amargura que mencioné al inicio de este escrito porque la revelación de los errores cometidos por la infatuación, el engaño, “el sonido y la furia” debidos al impulso propio de nuestra imperfección humana lleva a la decepción. Todo lo que nos movía en cierto momento tenía matices propios del tiempo: la vida de repente cambia o termina como “frágil vela”.
Hay que destacar la hermosa fotografía de Vilmos Zsigmond con colores vivos en locaciones naturales. Las canciones populares y las referencias clásicas que son usuales en las cintas de Allen. Sally va con su jefe a la ópera (Antonio Banderas, contenido en su pequeño papel) para ver “Lucia di Lamermoor”. Escuchamos el aria final de Edgardo (“Tu, che a Dio spiegasti l'ali”) antes de suicidarse porque Lucia ha muerto para tener una referencia indirecta hacia esta “fragilidad” (o preguntarse si vale la pena morir de amor). Y también debe aceptarse la gran calidad de los actores, la mayoría de ellos británicos en un Londres veraniego y soleado.
Ha sido considerada como una cinta menor de Allen por quienes comentan todo lo contrario cuando el maestro ofrece una obra que es popular y taquillera, cercana a los mentados “Óscares”, aunque si aplicamos esa indiferencia que muestra Allen en esta maravillosa película, sabemos que a nadie le importará, que finalmente seguiremos nuestras pasiones y que al morir, no tendrán ningún significado: bendito Shakespeare; genial Woody Allen.
viernes, 11 de febrero de 2011
EL AMOR DISCREPANTE
EL PELEADOR
(The Fighter)
2010. Dir. David O. Russell.
Micky Ward (Mark Wahlberg, siempre sorprendente) quiere ser boxeador porque siempre ha admirado a su medio hermano mayor Dicky Eklund (Christian Bale, actorazo)quien alguna vez tuvo ciertos triunfos pero luego fue dominado por la droga. La madre de ambos, Alice (Melissa Leo, excepcional) es quien lo maneja junto con Dicky, pero su carrera no ha despegado tanto como quisiera. Conoce a una muchacha que lo atrae (Amy Adams) y quien le hace ver que la familia en vez de ayudarlo le estorba y hace daño con sus decisiones. El ingreso a la cárcel de Dicky lo libera un tiempo de su influencia hasta que la vida misma equilibra todo.
Basada en una historia sobre personajes reales, estamos ante una película que, como Los niños están bien, habla de la familia y su entorno. En este caso, una familia de clase baja en Massachussetts, donde la madre ha tenido nueve hijos con dos maridos distintos. La lealtad y el sentido de inclusión contra todo obstáculo es lo que ha hecho a Micky aceptar fallas y malas decisiones. Es cuando entra el amor, otro tipo de amor, a su vida, que abre los ojos a otras alternativas. No obstante, siempre está presente la influencia mayor que ha sido su hermanastro en momentos cruciales: sus enseñanzas y su capacidad de entrenamiento. Así como en la otra cinta mencionada el mismo amor producía discrepancias y contradicciones, aquí también resultan camino adecuado para comprender que siempre, en el fondo, lo que mueve a ciertas situaciones es dicho sentimiento sin limitaciones.
Un punto clave de esta cinta sobre boxeadores es la tremenda síntesis en las secuencias de peleas. A David O. Russell no le interesa tanto mostrar las contiendas completas como las etapas que son significativas. Las elipsis fílmicas se agradecen ya que el punto de interés son sus consecuencias. Un primer enfrentamiento, desigual, lleva a la derrota y a la duda; el siguiente es una victoria y el sentimiento ambiguo; finalmente es el estatus de campeonato y el final feliz que, de todos modos, se anticipaba y era de esperarse. Por eso, quienes tontamente habla de “ganadores y vencedores” muestran un acercamiento hacia lo inmediato, cuando la película es acerca de seres humanos, emociones, los motores de la vida, la necesidad de reconocimiento.
La temática es otra variación sobre el tema del sujeto que busca su felicidad y se encuentra ante murallas inesperadas que, al final de cuentas, tendrá que derrumbar. Es lo que vemos usualmente en el cine de Russell (Tres reyes o Yo amo Huckabees). El peleador se aleja de las atmósferas con tintes absurdos de sus otras películas para llegar a un realismo comprensible y entendible. Es una cinta que atrapa la atención.
La cualidad más evidente reside en el cuadro de actores. Mark Wahlberg está contenido y se transmite su inquietud interior que debe contrastar con una actitud serena hacia los demás. Amy Adams es la novia que quiere su felicidad y su liberación. Melissa Leo, en el rol de la madre combativa y feroz, muestra su versatilidad, pero quien se lleva las palmas y es quien monopoliza las miradas es Christian Bale: ¡qué buen actor! No hay gesto que se sienta falso ni inadecuado; conoce a su personaje y sabe utilizar la actitud, mueca, movimiento, acción que se requiere en cada parte de la trama. Esbelto, de manera impactante (sin llegar al desesperante aspecto de El mecánico), con cutis ajado, cabellera extraña con su calvicie incipiente, ofrece una actuación ejemplar.
lunes, 7 de febrero de 2011
DOS AVANCES DE LA MUESTRA
TETRO
(Tetro)
2009. Dir. Francis Ford Coppola.
Bennie Tetrocini (Alden Ehrenreich) decide visitar a su hermano Ángelo (Vincent Gallo), más conocido como “Tetro”, cuando el barco donde trabaja queda varado en Buenos Aires. Se desconcierta ante la mala actitud que recibe de su hermano contrastante con una carta donde le decía que lo extrañaba e invitaba a verlo. Tetro vive con Miranda (Maribel Verdú) quien lo ama y quisiera conocer más sobre él. La oportunidad se presenta con Bennie ante el enojo de Tetro. El tiempo que pasan juntos permite que se vayan descifrando viejos códigos y se descubran varios secretos que involucran al padre de ambos, conductor de orquesta (Klaus Maria Brandauer). Bennie encuentra una obra de teatro que transcribe y termina, poniéndola al juicio público, con la intención de “salvar” a su hermano de la indiferencia creativa.
Coppola dirige un guión propio (algo que no había sucedido desde 1974 cuando escribió y dirigió “La conversación”) que da lugar a un buen melodrama, en el mejor sentido de la palabra, porque entran en juego emociones en conflicto, parentescos desconocidos, antecedentes trágicos y todo en ambiente culto que involucra al ballet clásico y a la ópera, temas que si se comparan con la carrera del realizador están omnipresentes (toda la saga de “El padrino” como ejemplo global). El espectador asiste al desenmascaramiento del personaje atormentado por el pasado y al proceso catártico. En realidad es una trama simple, muy bien estilizada, con locaciones adecuadas (Buenos Aires en particular) y reparto internacional, con gran calidad (las españolas Carmen Maura y Verdú; el argentino Rodrigo de la Serna; el austriaco Brandauer).
Es importante destacar la textura de la película: un blanco y negro brillante para relatar al presente y colores vivos para ir al pasado o mostrar las referencias en el recuerdo (“Las zapatillas rojas” de Powell y Pressburger; las sofisticadas representaciones de “Coppelia” o los lazos que unen con la ópera “Les contes d’Hoffman”); el uso de la televisión para entrar de lleno en el mundo mediático contemporáneo de un pretencioso seudofestival. Todo sirve para que Coppola acentúe las características del género que maneja tan bien desde sus inicios (¿habrá quien recuerde “Dos almas en pugna” con la atormentada y embarazada ama de casa que abandonaba su casa para darle sentido a la vida?) y al cual ha vuelto para continuar presumiendo su maestría, su dominio del cine, como si fuera, por decir algo, chelista consumado tocando a Bach.
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LOS NIÑOS ESTÁN BIEN
(The Kids Are All Right)
2010. Dir. Lisa Cholodenko.
Joni (Mia Wasikowska) ha cumplido dieciocho años e impelida por su hermano menor Laser (Josh Hutcherson) busca el nombre del donador de esperma que permitió sus nacimientos. Ambos son hijos de la pareja conformada por la Dra. Nic (Annette Bening) y la diseñadora de jardines Jules (Julianne Moore). Así conocen a Paul (Mark Ruffalo) quien entra en sus vidas y en la de sus madres para afianzar lazos y darse cuenta del sentido de familia.
La cinta tiene como gran cualidad, precisamente, presentar a otro tipo de familia sin escándalo ni como fuente de tragedia. Dos mujeres que se conocieron durante su época universitaria, se unieron, decidieron tener hijos gracias a un mismo donador y ahora, años más tarde, la muchacha está a punto de iniciar sus estudios superiores y el joven no tiene mayor problema. Todos se quieren, se respetan y las situaciones difíciles son comunes para cualquier pareja que se desee: hasta la infidelidad. Estamos en el mismo caso de “Una pareja dispareja” (I Love You Phillip Morris) que les he comentado en este mismo espacio, donde la homosexualidad se asume como algo natural entre dos personas que se aman.
Sin embargo, es una película chiquita. Un drama con conflicto importante que cumple con su cometido, aunque a medias. Una cinta independiente que utiliza a estrellas capaces y reconocidas de las que solamente pueden esperarse excelentes actuaciones. Una trama que puede servir para cualquier telenovela audaz y que se queda en la mera superficie y no busca ahondar en las relaciones de hijos con padre biológico para dejar en claro las mencionadas relaciones familiares. La película no se atreve a dar pasos mayores y no arriesga a una confrontación profunda para poder terminar en final feliz y en posibilidad de gustar a un público masivo y su aceptación para los Óscares que seguramente se llevará Annette Bening porque ya le toca, a no ser que los votantes se hayan dejado alienar por la truculencia del cisne negro (otro caso de peliculita que se queda corta en sus alcances).
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