Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
jueves, 28 de abril de 2011
EL AMOR DE UN PADRE
BATACLÁN MEXICANO
1955. Dir. Raúl de Anda.
Raúl de Anda (1908 – 1997) fue pionero del cine nacional. Apareció como extra en “Santa” (Antonio Moreno, 1931) y “Águilas frente al sol” (Antonio Moreno, 1932), primeras dos cintas sonoras mexicanas. Poco a poco fue interpretando pequeños roles hasta que adquirió nombre como actor. Así, en 1937, fundó Producciones Raúl de Anda con la cual filmó “Almas rebeldes”, debut de Alejandro Galindo como realizador. Al Año siguiente debutó como director con “La tierra del mariachi”. En 1940 interpretaría y dirigiría “El charro negro” que sería exitosísima y le daría dicho título para identificarlo con el paso del tiempo. Su trabajo como productor nos daría cintas importantes (“Río Escondido”, “El suavecito”, “Bajo el cielo de Sonora”, entre muchas). Fue, además, introductor del proceso Eastmancolor en el cine mexicano.
De Anda fue padre de cinco hijos. Agustín de Anda (13 de agosto de 1933 – 28 de mayo de 1960)
nacido de una relación previa al matrimonio que contrajo con Otilia Serrano en 1936 del cual nacieron Raúl (1940), Rodolfo (1943), Antonio (1949) y Gilberto (1955). Todos se dedicarían de alguna u otra forma al cine como actores, realizadores, guionistas, productores y fotógrafos. Una situación natural en una industria que se distinguiría por las dinastías familiares. Así de Enrique Rosas surgiría Producciones Rosas Priego; de René Cardona surgirían hijo, nieto y bisnieto; de Pedro Calderón se llegaría a la Cinematográfica Calderón; no hablemos de Producciones Rodríguez Hermanos donde cada uno forjó familia; y así seguiríamos.
El apoyo familiar daría lugar a esas continuidades pero, no puede dejarse de lado el amor incondicional de padre hacia hijo. Uno de los casos ejemplares estaría en la insistencia inútil de Raúl de Anda por comprobar el talento, la galanura, el lugar que merecía ocupar su hijo Agustín en el cine nacional. “Bataclán mexicano” fue el debut estelar del joven de 22 años donde aparece como Luis, mariachi que llega a casarse, aparentemente, con una Miss Universo.
“Bataclán” es una palabra que no aparece en los diccionarios oficiales. Significa, informalmente, espectáculo barato, y en este caso tampoco tiene mayor trascendencia aunque se le califique nacionalmente (“Bataclán mexicano”) a no ser que así se considere, con ironía y humor denigrante, a la película en sí misma.
Luis (Agustín de Anda), junto con su amigo Clavija (Freddy Fernández), son integrantes de un mariachi que va al aeropuerto para aprovechar a los viajeros extranjeros que parten del país y cantarle canciones de despedida para sacarles dinero. Clavija se emociona con el cartel que anuncia la llegada de Christiane Morell (Christiane Martell) una vedette que fue Miss Universo. Luis le dice “Más vale que despierte mi Clavijas: de esas pulgas no brincan en nuestros petates” y de esta manera, el director-guionista De Anda nos ha dado la clave de lo que sucederá en su película. Luis será engañado casándolo con Christiane para evitar que la mujer sea expulsada del país por un pleito que ocurre en una fonda. Ella está enamorada de un publicista casado (Fernando Casanova) y su agente (Óscar Ortiz de Pinedo). A Luis lo ama una joven, Chonita (Lorena Velázquez), quien no pierde sus esperanzas. Luis va viviendo la falta de consumación del matrimonio debido a pretextos que le ponen tanto la vedette como sus secuaces. Sufre un accidente al confundir un ensayo con un intento criminal y pasa un mes en el hospital. Finalmente se entera de la verdad, le reprocha a Christiane su engaño y regresa a buscar la felicidad con Chonita y a reincorporarse como mariachi. Por alguna razón, el realizador De Anda pensó que Martell requería otro tipo de hombre adecuado para su temperamento.
“Bataclán mexicano” fue la primera de siete películas producidas o dirigidas por Raúl de Anda para el lucimiento y consecuente estrellato de Agustín de Anda. Mal actor, sin matices ni inflexiones de voz, con el mismo acercamiento a una línea frívola que al diálogo melodramático. Mal cantante si se le compara con cualquiera de sus posibles contrapartes (Luis Aguilar, por ejemplo, con quien filmará en el futuro) ya que no tenía voz, mucho menos para las canciones que debía interpretar (“Las golondrinas”, “La verdolaga” o “Nunca, nunca, nunca”). Mal bailarín, ya que en una secuencia onírica, se le pone a mover al ritmo del chachachá (“Pimpollo”) donde se nota su falta de flexibilidad y su conteo de pasos para al menos salir de la situación. Por otro lado, su personalidad: Agustín no era el típico galán de su tiempo. Sus rasgos eran duros, su piel bastante morena, sobre todo su poca ductilidad. Tal parece que la insistencia sería la fórmula mágica para que el público aceptara a Agustín de Anda como nuevo galán, nueva estrella en el firmamento estelar mexicano.
Su ventaja estaba en el marco actoral: cómicos solventes (Óscar Ortiz de Pinedo, Borolas, Lucha Palacios), actores convincentes (Fernando Casanova, Federico Curiel) ya que su coestrella tampoco era actriz y su cualidad era su belleza (hay una secuencia donde toma una ducha, su silueta se ve por medio de sombras, mostrando sus bien formados pechos; en otros números, aparece en bikini o con vestidos ajustados confirmando su bien ganada posición en el concurso de belleza).
Vendrían otras cintas mejores ( “Remolino” o “La cárcel de Cananea”), pero Agustín nunca se desarrollaría para dar alguna pista de que llegaría a alcanzar otros niveles como actor. La muerte que le llegó prematuramente por su homicidio en 1960 detuvo lo que hubiera sido una carrera más larga (que luego sería continuada por otro hijo de don Raúl: Rodolfo de Anda). Quizás se hubiera tornado director y productor. Tal vez...
Nunca lo sabremos: solamente es seguro el amor y la confianza que le tuvo su poderoso padre quien debió haber lamentado la frustración de sus planes y la pérdida de otra estrella que, de todas maneras, ya había colocado en el lapso de cuatro años. “Bataclán mexicano” es una mala película, pero resulta toda una curiosidad por razones extracinematográficas.
P.D. La copia que se exhibe en el canal Cine Mexicano ha perdido el Eastmancolor original como ha sucedido en otros casos lamentables: "Señoritas", “Caras nuevas”, “¿Con quién andan nuestras hijas?” por mencionar tres títulos, además del tratado en este artículo. Es el mismo caso del Cinemascope: estamos condenados a no volver a ver “La doncella de piedra”, “Talpa” “Sed de amor”, “Ánimas Trujano” o “Tizoc” en pantalla ancha, tal como fueron concebidas.