martes, 19 de abril de 2011

LA SOMBRA DE LA DUDA


ANATOMÍA DE UN ASESINATO
(Anatomy of a Murder)
1959. Dir. Otto Preminger.




En estos maravillosos momentos vacacionales cuando el tiempo parece alargarse (y debo subrayar que “parece” porque en realidad sigue siendo tan cruel y más apresurado) uno dedica espacio y energía a las revisiones de películas entrañables con mayor énfasis. “Anatomía de un asesinato” es la película 28 del realizador Otto Preminger (1905 – 1986)
basada en una popular novela de John D. Voelker (bajo el seudónimo de Robert Traver) con guión de Wendell Mayes (quien también escribiría otras cintas con Preminger: “Tormenta sobre Washington” de 1962 y “Primera victoria” de 1965).

La película narra el juicio al que es sometido el teniente Manion (Ben Gazzara) luego de haber asesinado al dueño de un hotel – cantina. El hombre asegura que perdió los estribos cuando se enteró que la víctima había violado a su mujer, Laura (Lee Remick). Un abogado, Biegler (James Stewart) toma la defensa porque se interesa en el caso y piensa que hubo un impulso incontrolable, un problema que puso fuera de quicio al victimario. El fiscal de distrito, Dancer (George C. Scott), ataca este pretexto. La situación es bastante ambigua hasta que en un momento del juicio testifica quien era la gerente del hotel, Mary (Kathryn Grant), tomada por todos como amante del difunto cuando en realidad era su hija. Convencida de su deber moral y ético, entrega como prueba los calzones rasgados de Laura que había encontrado en la lavandería del hotel, a pesar de que así estaba permitiendo la libertad del asesino de su padre. Con esta prueba contundente, Manion queda libre.

La cinta se nota obsoleta en cuanto al tratamiento fílmico de un juicio al estilo norteamericano. Muchas series de televisión y tantas otras películas han eficientado (y hasta sublimado) estas secuencias. Sin embargo, lo más notable de “Anatomía de un asesinato” es que era bastante audaz para su tiempo al mostrar la manipulación de la ley tanto de la parte acusadora como defensora. Las tácticas para ocultar datos o la manera de interrogar para dejar en duda o guiar al jurado. El uso de testigos convencionales y otros inesperados. Igualmente la forma en que se hablaba de la sexualidad: la violación, la espermatogénesis, la penetración. Y sobre todo, los calzones. Para su tiempo, la palabra “panties” no era común en el cine norteamericano. Hay una secuencia donde el juez mismo exhorta al auditorio a reírse del término, en dicho momento que lo menciona, pero que sancionará a quien lo haga posteriormente. Esto era usual en el provocador Preminger quien ya había hablado de la virginidad en 1953 (“La luna es azul”) y de la adicción a las drogas en 1955 (“El hombre del brazo de oro”).

Sin embargo, lo que más apasiona y queda en la memoria del espectador es la sombra de la duda. El personaje de Laura es una mujer coqueta, que se embriaga, viste retadoramente. Manion, su marido, es un hombre que le gusta verla seductora pero se molesta cuando otros hablan de ella o la miran. Su relación es de amor-odio. Cuando ella habla con el abogado, trae un ojo amoratado. El espectador imagina que pudo haberla golpeado su violador o el mismo teniente. Cuando ella narra cómo ocurrió el hecho, uno imagina que puso todo de su parte para excitar al cantinero. Las acciones de la mujer, mientras el marido está en prisión, siguen siendo de escapar del aburrimiento yendo a embriagarse con otros soldados. La misma entrega de los calzones rasgados pudo haber sido hecha por Manion o su esposa al tirarlos por el cubo de lavandería del hotel. Más que nada, la presencia de un testigo, otro compañero de cárcel de Manion quien revela que el teniente ha comentado que tiene a todos engañados. Es la gran cualidad de la película. Mostrar un hecho que aparentemente es evidente y luego irle dando vueltas de tuerca hasta que queda la duda. La cinta termina y se pregunta cuál lado hubiera escogido si perteneciese al jurado de la trama.

La historia detrás de la filmación tiene sus puntos de interés según relata Foster Hirsch en su biografía del realizador "Preminger - The Man Who Would Be King" : Preminger había pensado en Lee Remick
luego de verla en “Un rostro en la muchedumbre” de Kazan y “Noche larga y febril” de Ritt. Era una actriz novata con mucho talento. Estaba embarazada aunque a punto de tener su bebé por lo que Preminger le dijo que no habría problema. Sin embargo, surgió la posibilidad de que Lana Turner interpretara a Laura. Preminger platicó con Remick la alternativa de que aceptara un rol más pequeño pero la actriz se arriesgó a negarse. Cuando Lana Turner se puso exigente con su vestuario: quería que Jean Louis, un famoso modisto, le diseñara la ropa común y corriente que una esposa de militar vestiría. El realizador se molestó y volvió a hablar con Remick.

Los otros papeles del teniente Manion y del fiscal Dancer cayeron respectivamente en Ben Gazzara
actor aclamado en Broadway y reconocido en cine con su primera película “El rencoroso” de Garfein; y en George C. Scott
con más experiencia en teatro y televisión, quien solicitó específicamente ese rol a lo cual Preminger respondió con un inesperado “sí” ya que Scott pensaba que simplemente lo rechazaría. Sin embargo, un papel principal: el del juez Weaver fue interpretado por un abogado de Boston llamado Joseph N. Welch
quien entonces tenía 68 años de edad, pero se había distinguido por retar públicamente al siniestro senador McCarthy, responsable junto con Richard M. Nixon y otros sujetos deleznables, de la cacería de brujas que provocó graves daños a escritores, actores, directores de la escena, de la televisión, del cine, en los años cincuenta, para provocar su caída y luego su eliminación.

Todas estas anécdotas son colaterales y sin importancia para el valor de la película en sí misma, pero dan idea del mecanismo que hay detrás de las producciones de Hollywood. Hay ocasiones en que son más interesantes las formas y los caminos que llevaron a la filmación de una cinta que su trama. Aquí no es el caso: “Anatomía de un asesinato” con todo lo artificial que nos parezca ahora; con la imagen nimia de una audacia tonta para los ojos del siglo XXI; con el grupo de estrellas que en su momento fueron significativas, luego crecieron mucho, pero con el paso del implacable tiempo, sus muertes o su decadencia por la edad, ahora no digan nada a los admiradores de los Coen y de Tarantino. No obstante, nunca olvidemos que todo el cine del hoy es producto innegable de un pasado. La cinta se consigue fácilmente en DVD barato: es cuestión de buscarla.