domingo, 10 de abril de 2011

EL INMENSO OCÉANO


SIN MEMORIA
2008. Dir. Sebastián Borensztein.


Tenía cierta flojera de ver esta película (aunque iba a hacerlo de todos modos por disciplina profesional) ya que imaginaba que era un refrito de “Amnesia” (Memento, Nolan, 2000) y cualquier otra película de Hollywood que tratase el tema (“Gothika”, “Bourne”, hasta “El pago” de John Woo, por no irme más atrás hasta Hitchcock con “Cuéntame tu vida”). Luego leí una nota estúpida sobre la película donde el que escribe se lanza a hablar de lo que menos importa, y eso me puso más en alerta. Fue una inesperada sorpresa sin dejar de establecer que es una cinta menor.

Aunque la película trata temas ya conocidos (¿cuál no ha sido recreado ya luego de siglos de narrativa?, siempre insisto: lo que importa es la forma en que se releen las historias), no peca de pretenciosa ni tampoco se regodea en la intriga detectivesca. Por supuesto que le da lugar al melodrama (¡no sería cine mexicano!, aunque su director sea sudamericano) pero ni exagera ni lo deja sin redondear. El argumento inicia con Beto (Guillermo Iván) quien despierta amnésico luego de haber sufrido algún golpe. Un pasaporte le da el nombre de “Marcelo Peralta” pero luego descubre que en realidad es Alberto Santos, inspector de policía, en un país que no se define como México. Paulatinamente irá descubriendo la verdad: su relación con una mesera llamada Mónica (Martha Higareda), su pasado como hijo de policía suicida, su relación con una trampa con narcotraficantes que viene a ser el motivo de toda la trama.

Muy bien filmada (en Distrito Federal y Guanajuato), estamos ante un caso de cinta de acción que se centra en la cuestión afectiva del personaje central. De ahí sus impulsos y que, como todo héroe que se respete, recuerde siempre (y finalmente, al recuperar su pasado) el momento en que fue feliz y tuvo alguna esperanza de mejorar su vida.
A nivel narrativo, la película logra resolver los distintos planos temporales. Beto recuerda en gris durante la primera etapa de su amnesia; luego de sufrir otro golpe, la recuperación de la memoria es en color y sus retrocesos respectivos aparecen acromáticos. Los personajes corruptos, las sorpresas finales, la relación de pareja no pueden revelarse en este escrito porque quitaría el descubrimiento al espectador.

La cinta inicia y termina con las palabras de Beto: “Recorrer los laberintos de la memoria es tan difícil como despertar en la inmensidad del océano”. Todo está bien construido y las imágenes complementan ese discurso, sobre todo cuando nos recuerdan aquello que le dio sentido a su existencia. Al sumergirse en los personajes como en ese océano cristalino, el argentino Borensztein
ofrece un decoroso debut en el cine mexicano luego de haber obtenido triunfos por la televisión (“Tiempo final”) y por su ópera prima "La suerte está echada" , filmada en Argentina. Y no me alargo más, porque creo que ya les he comentado lo suficiente para animarlos a que la vean…