domingo, 21 de agosto de 2011

LA ACADEMIA 2011


Vi el inicio de este programa que intenta preparar a las nuevas estrellas del espectáculo televisivo (no siento que tenga otras aspiraciones). Comparo con los recuerdos de otras ediciones cuando surgieron verdaderos talentos como Víctor García
Raúl Sandoval

Yuridia

o Carlos Rivera

y con la variante norteamericana de "American Idol" y es notoria la degradación. Siempre se ha jugado con las emociones primarias y la sensiblería del espectador en este negocio redondo (la gente llama y paga por su voto: el programa de repente cambia las reglas y las llamadas no valen, por ejemplo, pero el público ya pagó y los aztecos ganaron).

En el programa norteamericano se hace mofa de las audiciones de seres que hay que ver para creer: patéticos que están tan ciegos que se ofenden si se les rechaza. Luego, de manera simple, se muestra a los concursantes en situaciones de casa, pero sin necesidad de chantajes sentimentaloides. En este primer programa se pudieron ver los estereotipos más ramplones en los aspirantes a llegar a la final con la oportunidad y promesa de fama y fortuna: un jovencito de quince años, bastante llorón, al que vistieron con smoking y le pusieron a cantar un tema del otro explotado y sobrevalorado Bocelli; una muchachita con lentes, vestido de quinceañera y los gestos del rostro al estilo Lucerito; la cubana arraigada en Oaxaca que lució pierna y cantó "El yerbero moderno"; los típicos émulos de Joan Sebastian, Alejandro Fernández, Yuri, etcétera.

Los críticos dan sus opiniones y se pelean entre ellos; el director y los maestros protestan. El conductor sudamericano acompañado ahora de Bibi Gaytán resurgida de las cenizas le da el tono de comedia y melodrama que requiera la situación determinada.
Hubo el momento de "seriedad" cuando el director (Eduardo Capetillo, esposo de la Gaytán y cuñado del crítico Chacho Gaytán) llamó la atención a una alumna que le faltó al respeto a la vestuarista (y al ver su vestido, uno le da la razón a la chamaca).

Lo mejor fue el final: tres gordos con voces de primera, bien entonados y afinados, cantaron un tema de Juan Gabriel. El crítico Arturo López Gavito
dio la referencia del Cuarteto Ruffino (quienes eran todos gordos) para solicitar una futura interpretación de "Luna de miel en Puerto Rico" que se acogió con agrado dejando fuera el tono de sarcasmo e ironía para mencionar indirectamente los excesos de kilos en los participantes.



(Este es uno de los gordos).

Quiero seguir viendo a estos tres gordos y a uno que otro de los demás aspirantes (un joven poblano con excelente voz; una chica veracruzana)pero sin tener que soportar todo el programa.

Si Televisa es patética, en general, Televisión Azteca es todavía peor.