jueves, 22 de diciembre de 2011

DIABLO PANZÓN


PASTORELA
2009. Dir. Emilio Portes.


Chucho (Joaquín Cosío) es un agente judicial que siempre ha interpretado al Diablo en la pastorela de su iglesia. La muerte del sacerdote titular trae consigo el nombramiento de un nuevo párroco, Edmundo (Carlos Cobos), que hace cambios radicales: ahora será un compadre del judicial, Bulmaro (Eduardo España), quien personifique al ser infernal lo que produce un desequilibrio en las tradiciones de la comunidad. Una confusión hace que Bulmaro sea considerado como el asesino de un subprocurador, lo que lleva a que sean encarcelados muchas personas vestidas como diablos, y un exorcismo no terminado de Edmundo, hace que el demonio que poseía a su víctima (un desaprovechado Héctor Jiménez) quede suelto para llegar a un final excesivo.

El segundo largometraje de Emilio Portes (Conozca la cabeza de Juan Pérez, 2004) quiere ser transgresor en una época cuando los límites de honestidad y moralidad, y todo aquello que podría ser atacado, han sido rebasados hasta el cansancio (y el público que se escandalizaría no va a ver este tipo de películas: ellos ven El gran milagro). Tiene el mismo defecto que su ópera prima: la comicidad deriva de verborrea y palabrotas más que de situaciones y sugerencias. Los personajes son estereotipados: la monja que fornica con el sacerdote, fuma y es tan corrupta como los personajes que representan a la iglesia; los judiciales que torturan a sus víctimas mientras hablan de otros asuntos. Lo que se presenta como novedoso es la repetición de las mismas fórmulas en esfuerzos que terminan yendo contra sí mismos con el afán de conseguir la atención de un público que ya no ve cine mexicano. Uno ya no cree en este tipo de denuncia social por medio del cine, ni siquiera a través de la comicidad.

El reparto tiene a varios de los actores probados en teatro (y otras películas) que, por desgracia, han caído en el estereotipo, pero ya sin el carisma ni el misterio del sistema estelar de antaño cuando se aceptaba en verdaderas personalidades. Joaquín Cosio es el eterno violento; Ana Serradilla es la puta constante; Carlos Cobos y Eduardo España son los pequeños seres con voces chillonas.

Pastorela es otro de los grandísimo fracasos del cine nacional estrenado en 2011 y otro énfasis en realizadores que "hacen" cine en lugar de "vivir" y "amar" al cine como este Emilio Portes, bisnieto del expresidente Emilio Portes Gil (quien en su tiempo confesó públicamente ser creyente: ahora llega su "irreverente" descendiente). Se equipara con Tequila (Sánchez Suárez, 2010) al ser producciones millonarias que desean recuperar géneros cuando el tiempo y la distancia (además de Hollywood) los han destrozado para los nuevos espectadores. Tenemos una cinematografía desechable (salvo honrosas, humildes y menos pretenciosas producciones): úsese y tírese, no hay mayor valor ni trascendencia.