lunes, 19 de diciembre de 2011

FAMILIAS DE ARTISTAS


VÍCTOR MANUEL “GÜERO” CASTRO
(1924 – 2011)


El reciente fallecimiento del “Güero” Castro pone en evidencia y nos recuerda lo que eran las dinastías artísticas de antaño (independientemente del tipo de arte que se desee: en este caso, me refiero a lo popular) que iniciaban por la compañía de opereta y zarzuela, la carpa, el teatro "serio" o de revista, para luego ir, si acaso, posicionándose en el cabaret, la radio o el cine. Padres a hijos que se heredaban una forma de vivir porque se sentían atraídos a la profesión familiar y, si tenían el talento (o la gracia; y en muchos casos, como sucede actualmente, el padrino, la madrina o el azar), ser extensión natural de ellos. El caso más evidente es el de los Soler con calidad uniforme y el teatro prestigioso como base común.

Eduardo Arozamena (1877 – 1951) conocido como “El nanche”
fue cantante y se distinguió como barítono. Apareció en el incipiente cine mexicano silente en la película La soñadora (que codirigió con Enrique Rosas en 1917) y aparte de estar en los escenarios teatrales viajó a Hollywood donde participó en, por ejemplo, la versión hispana de Drácula (Melford, 1931)
interpretando el rol del profesor Van Helsing. De vuelta a México, inició una larga carrera con roles secundarios en el cine mexicano hasta el año de su muerte. Don Eduardo se casó con la tiple Clemencia Sánchez, con la cual tuvo seis hijos, todos dedicados al arte de alguna u otra forma: entre ellos a Juan (autor de “Las chiapanecas”), Lupe (actriz y bailarina) y Amparo, la menor (distinguida como versátil actriz, aunque más encaminada hacia la comedia).

Manuel Castro Padilla (1890 – 1940) fue compositor. Según la "Enciclopedia de México" estudió con maestros particulares y en 1918 tuvo gran éxito con la revista musical “La tierra de los volcanes” para Roberto Soto, apodado “El panzón” (y padre del futuro cómico “Mantequilla”). Casó con la bailarina Guadalupe Arozamena (1904 – 1997) a la cual abandonó cuando estaba embarazada del que sería su único hijo, aunque con el paso del tiempo se reconciliaron y el niño volvió a su lado. Castro Padilla fue todo un personaje que, según narra el maestro Silvino Jaramillo, usaba fragmentos de obras clásicas en sus arreglos. Organizó un festejo en conmemoración del centenario de la consumación de la independencia y fue el responsable de los fondos musicales de películas como El compadre Mendoza , Sor Juana Inés de la Cruz o Águila o sol, entre otras. En 1940 fue asesinado porque “ofendió” a unos líderes sindicales en una de sus revistas musicales paródicas.

Víctor Manuel “Güero” Castro
fue ese hijo de Manuel y Guadalupe. Tenía apenas dieciséis años cuando muere su padre por lo que dejó sus planes de estudiar una carrera. Entró, entonces, a trabajar para el sostenimiento de su familia. Fue bailarín (se le puede ver como comparsa en algunas de las películas con Rosa Carmina, Meche Barba o Ninón Sevilla) hasta que comenzó a tener participaciones pequeñas en algunas películas. Mientras tanto, era el teatro y la televisión (sobre todo; lo recuerdo en muchos programas cómicos de antaño) donde se encontraba con más facilidad. Fue cuando inició su carrera como escritor o guionista. En teatro sobresalió por obras picarescas y audaces para su tiempo y fue precisamente Las ficheras que pasó al cine como Bellas de noche (Delgado, 1974 para crear un subgénero derivado del cine de cabaret y perdición propiciado por Cinematográfica Calderón desde los años cuarenta.

Su “trancazo comercial” como director fue con La pulquería (1980)
exitosísima variante que se conoció como “sexycomedia” con elementos fantásticos (el diablo llegaba a la tierra para que un suicida potencial le enseñara el significado del amor a cambio de curarle la impotencia sexual) sin dejar de lado albures, palabrotas y desnudos femeninos. A partir de ahí vinieron secuelas, otros éxitos, hasta que el género (con el cine mexicano total) cayó en la decadencia. Ya no era el cabaret con sus muchachas sino diversificaciones: Macho que ladra no muerde, El mofles, Los plomeros, Dos camioneros con suerte. En 1991 intentó una cinta “seria” (repitiendo el argumento de los melodramas Noche de ronda, Cortázar, 1942 y La mesera del café del puerto, Orol, 1954) llamada Noches de ronda (Bolero) cuando el cine nacional ya no tenía remedio. Una gran curiosidad que debe destacarse es que la cinta con la cual debutó: Sexo contra sexo (1980) ha sido el último título en la filmografía de ¡Sara García!

Hasta 2007 no dejó de escribir, producir y dirigir “videohomes” que seguían la corriente del albur, el chiste con doble sentido, los desnudos femeninos y repartos con tanta estrella que apoyó y llevó a la fama: Alberto Rojas, Rafael Inclán, Alfonso Zayas entre tantos. El “Güero” Castro será objeto de valorización dentro de la picardía mexicana dentro de la cultura popular del siglo XX. Su trabajo como actor fuera de este género (películas con Clavillazo, Tin Tan, Piporro, aunque en roles pequeños) es harina de otro costal: los actores secundarios nacionales. El tiempo cambia todo con la nostalgia. Lo que fue vulgar en un momento se ha tornado entrañable: sucedió con Tin Tan y Resortes, por ejemplo (o la música grupera y las canciones de arrabal que traspasaron barreras sociales). Es cuestión de generaciones y de pasiones particulares. Para seguir con el tema inicial de este pequeño ensayo, dos hijas de Castro se casaron con sendos cómicos emblemáticos de cierta época: Manuel “Flaco” Ibáñez y César Bono, intérpretes de muchas películas dirigidas por Castro. La mata sigue dando frutos aunque su valor será analizado por alguien allá en las postrimerías del siglo en que vivimos (si todavía existe alguien a quien le interese). Descanse en paz.


-Muy bien diablo ¿y entonces por qué te me apareciste?
-Porque ibas a cometer la estupidez de suicidarte y hay algo que quiero saber.
-Se supone que el Diablo sabe todo
-Sí, casi todo, pero hay algo de los mortales que no entiendo…
-A mí se me hace que eres un diablo medio pendejo…
-Pendejo, pendejo, pero no me ando suicidando…

Diálogo entre Gerardo (Jorge Rivero) y el Diablo (Alfonso Zayas) en La pulquería (Víctor Manuel Castro, 1980).