miércoles, 7 de diciembre de 2011

SABROSA DISFUNCIÓN


LABIOS ROJOS
2007. Dir. Rafa Lara.


Ricardo (Jorge Salinas) recuerda el momento en que se volvió “hombre” al descubrir la masturbación. Posteriormente, pasó de la fantasía manual a la realidad corporal con varias mujeres hasta que encontró a Blanca (Silvia Navarro) con sus fetichistas labios rojos a la cual desposó. Los hijos, el trabajo y los compromisos naturales hicieron que el romanticismo se fuera volando. Luego, al ser llamado a otra agencia publicitaria (era productor creativo) mejoró su situación económica pero se incrementó su carga laboral, encontró un jefe exigente, clientes insoportables y comenzó con problemas de disfunción eréctil y el cansancio de tener relaciones sexuales.
El argumento sigue entre las sospechas de Blanca por una supuesta infidelidad del marido y las tentaciones y sugerencias que recibe Ricardo por parte de amigos y compañeras de trabajo.

Lo que podría ser una comedia vulgar, plena de estereotipos y lugares comunes (como las cintas de Sariñana, por ejemplo) se convierte en una película con excelente ritmo y buenísima factura. La picardía no ocurre por chistes que no estallan porque son pólvora remojada (al estilo de No eres tú, soy yo de Springall –una lástima-) sino en sugerencias y actitudes. Los hechos son consecuencia de equivocaciones inoportunas y algunas secuencias que en otras manos habrían sido pretenciosos remedos de acción (como Seres: génesis de Ángel Mario Hueco) o sugerencias eróticas desperdiciadas (como Cansada de besar sapos de Jorge Colón), aquí tienen una extraordinaria solvencia narrativa: la persecución en el periférico, las compras en la “sex shop” o los fallidos intentos de Blanca por recuperar a su amado ya sea con cremas o falsos brujos.


Jorge Salinas, usualmente de pesadita presencia (aquí tiene, además, cierto sobrepeso físico aunque no se nota tan acabado como en la telenovela en que actualmente se presenta), se encuentra contenido. Silvia Navarro, mismo caso de actriz antipática, no se va a sus extremos telenovelescos usuales (“Cabeza de Buda”). Fernando Luján, como un exigente español que vive usando el verbo “cagar” para denotar su nacionalidad, demuestra que su talento siempre estuvo presente y los años lo cimentaron.
Estos invaluables logros de equilibrio actoral se deben indudablemente a la buena mano del director Rafa Lara
quien ha sido en extremo inteligente para seguir una carrera discreta pero efectiva (La milagrosa se exhibió hace unos meses, tenía producción colombiana y distribución internacional) y es otro caso inusual como Jesús-Mario Lozano, Nicolás Pereda o Gerardo Naranjo, dentro de los escasos directores del neocine mexicano que valen la pena admirar y esperar sus películas porque, al menos, tendrán algo que decir sin caer en la aspiración o la copia de Hollywood. Labios rojos nos llega cuatro años después de ser filmada pero no afecta a su propuesta temática.

Comentada por ignorantes del cine mexicano y despreciada como un producto de “lugares comunes” que quedan demostrados, irónicamente, en sus propios escritos, la película es un respiro de aire fresco entre tanta mala producción nacional que nos ha invadido en los últimos meses tipo Tequila, Crepúsculo rojo y tantos etcéteras. No la deje morir y alcáncela en las salas de cine, todavía.