domingo, 25 de diciembre de 2011

LA MEJOR PELÍCULA DEL AÑO





LA PIEL QUE HABITO
2011. Dir. Pedro Almodóvar.


Advertencia: Si no ha visto la película, este artículo revela la trama.

Jean Renoir dijo que los grandes directores hacían la misma película una y otra vez. La piel que habito viene a comprobar la grandeza de Pedro Almodóvar, un realizador singular en la historia del cine que comenzó como provocador escandaloso para ir madurando y continuar llegando a extremos en sus argumentos pero tan bien pensados que deslumbran. Si alguien quiere saber lo que significa la narración cinematográfica (estructura, tiempos, ritmos) simplemente necesita entrar de lleno en el mundo creado por este realizador.

La misma película porque está la obsesión amorosa. Hay personajes que van más allá de lo que se considera “normal”. Tenemos la situación retorcida. El aspecto sexual es básico para disparar las acciones. Los protagonistas pertenecen a clases contrastantes: muy ricos o sin recursos. Las referencias cinematográficas o musicales o pictóricas: arte en general que también va hacia el clasicismo o permanece en un presente posmoderno. También está el sentido de cambio: la evolución de vida porque estos personajes no podrán seguir en iguales condiciones.

Almodóvar es narrativo.
Le gusta ser una Scheherezada de estos tiempos aunque tenemos la desgracia que no nos cuente sus historias noche tras noche: hay que esperar a la siguiente película. Vale la pena perdonarle la vida para que vuelva a descubrirnos otro argumento magnético, atrayente, excitante. En estos tiempos cuando hay quienes utilizan al cine para sus masturbaciones visuales y regodearse con la imagen, olvidando que al espectador se le atrapa gracias a la trama.

Basándose en una novela negra y ácida del francés Thierry Jonquet, Almodóvar nos narra la historia del Dr. Robert Ledgard (Antonio Banderas) quien tiene en cautiverio a Vera (Elena Anaya)
la cual ha sido su conejillo de indias en la creación de una piel sintética y dura. Ledgard depende de su fiel ama de llaves, Marilia (Marisa Paredes).
Cuando llega el hijo fugitivo de Marilia, Zeca (Roberto Álamo),
se da cuenta de que está Vera cuyo rostro es semejante al de la difunta esposa de Ledgard, por lo que somete a su madre y viola a Vera. En este momento llega el médico quien mata al hombre (luego se deshace del cuerpo). Esa noche Vera y Ledgard duermen juntos.

Hay un retroceso en el tiempo para enterarnos de muchas cosas: 1) La esposa de Ledgard escapó con Zeca pero tuvieron un accidente automovilístico donde el auto explotó en llamas: Zeca pudo escapar. Ledgard la rescató, aunque estaba toda quemada, y así comenzó su búsqueda de una piel adecuada para restaurarle su cuerpo. 2) Norma era la hija de Ledgard, con débil personalidad, que fue testigo de la muerte de su madre cuando ésta se dio cuenta de su monstruosidad. 3) Norma fue atacada por un joven en una fiesta y dejada insconsciente. Cuando Ledgard la encontró, la muchacha tuvo un ataque de nervios que incrementó su mal estado mental hasta que se suicidó. 4) Ledgard encontró y secuestró al joven Vicente (Jan Cornet)
para luego realizarle una operación de cambio de sexo, aplicarle su nueva piel sintética, darle los rasgos de su difunta esposa y ponerle el nombre de Vera. Luego de esta noche, el médico permite que Vera salga de compras. Confía en ella
pero en realidad es Vicente quien anhela regresar al lado de su madre. Él había sido reportado como desaparecido aunque la madre nunca perdió esperanzas. Luego de matar a Marilia y a Ledgard, se dirige a la tienda de su madre.


Una trama tan irreal solamente podría ser manejada por alguien con la sensibilidad almodovariana. En otras manos hubiera caído en el tremendismo dejando de lado el melodrama, tan querido y respetado por el realizador. Debido a eso sus películas son tan ricas en detalles de anécdota. Uno puede resumir la larga sinopsis en “un médico secuestra al violador de su hija para efectuarle un cambio de sexo como venganza pero también como redención personal”.

Se esperaría que le efectuara la operación como una venganza extrema en lugar de quitarle simplemente la vida o castrarle. Uno no puede explicarse el motivo de que Ledgard vaya cambiando de sentimiento respecto a su víctima sin considerar su propio ego: la experimentación con la piel creada es una forma de recompensar a su narcisismo: la muerte inesperada de Gala dejó trunco su reto científico. Ahora tiene una forma de comprobarlo. El ultraje a Norma podrá compensarse al penetrar a Vicente, ahora Vera.
Y Vicente ya no es el hombre que abusó de una mujer sino el medio femenino para consumar el amor de su vida que fue Gala, renacida en el cuerpo transexuado, arreglado con una piel insensible, representada por un rostro vuelto a construir. Ya no es el mito de Frankenstein para el científico que se siente Dios; ahora es el científico cuya vida fue destrozada al perder a la mujer que era el amor de su vida: es la ciencia la que le permite recurrir al milagro.

Es la obsesión amorosa que tenía Scotty (James Stewart) por la difunta y rubia Madeleine (Kim Novak) en Vértigo (Hitchcock, 1958) por lo que al encontrar a la pelirroja y vulgar Judy (Kim Novak) quien era la persona real que representó a la primera dentro de un trato criminal, empieza a llevar a cabo una transformación física para resucitar a la muerta. Es la atracción inusitada que el detective Mark (Dana Andrews) sentía por la supuestamente difunta Laura (Gene Tierney) por lo que al saberla viva buscaba la manera de tenerla a su lado, en Laura (Otto Preminger, 1944). Es la fantasía masturbatoria de Archibaldo de la Cruz (Ernesto Alonso) al quemar el maniquí de Lavinia (Miroslava) con sus ropas en Ensayo de un crimen (Buñuel, 1955).

Estamos en el polo opuesto a una de las referencias que más se han comentado por los críticos serios de esta película con Los ojos sin cara (Les yeux sans visage, Franju, 1960) pero que el mismo Almodóvar ha negado. En esta cinta el científico protagonista secuestraba jovencitas para extirparles la piel facial e implantarla sobre el rostro desfigurado de su hija. No es la ciencia en sí misma ni el cuento de horror. Es lo que Almodóvar ha demostrado a lo largo de su carrera porque el amor es el motor de todas las acciones y hechos. Acuérdese de las cintas de Almodóvar y dígame si no es cierto. Por eso, Ledgard mira en pantalla gigante a Vera (su nueva Gala) en posiciones que recuerdan a las Venus de Tiziano y Velázquez
que adornan de manera también gigantesca sus paredes: el voyeurismo o, simplemente, el objeto amoroso que todavía se mira lejano, virtual, inalcanzable hasta que llegue el momento de cruzar los cuerpos.

Cuando Ledgard besa y penetra a Vera ha logrado recuperar a la mujer que le fue infiel, sufrió y murió (aunque nosotros como espectadores no dejamos de lado el hecho de que está copulando con un hombre para comprender su delirio más allá de límites, moral, "normalidades"). Es el romanticismo llevado a extremos impensados sin caer en la ridiculez y dentro de este mundo posmoderno donde los cuentos de Scheherezada necesitan matices para un mundo que ya no es sencillo ni vive en la fantasía e inocencia del pasado.
Hay tanto que decir (las actuaciones soberbias de un Banderas indiferente, una Anaya equilibrada, una Paredes vivísima; la fotografía impecable y la música adecuadísima; los homenajes a Louis Bourget; el Toledo 2012 anticipado...) pero eso ya le corresponderá a cada uno de los espectadores. Obra maestra. Junto con "El árbol de la vida" estamos ante la mejor película del año que se nos escapa de las manos como arena entre los dedos...

Nota: Otro caso sería el personaje de Vicente, ahora Vera, porque su transformación ha sido radical. Da lugar a uno de los finales más tristes (y más justos si consideramos que es una especie de castigo a su estupidez) en la historia del cine al decirle a su madre "Soy Vicente" , antes del oscurecimiento de pantalla que da camino a los créditos...