LONDRES BAJO FUEGO
(London Has Fallen)2016. Dir. Babak Najafi.
Hace
tres años escribí sobre "Olimpo bajo fuego"
(Olympus Has Fallen, 2013, Antoine Fuqua): “Lo que sería un mero discurso de la hegemonía
norteamericana respecto a su posición como el gran país del mundo se convierte en gran entretenimiento y en otro episodio más de la
serie con el súperheroe invencible y sobrenaturalmente invulnerable. Mike
Banning (Gerard Butler en su mejor momento físico) es un agente del servicio
secreto que cae de la gracia de su gran amigo, el Presidente de los Estados
Unidos (Aaron Eckhart), luego de una tragedia inesperada. Año y medio más
tarde, Banning hace trabajo de oficina mientras la Casa Blanca sufre otro
inesperado ataque que secuestra al mandatario y que hace que el ex agente pueda
vivir su redención salvándolo”.
Ahora,
Banning está casado y es el jefe de vigilancia del presidente. Se encuentra
tomando la decisión de renunciar porque su esposa está a punto de tener un bebé
y desea otro tipo de vida. Sin embargo, la noche previa a que escriba su carta
de dimisión, es notificado por su jefa que el mandatario deberá viajar
inesperadamente a un funeral de estado a Londres. Antes de que esto suceda,
hemos sido testigos de un prólogo donde un blanco en el medio oriente es
bombardeado porque ahí se encuentra uno de los criminales más buscados, sin que
importa la presencia de una niña en los alrededores.
El Presidente llega a Londres y
repentinamente comienzan ataques multitudinarios que asesinan a la jefa de
estado alemana, al primer ministro canadiense, a una personalidad japonesa,
entre otros. Banning y su jefa protegen al Presidente norteamericano
encontrando muchos obstáculos en el camino ya que se han intervenido las
centrales eléctricas y de comunicaciones. Lo que desea el enemigo es capturar
al mandatario norteamericano y matarlo por internet.
En la cinta previa los villanos eran
coreanos y en este caso pertenecen al contorno islámico. Durante la cinta
comienzan a surgir los dilemas morales usuales en este tipo de discursos:
¿Quién tiene la razón? La visión triunfalista de occidente (permanece esa insistencia en la hegemonía suprema de los Estados Unidos) habla de la gente
inocente que ha sido muerta por otros intereses sin que haya, por lo tanto,
reflexión sobre el bando contrario: al atacar al enemigo muere mucha gente
inocente. El pretexto reside en que el villano es criminal sádico y sus
acciones se basan en la venganza personal. Sin embargo, esa posición de Hollywood ante los momentos bélicos ha sido constante (Segunda Guerra Mundial, Corea, Vietnam)...
Mientras tanto, los efectos especiales
son extraordinarios. Igual que en la cinta previa éramos testigos de la
destrucción de la Casa Blanca, ahora Londres sufre la pérdida de sus puentes
sobre el Támesis, además del ataque a edificios que ya son legados de la
humanidad. Mientras tanto, la acción es constante y estridente, con toda la
apariencia de un videojuego. Es el tipo de película que apasiona al espectador
sin que se le solicite reflexión ética o moral cuando, por ejemplo, el
vicepresidente expresa al enemigo: “A
aquellos que amenacen nuestra libertad, lo enfrentaremos y, sin equivocarnos, los
encontraremos y destruiremos”.
En esta cinta Gerard Butler sigue
luciendo una extraordinaria presencia física aunque el rostro ya tiene más
arrugas: su personaje se vuelve contundente en cinismo y arrojo, además de
mostrarse implacable y cruel ante los enemigos que asesina. Aaron Eckhart y
Morgan Freeman repiten sus roles como presidente y vicepresidente
norteamericanos. En el caso del staff presidencial vuelven a aparecer Melissa
Leo y Robert Forster, aunque vienen a ser meros adornos icónicos, sin diálogos
ni mayor trascendencia.
Realizada por Babak Najafi, un
realizador de origen iraní, aunque su carrera se ha desarrollado sobre todo en
Suecia, distinguido por su manejo de la acción (Dinero fácil 2, 2012) que ahora muestra con un gran presupuesto.
Uno extraña al riguroso Fuqua de la cinta previa, pero aquí se repite
la premisa original del cine desde sus inicios: hay que entretener al público.
Uno se emociona, queda envuelto en la vertiginosa cascada de imágenes, acciones
y situaciones que van más allá de la realidad (aunque uno teme que, de pronto,
se tornen en horripilantes verdades).