LA RUEDA DE LA MARAVILLA
(Wonder Wheel)
2017. Dir. Woody Allen
Al
inicio de este inquietante melodrama, el 48° largometraje del maestro Allen, que sucede en un
verano de los años cincuenta, aparece el narrador, Mickey (Justin Timberlake), un
salvavidas eventual que estudia arte dramático en la universidad (aunque
también será protagonista de la historia) para comentarnos que cada hombre escribe su propia tragedia,
aunque también interviene el destino. Entonces expresa “entra Carolina”
como si estuviéramos ante una pieza teatral y, efectivamente, vemos a dicho personaje (Juno Temple) subir por la rampa de Coney Island, el parque de
diversiones cercano a Manhattan, preguntando por Humpty (John Belushi), su padre. Le dicen que acuda
con su esposa que trabaja como mesera en un restaurante cercano, Ginny (Kate
Winslet). Lo hace ante la sorpresa de la mujer quien la lleva a su casa: ambas
comentan que se va a enojar y la va a correr. Cuando aparece Humpty primero despotrica
pero luego se calma: había roto relaciones con esta hija de su primer
matrimonio al decidir ella casarse con un hampón. Después de cinco años sin
comunicarse la andan buscando para matarla porque ha denunciado los crímenes de
su marido: por eso viene a solicitarle asilo: ahí no la encontrarán. Ginny le ayuda a conseguir
trabajo como mesera. Humpty cambia su actitud y empieza a forjar nuevas
ilusiones con esta hija. Ginny tiene otro hijo, un jovencito con tendencias
piromaníacas. Luego, Ginny conoce a Mickey y tras un juego de seducción, se
tornan amantes. La situación se complica cuando Mickey se encuentra con
Carolina y compara sus sentimientos sobre las dos mujeres...
Una impactante recreación
de Coney Island, años 50
La maravillosa Kate Winslet
Un excelente John Belushi
El
maestro Allen retorna a la nostalgia del pasado como en su película anterior (Café Society) porque es la atmósfera
adecuada para narrar esta disertación sobre el destino: son los tiempos cuando
acciones, objetos y vida cotidiana normaban a las personas en situación (no podría
ocurrir de igual manera en tiempos actuales). Cada personaje habla de las
decisiones que tomaron e hicieron que sus vidas tomaran otros rumbos cuyos
efectos son ahora el quehacer cotidiano. Carolina al casarse con un gangster:
del lujo y la pasión pasó a la delación por el remordimiento. Humpty tomó el
camino del alcohol aunque ahora ha permanecido sobrio y alcanzado cierta
estabilidad (que se irá perdiendo). Mickey al relacionarse con una mujer por
instinto para llevarla sin querer a la ilusión amorosa. Y finalmente, sobre
todo, a la dramática Ginny: estudiante de teatro en su juventud, actriz efímera
y nunca destacada, casada con un baterista al cual amaba y le dio un hijo (que
ahora se ha tornado problema por su afición malsana al fuego: juega un rol importante como subpersonaje) pero luego le fue
infiel, para caer con otro hombre al cual no ama pero que es un soporte
emocional o económico. Al reencontrar la pasión con un hombre joven y sensual cree
que se halla ante la posibilidad de una reinvención personal: pero interviene
el destino. Entonces, estamos ante otra reflexión sobre las decisiones
personales. Es más, Allen vuelve a las consideraciones morales sobre vida,
muerte, castigo (como en Crímenes y
pecados, La provocación, entre
otras).
Primero decisión...
...luego interviene el destino
La
casa de Humpty y Ginny está frente a la rueda de la fortuna, emblemática de
Coney Island (que sigue en pie desde 1920), que oculta el paisaje marítimo y
lanza colores sobre objetos y personas por sus luces en movimiento. Allen nos
ofrece una cinta con gran belleza visual: el color se vuelve medio
expresionista y podemos distinguir luz, sombra, pasión, dicha, melancolía (gran
aportación del fotógrafo Vittorio Storaro, colaborador de Bertolucci y muchos
otros genios). Esta frontera de la rueda de la maravilla (Wonder Wheel es su nombre en inglés) corta los espacios en dos
partes: delante de ella, el mar, el sexo, la pasión; al fondo está la casa de
amargura, decepción y engaño. Como en todas las cintas del maestro Allen existen diversos planos de interpretación y de ahí la necesidad (y placer) de
repetir la experiencia. Las canciones incluidas igualmente aportan otros
elementos de nostalgia y atmósfera. La recreación visual de Coney Island en los
años cincuenta es excepcional por los efectos especiales digitales. Retomo un
comentario del inicio: cinco personajes en el escenario de la vida: como pequeña
obra de cámara: causa y efecto.
El maestro Allen dirige a sus actores