viernes, 26 de enero de 2018

LA TRAGEDIA HONESTA


UN MINUTO DE GLORIA

(Slava / Glory)

2016. Dirs. Kristina Grozeva y Petar Valchanov.




         Tzanko (un espléndido Stefan Denolyubov) es un guardavía, tartamudo hasta la desesperación, descubre una gran cantidad de dinero tirado sobre los rieles que verifica cada día. Decide denunciarlo a las autoridades y, por tal motivo, la jefa de relaciones públicas del Ministerio de Transporte, Julia (Margita Gosheva, excelente al grado de provocar asco) decide aprovecharlo para que su jefe le entregue un reconocimiento y sirva para alejar a éste de un escándalo de corrupción. Tzanko viaja a recibir su premio: un reloj (que luego resulta defectuoso) y para ello, contra su voluntad, Julia le quita el que trae puesto, un recuerdo de su padre, un reloj simple pero con una dedicatoria “a mi querido hijo Tzanko”. Suceden dos cosas: Tzanko le comenta al ministro que conoce a quienes se roban combustible, a lo que el político no muestra interés, pero más importante: Julia le hace perdedizo su preciado reloj. Así inicia lo que será un martirio para Tzanko.





         Esta inteligente producción búlgara nos habla del juego sucio de la política a través de una burócrata ambiciosa y servil para su propio beneficio: al querer dignificar a su jefe deleznable por medio de un hombre honrado, produce que algo aparentemente sin importancia, lleve al ciudadano ejemplar a ser víctima de la corrupción que él tanto ha evitado y quiere, con toda buena intención, denunciar. El personaje de la detestable Julia es un símbolo de todo aquello que está podrido dentro de la política, los intereses creados, la falsedad de la atención y cuidado del funcionario hacia sus representados. El argumento la muestra en busca de unos embriones para poder quedar embarazada y dar a luz con la intención de embarrarle un color de humanidad y sentimiento: nada más alejado de la verdad.





La cinta es desgarradora y va mostrando el descenso hacia los infiernos de un buen hombre. No hay personaje redimible: ni el periodista que busca desenmascarar a los políticos corruptos que engaña al espectador por un momento (su atención hasta Tzenko nunca reside en el reloj perdido: no es el prójimo, es su meta personal hacia el logro de sus objetivos y así, se transforma en semejante a sus perseguidos). Cruel hasta un inesperado pero justo y paradójico final, la película es una denuncia directa sobre lo que leemos a diario acerca de la corrupción: policía, políticos, burócratas. Fiel al eslogan del poster italiano de la cinta: "no hay tiempo para los honrados", la desconocida cinematografía búlgara queda representada por una de sus mejores producciones (ganó muchos premios: hasta el del todavía salvable Festival de Locarno).