65a. Muestra Internacional de Cine
LAS HEREDERAS
2018. Dir. Marcelo
Martinessi.
Luego de un deplorable inicio con
“La casa de Jack”, retrato del infierno personal de un extremo asesino en
serie, filmada por el hiper valorado, pro nazi y sobreestimado Lars von Trier
cuyos afanes para escandalizar al espectador hacen que sus cintas se tornen
lugares comunes y excesivos hasta llegar al tedio, la 65ª. Muestra
Internacional de Cine ahora sí arranca con mucha calidad y buen tino,
solamente en nuestra Cineteca Nuevo León, con una impecable coproducción de
Paraguay con Uruguay, Brasil y varios fondos europeos, que se ganó muchos
premios en festivales prestigiosos, tanto como película y por su actriz
principal, Ana Brun.
Chiquita y Chela
Chela (Ana Brun, extraordinaria, sin experiencia fílmica y ganadora de premios imporantes) y Chiquita
(Margarita Irún) son dos mujeres cincuentonas que provienen de familias
acaudaladas pero ahora encuentran sus realidades disminuidas al acabarse el
dinero. Han vivido juntas por treinta años y se han visto en la necesidad de
empezar a vender sus objetos de valor. Las vemos arreglarse para una fiesta
donde se celebrará el cincuentenario de una amiga donde se canta y bebe: al
retornar a casa, Chela se queja del olor a tabaco y alcohol de Chiquita,
rechazándola. No obstante, Chiquita es encarcelada por una acusación de fraude
debido a faltas de pago al banco por su precaria situación. Chela queda sola.
Cuando una vecina anciana le pide que la lleve en su auto, un viejo Mercedes
que fue regalo de su padre, Chela, entonces, descubre una manera de ganarse la
vida como chofer de ancianas ociosas y ricas. Gracias a ello, conoce a Angy (Ana Ivanova),
una mujer más joven, divorciada y de ideas liberales (la hace beber y fumar,
además de contarle sobre sus amantes) que vendrá a resquebrajar su vida cerrada,
sobre todo cuando se convierta en objeto de admiración y motivadora de
sentimientos amorosos.
Chela Angy
La cinta es impecable en cuanto
atmósfera y retrato social. Sin muchos diálogos, va mostrando diversas
realidades: la cotidianidad de Chela con la desprotección consecuente que le
permitirá irse integrando a un mundo externo nunca explorado y la estancia de
Chiquita en la cárcel donde también ha levantado pasiones y ha alcanzado cierto
estatus. Las figuras de las ancianas que piden su servicio de coche a Chela,
sus comentarios incisivos sobre sus amigas, su conciencia de pertenecer a una
clase privilegiada en un Paraguay ya sometido al siglo XXI siendo ellas simples
fantasmas de un pasado ya inexistente, vienen a ser el contrapunto de quienes
ya lo han perdido todo. Los cambios que va sufriendo Chela ante este entorno
para irse adecuando a la moralidad que cultiva Angy. Y una figura entrañable,
la sirvienta Paty, de ascendencia indígena, de la cual inicialmente Chela pide
que se bañe pero luego se tornará refugio.
Chela en el esplendor perdido para ella,
ahora como "taxista" improvisada
Hay momentos
significativos: cuando la gente adinerada llega a ver los muebles y objetos de
Chela queriendo tomar ventaja. En la banda sonora se escucha, durante la
fiesta, a una mujer cantando “Mis noches sin ti”, tradicional bolero paraguayo
que podría tomarse como anticipo de lo que Chela vivirá sin Chiquita a su lado.
Por otro lado, al término, se escucha “Recuerdos de Ypacaraí” que habla de
ausencia, de preguntar dónde se encuentra el ser amado. La película disecciona
a una forma de vida que paulatinamente va desapareciendo: la familia de
abolengo paraguaya que pudo florecer y ser emblema del poder durante la larga dictadura
de Stroessner. El propio director ha mencionado que Paraguay sigue siendo una
gran prisión: aquí se retrata una especie de liberación, alejarse de la
opresión de toda una vida. Ópera prima en largometraje de su realizador,
estamos ante una extraordinaria película de una cinematografía que ha sido
escasa, prácticamente desconocida. Todo un privilegio imperdible.
La extraordinaria Ana Brun,
mejor actriz en el Festival de Berlín 2018
Marcelo Martinessi
y una ópera prima ejemplar