viernes, 11 de enero de 2019

DESCUBRIR LA LIBERTAD


65a. Muestra Internacional de Cine 

LAS HEREDERAS
2018. Dir. Marcelo Martinessi.



            Luego de un deplorable inicio con “La casa de Jack”, retrato del infierno personal de un extremo asesino en serie, filmada por el hiper valorado, pro nazi y sobreestimado Lars von Trier cuyos afanes para escandalizar al espectador hacen que sus cintas se tornen lugares comunes y excesivos hasta llegar al tedio, la 65ª. Muestra Internacional de Cine ahora sí arranca con mucha calidad y buen tino, solamente en nuestra Cineteca Nuevo León, con una impecable coproducción de Paraguay con Uruguay, Brasil y varios fondos europeos, que se ganó muchos premios en festivales prestigiosos, tanto como película y por su actriz principal, Ana Brun.

Chiquita y Chela

            Chela (Ana Brun, extraordinaria, sin experiencia fílmica y ganadora de premios imporantes) y Chiquita (Margarita Irún) son dos mujeres cincuentonas que provienen de familias acaudaladas pero ahora encuentran sus realidades disminuidas al acabarse el dinero. Han vivido juntas por treinta años y se han visto en la necesidad de empezar a vender sus objetos de valor. Las vemos arreglarse para una fiesta donde se celebrará el cincuentenario de una amiga donde se canta y bebe: al retornar a casa, Chela se queja del olor a tabaco y alcohol de Chiquita, rechazándola. No obstante, Chiquita es encarcelada por una acusación de fraude debido a faltas de pago al banco por su precaria situación. Chela queda sola. Cuando una vecina anciana le pide que la lleve en su auto, un viejo Mercedes que fue regalo de su padre, Chela, entonces, descubre una manera de ganarse la vida como chofer de ancianas ociosas y ricas. Gracias a ello, conoce a Angy (Ana Ivanova), una mujer más joven, divorciada y de ideas liberales (la hace beber y fumar, además de contarle sobre sus amantes) que vendrá a resquebrajar su vida cerrada, sobre todo cuando se convierta en objeto de admiración y motivadora de sentimientos amorosos.


Chela  Angy

            La cinta es impecable en cuanto atmósfera y retrato social. Sin muchos diálogos, va mostrando diversas realidades: la cotidianidad de Chela con la desprotección consecuente que le permitirá irse integrando a un mundo externo nunca explorado y la estancia de Chiquita en la cárcel donde también ha levantado pasiones y ha alcanzado cierto estatus. Las figuras de las ancianas que piden su servicio de coche a Chela, sus comentarios incisivos sobre sus amigas, su conciencia de pertenecer a una clase privilegiada en un Paraguay ya sometido al siglo XXI siendo ellas simples fantasmas de un pasado ya inexistente, vienen a ser el contrapunto de quienes ya lo han perdido todo. Los cambios que va sufriendo Chela ante este entorno para irse adecuando a la moralidad que cultiva Angy. Y una figura entrañable, la sirvienta Paty, de ascendencia indígena, de la cual inicialmente Chela pide que se bañe pero luego se tornará refugio.


Chela en el esplendor perdido para ella,
ahora como "taxista" improvisada

            Hay momentos significativos: cuando la gente adinerada llega a ver los muebles y objetos de Chela queriendo tomar ventaja. En la banda sonora se escucha, durante la fiesta, a una mujer cantando “Mis noches sin ti”, tradicional bolero paraguayo que podría tomarse como anticipo de lo que Chela vivirá sin Chiquita a su lado. Por otro lado, al término, se escucha “Recuerdos de Ypacaraí” que habla de ausencia, de preguntar dónde se encuentra el ser amado. La película disecciona a una forma de vida que paulatinamente va desapareciendo: la familia de abolengo paraguaya que pudo florecer y ser emblema del poder durante la larga dictadura de Stroessner. El propio director ha mencionado que Paraguay sigue siendo una gran prisión: aquí se retrata una especie de liberación, alejarse de la opresión de toda una vida. Ópera prima en largometraje de su realizador, estamos ante una extraordinaria película de una cinematografía que ha sido escasa, prácticamente desconocida. Todo un privilegio imperdible.

La extraordinaria Ana Brun,
mejor actriz en el Festival de Berlín 2018

Marcelo Martinessi
y una ópera prima ejemplar