martes, 3 de diciembre de 2019

APOLOGÍA DE LA PEDA


GUADALUPE REYES
2019. Dir. Salvador Espinosa.
         Al inicio de esta comedia se presentan cuatro definiciones del término “Guadalupe Reyes” (así, sin guion que separe lo que en realidad indica dos fechas, haciéndolo notar como nombre y apellido propios que bautizan otro término inventado por el pseudo ingenio nacional) obtenidas de un diccionario apócrifo, para que desaparezcan tres de ellas y quede solamente una “26 días dedicadas a un maratón de peda” (o algo así). Entonces inicia una trama que narra la historia de dos amigos: Hugo (Juan Pablo Medina), quien está cumpliendo 40 años en la Riviera Maya, acompañado por amigos jóvenes que se encuentran en plena y gran borrachera sobre la playa, quien, al día siguiente, en medio de una gran “cruda”, revisa un viejo vídeo en su celular donde departe felizmente con su amigo Luis Gabriel (Martín Altomaro) al cual tiene diez años sin ver.
Decide llamarlo y encontramos al susodicho frente a su computadora, trajeado, con corbata, bastante formal, en la firma contable donde trabaja, para que se saluden, Luis le reclame a Hugo la década sin verse, hasta que éste le proponga que realicen el “maratón de Guadalupe Reyes” (o sea, emborracharse desde el 12 de diciembre hasta el 6 de enero, bajo notario público) que prometieron realizar hace años cuando eran jóvenes y antes de que el tiempo llegue y los alcance. Luis se escandaliza porque tiene una vida, una esposa y un trabajo, a lo que Hugo se resigna. Sin embargo, al día siguiente, luego de que Luis instala cámaras de seguridad en su casa para monitorearla a la distancia, se entera que su esposa lo engaña. Discute con ella y se va de la casa para llegar con Hugo y aceptar la oferta anterior.
         A partir de este momento, la cinta narra lo que llevan a cabo cada día del famoso maratón (con algunos saltos en tiempo) y que tiene la intención de retornar al desparpajo de la juventud con comportamientos alejados de la seriedad cotidiana (la bebida, los desvelos, el “reventón” a diario), el acercamiento a posibles aventuras sexuales (Luis se mete con una mesera que lo masturba antes de que los descubra el novio, ex recluso violento, de la chica; la aventura con la nueva y voluptuosa socia de la firma en la cual trabaja, quien resulta gustar de ciertas “perversiones” como meterle el dedo por el ano al virginal Luis), la resurrección de viejas “habilidades” (jugar una especie de “tirabolas” de fuego mientras Luis se encuentra en truza durante una posada navideña que incendiará tanto un árbol iluminado como parte de una casa), el enfrentamiento con la madre castradora e indiferente de Luis, que reverenciaba a otro hijo abusivo en su lugar (durante la cena navideña, Hugo revela la realidad de las experiencias que ambos están viviendo con la intención de liberar a su amigo de las cadenas familiares).

         No obstante, todos estos hechos llevarán a la aparente derrota (a continuación se revela el desenlace): Luis se emborracha durante una fiesta de su trabajo para provocar un caos, por lo que renuncia a continuar con el reto de su amigo. Hugo experimentará la vergüenza de que una posible conquista sea su propia sobrina a la cual no veía desde pequeña, aparte de sufrir un conato de infarto. Ambos se darán cuenta de que ha pasado el tiempo y la vida alegre, disipada, alcoholizada, bromista, desenfadada de la juventud, ya no le corresponde a su mediana edad. Hugo empezará una existencia más saludable. Luis conseguirá una oportunidad de ascenso en su firma. 
         Sin embargo, el mensaje de la cinta no se pierde por este engañoso final: Durante una presentación laboral, Luis renunciará a su puesto expresando que la vida es para disfrutarse, no para pasarla entre cuatro paredes hasta que se acabe. Contra el escándalo esperado, el propio socio anciano y fundacional, puesto como ejemplo de desperdicio de vida, le aplaudirá. Luis volverá con su amigo querido, reiniciará su existencia con la socia voluptuosa que jugaba con su trasero, festejará en la casa ya reparada que quemase a mitad de la película.
         Con tono homoerótico, en el estilo ambiguo de El gavilán pollero (González Jr., 1950) o A toda máquina (Rodríguez, 1951), Luis y Hugo se abrazan, se besan, se demuestran el inmenso cariño que se tienen para indicar su superioridad como camaradas desde siempre, donde mujeres, empleo, dinero, son accesorios. Hugo le explica a Luis que dejó de hablarle por diez años porque había sentido que lo perdía y que ya no le pertenecía. La actitud de liberación que expresa Luis ante la necesidad de disfrutar la vida nos lleva a un mundo perfecto donde no se requiere del esfuerzo para sobrevivir y la facilidad de conseguir trabajo en un tronar de dedos. La infidelidad matrimonial no tiene validez recíproca para encontrar una pareja que le quite lo “apretado” al cónyuge. El alcohol es un placer que todo mundo debe experimentar aún y que se sepa que llegará el momento de pagarlo ya que se terminará comiendo rosca de reyes con un vaso de leche.
Martín Altomaro
         Y no es todo: durante los créditos finales se presenta a un par de asistentes de Luis que durante toda la película han alabado las actitudes liberadas de su jefe, asistiendo ante un notario para registrar su intención de iniciar y terminar el maratón Guadalupe Reyes (como había hecho la pareja estelar al inicio de la cinta), porque jamás se ha logrado superarlo. La película es una pobre apología de la borrachera, de la “peda”, a través de personajes en posiciones privilegiadas (Hugo es bastante adinerado por haber introducido los “smartphones” en México; Luis tenía un empleo en agencia prestigiosa que debería pagarle muy buen sueldo al notarse la casa en que vivía con su infiel esposa) para convencer a los espectadores clasemedieros que no dejen de lado los excesos, ni las barbaridades, ni las bromas pesadas, ni los accidentes imprudenciales, porque la vida debe disfrutarse y todo lo demás no importa, y hay que apresurarse porque la vida pasa muy pronto y la cuarentena les acecha a la vuelta de la esquina. Soñar durante noventa minutos que renuncias a tu empleo para vivir en completas vacaciones (como sucede cuando se está de vacaciones pero siempre la amenazante realidad al final de las mismas). 
Juan Pablo Medina
         Juan Pablo Medina pertenece a las estrellas impulsadas por el superficial Manolo Caro en cine y televisión; Martín Altomaro inició desde quinceañero en Anoche soñé contigo (Sistach, 1991). Ambos cuarentones, cumplen con su trabajo porque son buenos actores (Altomaro más que Medina), pero, curiosamente, aparentan mayor edad (tal vez para inferir que la vida laboral o las disipaciones llevan a la vejez prematura: de hecho, en la casa a la cual asisten a la posada, reencuentran a viejos compañeros de escuela que se notan, paradójicamente, mucho más acabados que ellos). El realizador Espinosa tiene en su haber la dirección de capítulos de la serie Club de cuervos o sea, nada relevante o importante, por lo que permanece el nivel de mediocridad que ya es usual en la mayoría de las comedias contemporáneas mexicanas (Derbez, Higareda, Chaparro, “Nobles” o los refritos chilenos o las “audacias” de Caro), cuyo éxito taquillero (y momentáneo) se debe a razones alejadas de conectar al público mexicano con la realidad que se está viviendo (por eso son tan efímeras).