sábado, 14 de diciembre de 2019

DEPREDADOR


POR LA GRACIA DE DIOS
(Grâce à Dieu)
2018. Dir. François Ozon.
         Alexandre (Melvil Poupaud) se entera que el sacerdote Preynat (Bernard Verley) que abusó de él cuando era pequeño, se encuentra todavía en funciones y ha vuelto a la ciudad, atendiendo a niños. Decide presentar su denuncia al Arzobispo de Lyon, donde vive, para lograr su destitución. Se le concede una entrevista con su atacante donde acepta abiertamente que cometió dichos actos pero que todo se debe a una enfermedad y merece comprensión. Alexandre no se detiene ante la respuesta que le da la iglesia y busca a otras víctimas. François (Denis Ménochet) se entera por su madre sobre lo que está denunciando Alexandre y trata de empujarlo a que denuncie su propia experiencia negativa con el mismo sacerdote. Primero reacio a hacerlo, luego se entrega apasionadamente a dicha encomienda.  Emmanuel (Swann Arlaud) es un obrero cuya madre le muestra unos recortes de periódico y al leerlo, entra en convulsiones. Fue otra víctima. Las mismas circunstancias hacen que los tres hombres se conozcan, vayan logrando más denuncias y hasta creen una asociación (“La palabra liberada”) para lograr justicia. La cinta está estructurada en tres tiempos consecutivos que corresponden a cada personaje para luego irlos uniendo.
Melvil Poupaud
         El tema de la denuncia contra la pederastia dentro de la iglesia católica es asunto que adquirió mayor fuerza en este siglo. Marcial Maciel, quien fuera protegido por la Santa Sede, o el caso de Boston, dado a conocer en la oscareada En primera plana (McCarthy, 2016), son algunos de muchos casos. El cambio de mentalidades, la pérdida de fuerza y fieles dentro del propio catolicismo, además del cambio en los significados de respeto y obediencia dieron lugar a que los infiernos personales de víctimas del abuso, que databan de muchísimas décadas atrás, tuvieran el valor de señalarlo con el dedo. En este caso, lo más interesante es que la cinta no acusa a la iglesia por sí misma, sino a los hombres, a los sacerdotes que abusan de su poder y jerarquía sobre pequeños inocentes para depredarlos, pero va más allá, en cuanto a la acusación contra la protección que ciertas altas autoridades eclesiásticas conceden a sus subordinados (algo que sutilmente toca Los dos Papas, la cinta que pronto estrenará Netflix en pantallas): finalmente, no es Cristo ni la filosofía católica la que está en juego: son los seres humanos enfermos.
Denis Menochet (primero a la izquierda)
         La cinta establece desde el inicio que es una obra de ficción aunque está inspirada en hechos reales. Tanto Preynat como el Cardenal Barbarin son personas de la vida real y la Asociación existe. Lo que Ozon nos brinda como ficción son tres casos de hombres diversos y la manera en cómo reaccionan ante la liberación de un dolor y una vergüenza sostenidas y calladas por años. Lo excepcional de la cinta es la descripción de tres caracteres muy distintos: Alexandre es un hombre serio, de posición acomodada, casado con cinco hijos que vienen a ser el motor de sus acciones: hay que proteger a los niños que no han sufrido acosos. François es clase media, casado, que ha reprimido su ira hasta el momento en que se convence de la necesidad de liberarla y transformarla en acción exacerbada, al grado de proponer medidas que suenan audaces para luchar contra el enemigo. Emmanuel viene a ser el más débil, con recursos escasos, afectado físicamente por estos hechos del pasado. Cada uno de ellos, además, sufre por las reacciones que tuvieron sus padres cuando se enteraron, en su momento, de lo que estaba sucediendo. Los padres de Alexandre, católicos conservadores, reprueban que se lance contra algo que sucedió mucho tiempo atrás. François mantiene rencores contra su hermano, por haberlo sabido sin protegerlo, además de los padres que no siguieron adelante con sus acciones, a pesar de haberse indignado y guardado algunas evidencias. Emmanuel posee ese mismo sentimiento, pero es quien ha salido peor librado tanto por las consecuencias físicas y en su salud, además de relaciones tormentosas con su pareja. 
Swann Arlaud
         El reparto es impecable. Los tres actores que interpretan a los personajes principales, contrastantes y disímbolos, pertenecen a la tradición del mejor cine francés contemporáneo. Un ochentón Bernard Verley, el siniestro y cínico padre Preynat, nos trae recuerdos de sus interpretaciones más amables, cuando joven, en El amor por la tarde (Rohmer, 1972) o del Jesús que se quiere rasurar la barba en la extraordinaria y cincuentenaria película de Luis Buñuel La vía láctea (1969), entre muchas otras memorables. François Ozon es un realizador versátil. Sus últimas cintas nos han llegado, por fortuna, a las pantallas, donde trata usualmente el tema de las apariencias: lo que a primera vista parece normal, natural, en realidad tiene un trasfondo inesperado. Así como hay todo un ensueño detrás de los falsos hermanos gemelos en Doble amante, amante doble o una mentira en la inexistente relación amistosa de Frantz o una mujer dentro del hombre que se traviste en Una nueva amiga, por mencionar sus títulos más recientes, aquí tenemos la rectitud, la honestidad, la errónea interpretación de que los niños se acerquen al Señor, como disfraz de toda una serie de perversiones.
El maestro Ozon