RIESGO BAJO CERO
(The Ice Road)
2021. Dir. Jonathan Hensleigh.
Mike (Liam Neeson) es un trailero que vive metiéndose en problemas debido a que protege a su hermano Gurty (Marcus Thomas) quien padece de afasia luego de haber estado en la guerra. Cuando explota una mina de diamantes al norte de Manitoba, se requiere el traslado de un cabezal para poder realizar las maniobras de rescate. El problema reside en que solamente quedan 30 horas de oxígeno y que estos pesadísimos equipos deben trasladarse a través de lo que se conoce como “camino de hielo” (el título original de la cinta) que es agua congelada: como ya es abril, empieza el deshielo y el peso de este transporte puede resultar fatal. La cinta nos lleva por este camino de “tensión”, añadiéndose ingredientes que son comunes en este género de películas: peligros acechantes a cada momento; situaciones que parecen imposibles de resolver, pero que llegan a soluciones mágicas; maleantes que deben impedir el buen término de las misiones ya que pondrían al descubierto las intrigas que causaron las tragedias iniciales.
Los elementos de la trama están cuidadosamente establecidos: el rudo personaje estelar debe de cuidar al hermano que quiere, pero que le resulta incómodo, aunque, a pesar de sus males, es un genio mecánico. Al ser una situación en circunstancia peligrosa, deben de encontrarse a los choferes adecuados para los traslados: una mujer rebelde, enojada con el sistema, quien acepta el trabajo ya que su hermano se encuentra entre los mineros atrapados. Un empleado de la aseguradora que debe asistir para cuidar todos los riesgos involucrados, aunque sus intenciones sean otras. El realizador Hensleigh tenía más de una década sin dirigir. Guionista antes que nada -a él se deben, por ejemplo, El Santo (Noyce, 1997) o El vidente (Tamahori, 2007)- y como director, la segunda versión de El castigador (2004) donde Thomas Jane fue el intérprete del personaje de historieta. Su experiencia en cintas de acción que llegan a extremos ultra humanos, al respetar la libertad fílmica que lleva al absurdo, hace que cuide todas las variables posibles.
En esta cinta tenemos un acercamiento a lo que, en su momento fue El salario del miedo (Clouzot, 1953; Friedkin, 1977) donde el traslado de una carga de nitroglicerina mantenía angustiado al espectador durante toda la cinta. En este caso, la posibilidad de que una capa de hielo de 30 pulgadas, aguante en época de ligero calor, una buena cantidad de toneladas, además de otros peligros, produce esos mismos sentimientos para un público que, a pesar de conocer y ver todas las variaciones de estos temas, siempre se encuentra al borde del asiento. El ritmo es adecuado; las situaciones llegan a lo inverosímil, como toda buena cinta del género. Liam Neeson continúa con su rol de héroe viejo, ahora más notorio en el mismo personaje que le ha tocado interpretar, genialmente, en las últimas décadas. La finalidad de gran entretenimiento se cumple con alguna que otra sorpresa.
El director-guionista Jonathan Hensleigh