Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
martes, 30 de agosto de 2011
INTELIGENCIA CONTRA ESTUPIDEZ
EL PLANETA DE LOS SIMIOS: (R)EVOLUCIÓN
(Rise of the Planet of the Apes)
2011. Dir. Rupert Wyatt.
Cuando la inteligente chimpancé -con la cual probaba un medicamento que posiblemente curaría al mal de Alzheimer- enloquece repentinamente (por lo que es aniquilada), el Dr. Will Rodman (James Franco, excelente)descubre que todo era por proteger a su bebé recién nacido. Rodman lo lleva a su casa para cuidarlo temporalmente pero pasan los meses y luego los años. Además de inyectarle el medicamento a su padre con demencia senil (quien se cura milagrosamente), el médico ha procurado darle un hogar adecuado a César (como llaman al animal). Cierto día, por un malentendido, el chimpancé ataca a un vecino y es llevado a un refugio estatal para simios mientras Rodman busca la manera de sacarlo del lugar. César no comprende el hecho, sufre el abuso de otros monos y va acumulando rencor.
Uno piensa que ciertas tramas llegan a agotarse. Desde la obra maestra de Franklin J. Schaffner en 1968 (“El planeta de los simios”, basada en la novela de Pierre Boulle)donde se llegaba, como excelente final inventado distinto al de la ficción de Boulle, al descubrimiento de que era la misma tierra que habría sufrido una involución, hasta seguir con otras secuelas que querían unir ese destino con su génesis, se fueron desarrollando variables y variaciones a través de series de televisión e historietas ilustradas. Ahora, más de cuatro décadas después, se retoma el tema por medio de un ingenioso guión que parte de la inteligencia creada por el mismo hombre: el medicamento inyectado en una chimpancé para regenerar neuronas y otras células, es heredado genéticamente en su hijo,cuyo cerebro ha estado libre de deterioros. De ahí que su coeficiente intelectual sea elevadísimo y esté en constante evolución. La sustancia es poderosa para los simios pero fatal para la raza humana.
¿Por qué conmueve y convence esta película? Un motivo es que coloca a la deshumanización contemporánea como causa de rebeldía. Al llegar César al refugio empieza a sufrir los embates que usualmente vemos en películas de tema carcelario y sabemos, con toda seguridad, que sucede en la vida real. Es la inocencia atacada por la sinrazón. El chimpancé es inteligente ante estúpidos. Ha tenido la suerte de nacer privilegiado mientras que sus compañeros son el puro instinto. Su cualidad le permite la reflexión. Se comunica por señas con un orangután amaestrado quien le explica que a los humanos no le gustan los monos listos. Se da cuenta de cómo sobrevivir en este espacio; sabe cuál es la forma de escapar; pero lo más importante es que reniega de su anterior protector. Ya no le interesa ser la “mascota” porque ha conocido la maldad y se sabe y se siente superior, seguro de que no caerá en esas mezquindades. Y esos embates mencionados no fueron solamente por su propia comunidad que lo minimiza por ser “diferente”: es también el ser humano corrupto que ha perdido los valores básicos quien lo somete sin imaginar la reacción. Esa "diferencia" lo coloca en minoría absoluta: por dar idea de barbarie se niega su civilización.
Otro motivo (cualidad de la película) es la representación de la sociedad simiesca. Cada uno de los personajes principales entre estos monos llega a la definición simbólica de quienes serían ciertos individuos entre los humanos: un chimpancé viejo que lleva muchos años sirviendo como animal de laboratorio exige una galleta para mostrar su disponibilidad; su aspecto muestra los años rudos, el tiempo de ataques contra su cuerpo: un ojo vidrioso y la pelambre raída sobre el rostro. El primer atacante de César es el típico lidercillo inseguro, prepotente e idiota cuyo valor destaca en la fuerza: puede ser quien comete “bullying” en la escuela o viola a una jovencita indefensa. El orangután de circo es el viejo con experiencia que le ha dado sabiduría. Y por supuesto, César: el cerebro, el líder, aquél que antepone la cordura a la ira después de pensarlo. De hecho, su caída resulta del deseo de protección al ser querido,lo que da rienda suelta al instinto: paradójicamente, será su redención y autovaloración. Por ética no puedo mencionarles el desenlace. Sin embargo va a conmoverle como sucede con todas las películas que apelan a valores humanos (la cadena de "Súper 8" o las bicicletas voladoras de "E.T. El extraterrestre").
La película cuida mucho su tono: la violencia es medida y no se exacerban las emociones. Son pocas y bien resueltas las tomas de muertes o ataques. Los efectos especiales son espléndidos y resultan impecables por su diseño de computadora: uno recuerda a Kim Stanley o Lew Ayres quienes debían pasar por todo un proceso cansado de maquillaje realista (que era extraordinario para su tiempo). El espectador revive la sensación de los dinosaurios de Spielberg: parece que hay simios actores en la cinta. Y, de ahí, César... ¡un Andy Serkis fuera de serie! El truco visual que se utiliza para quien pone su rostro y cuerpo antes de ser transformado en otro ser ante los espectadores muestra la dulzura, la ira, la resignación, la ley del más fuerte.
Rupert Wyatt, guionista, productor, director apenas de su segundo largometraje, muestra su talento.La cinta no se desborda a pesar de que posee una energía imaginativa incesante: es discreta y tiene un final posterior a los primeros créditos donde se nos va explicando cómo los simios serán superiores en número dentro de unos años, siglos… Tal parece que estamos ante el reinicio de la serie. No se partió de la novela de Boulle: era mejor utilizar a nuestro apocalíptico planeta en estos tiempos donde impera la falta de respeto y valorización de la vida humana. Cualquier simio de esta cinta es más importante que las bestias que se autonombran personas y andan sueltas matando por la calle. Una gran sorpresa: el simio inteligente viene a ser sinónimo de esperanza contra cualquier humano vulnerable que deviene idiota.
miércoles, 24 de agosto de 2011
SOLAMENTE IMAGINE...
COWBOYS VS. ALIENS
(Cowboys & Aliens)
2011. Dir. Jon Favreau.
La eterna pregunta ha sido: ¿Por qué los extraterrestres solamente llegan a los Estados Unidos?. Uno se lo explica porque en ese país está Hollywood y los grandes especialistas de efectos especiales. Aunque ya se han extendido a otras naciones, básicamente se sigue atacando a la nación que se llamaba “la más poderosa del mundo” porque parece que ya flaquea. La película que hoy comentamos da al traste con la costumbre de que los interplanetarios solamente lleguen en los tiempos contemporáneos del argumento en cuestión. Exceptuando a los extraños seres de Flash Gordon o Cosas que vendrán, de los años treinta que, de cualquier manera, se ubicaban en un futuro, o los años sesenta por medio de series de televisión, usualmente eran los años cincuenta, sesenta, etcétera, cuando llegaban los amenazantes visitantes al mismo tiempo de los espectadores. Surge la segunda pregunta: ¿Por qué no habrían de aparecer los extraterrestres en los tiempos del salvaje oeste? y claro que la respuesta es otra pregunta: ¿Por qué no?
Cowboys vs. Aliens es una producción de Spielberg y muchas compañías productoras y personas y guionistas. Tiene un reparto esplendoroso (Sam Rockwell, Adam Beach, Keith Carradine, Clancy Brown, Olivia Wilde) encabezado por dos íconos del cine de acción: Daniel Craig (bastante deteriorado para sus 42 años de edad, al filmarla) y Harrison Ford (inexplicable durante la primera hora de metraje para luego dominar su lugar: el colmillo no se adquiere en vano)y mezcla peligrosamente a dos géneros clásicos: la ciencia-ficción y el cine del oeste. Al terminar la cinta nos damos cuenta que se han respetado las convenciones de ambos, pero se ha destacado y ha ganado el admirado western.
Está el héroe que desconoce su realidad y tiene algo en su pasado que se encuentra desdibujado; hay vastos escenarios que dan idea de libertad; se encuentra a la ley moldeada por el poderoso del pueblo; coexisten las nobles profesiones: el médico, el predicador; con los estereotipos de la maldad: el hijo mimado del cacique, los hombres bajo su mando. El héroe que, en este caso, es en realidad un asaltante, se encuentra regido de cualquier manera por las leyes morales. A pesar de todo, tendrá que ponerse del lado de la justicia, combatir la acechanza del mal y redimirse.
En un pequeño pueblo que se encuentra limitado desde que se fueron agotando, extrañamente, las vetas de oro en sus minas, opera la ley del más fuerte (el ganadero que permite la subsistencia de los habitantes: Harrison Ford).
Llega un extraño, al cual reconocen como un tipo buscado por la justicia y porta un curioso aditamente como brazalete en su extremidad izquierda (aparecido repentinamente, sin memoria, al inicio de la película: Daniel Craig).
Hay enfrentamientos, cárcel, amenazas, cuando repentinamente surgen luces en el cielo: naves que atacan al lugar y lazan, como si fueran caballos salvajes, a algunos de los habitantes para raptarlos. Quienes quedan sin sus seres queridos se encaminan en su búsqueda. Todo da lugar a muchas aventuras que no contaré en este espacio para que Ud. las disfrute.
La película devuelve al director Jon Favreaua sus orígenes. Luego de sus exitosas pero blandengues ilustraciones de Iron Man con sus discursos antiarmamentistas, con esta cinta maneja la fantasía inocente que hizo efectiva a Zathura, una aventura espacial. Es el sentido de sueño y confrontación con situaciones inesperadas. Así como los niños jugaban al azar sin saber cuál sería la consecuencia, ahora tenemos a personas ingenuas, acostumbradas a un pensamiento más primitivo, conociendo lo que es alta tecnología sin siquiera saber el significado de esta frase.
Se agradece la secuencia donde los nativos chiricahuas devuelven místicamente la memoria al hombre sin pasado porque es otra imagen visitada excepcionalmente en el género. Un chupamirto es símbolo de la pasión amorosa y el oro, elemento esencial en las cintas del oeste, es el motivo de la guerra. También es metafórica una vuelta a la vida que tiene su razón de ser y hace que valiera la pena que dos personas pensaran un argumento que cinco tornarían en guión y que lo supervisara, por ejemplo, Spielberg, a quien también le debemos otra joya del cine de acción en este año (Súper 8).
Es el respeto al género del oeste basado en tantos títulos que nos llegaban a la mente mientras disfrutábamos de esta inconcebible película (¡qué bueno que hay quienes se arriesgan a la recreación de mundos imposibles!) lo que le da fuerza y credibilidad. Solamente imagine usted que en lugar de extraterrestres andaba una banda de forajidos amenazando a un pueblo entero y ya tiene una genialidad recuperada de Kurosawa o Leone o una joya clásica de Eastwood, Sturges, Peckinpah, por no hablar de los pioneros. Es la forma. Es la libertad.
domingo, 21 de agosto de 2011
LA ACADEMIA 2011
Vi el inicio de este programa que intenta preparar a las nuevas estrellas del espectáculo televisivo (no siento que tenga otras aspiraciones). Comparo con los recuerdos de otras ediciones cuando surgieron verdaderos talentos como Víctor GarcíaRaúl Sandoval
Yuridia
o Carlos Rivera
y con la variante norteamericana de "American Idol" y es notoria la degradación. Siempre se ha jugado con las emociones primarias y la sensiblería del espectador en este negocio redondo (la gente llama y paga por su voto: el programa de repente cambia las reglas y las llamadas no valen, por ejemplo, pero el público ya pagó y los aztecos ganaron).
En el programa norteamericano se hace mofa de las audiciones de seres que hay que ver para creer: patéticos que están tan ciegos que se ofenden si se les rechaza. Luego, de manera simple, se muestra a los concursantes en situaciones de casa, pero sin necesidad de chantajes sentimentaloides. En este primer programa se pudieron ver los estereotipos más ramplones en los aspirantes a llegar a la final con la oportunidad y promesa de fama y fortuna: un jovencito de quince años, bastante llorón, al que vistieron con smoking y le pusieron a cantar un tema del otro explotado y sobrevalorado Bocelli; una muchachita con lentes, vestido de quinceañera y los gestos del rostro al estilo Lucerito; la cubana arraigada en Oaxaca que lució pierna y cantó "El yerbero moderno"; los típicos émulos de Joan Sebastian, Alejandro Fernández, Yuri, etcétera.
Los críticos dan sus opiniones y se pelean entre ellos; el director y los maestros protestan. El conductor sudamericano acompañado ahora de Bibi Gaytán resurgida de las cenizas le da el tono de comedia y melodrama que requiera la situación determinada.Hubo el momento de "seriedad" cuando el director (Eduardo Capetillo, esposo de la Gaytán y cuñado del crítico Chacho Gaytán) llamó la atención a una alumna que le faltó al respeto a la vestuarista (y al ver su vestido, uno le da la razón a la chamaca).
Lo mejor fue el final: tres gordos con voces de primera, bien entonados y afinados, cantaron un tema de Juan Gabriel. El crítico Arturo López Gavitodio la referencia del Cuarteto Ruffino (quienes eran todos gordos) para solicitar una futura interpretación de "Luna de miel en Puerto Rico" que se acogió con agrado dejando fuera el tono de sarcasmo e ironía para mencionar indirectamente los excesos de kilos en los participantes.
(Este es uno de los gordos).
Quiero seguir viendo a estos tres gordos y a uno que otro de los demás aspirantes (un joven poblano con excelente voz; una chica veracruzana)pero sin tener que soportar todo el programa.
Si Televisa es patética, en general, Televisión Azteca es todavía peor.
COMPLETAR LA NAVE
SÚPER 8
(Super 8)
2011. Dir. J.J. Abrams.
Cuando comenté Medianoche en París hablé de la nostalgia que nos produce el tiempo pasado y que la película insiste en explicar como la falta de valoración del presente: su negación. Sin embargo, por más que queramos, está en nuestra naturaleza. Por eso tenemos memoria, aunque dulcifiquemos los recuerdos. Siempre estamos anhelando repetir hechos del pasado en el futuro o recordando la noche anterior si fue placentera o el logro laboral de hace veinte años. La experiencia te demuestra que cada tiempo tiene su edad y cada cosa queda en su lugar. Qué alegría que podamos recordar: no podemos revivir los hechos.
Esto sucedió con la visión de Súper 8: unos jovencitos (12, 13 años) salen de vacaciones por el verano. Serán tres meses de felicidad. Uno recuerda los veranos de antaño: tres meses completos donde el calor era disfrutado en casa, con el desvelo, con los amigos, con los sueños y esperanzas de lo que vendría: es la edad en que todo es al revés ya que el tiempo se vuelve lento y uno desea que pase pronto. Aquí hay un muchachito que ha perdido recientemente a su madre por un accidente. Se reúne con sus amigos porque están filmando una película en súper 8,el formato de cine que servía a los aspirantes a cineastas, previo a los avances tecnológicos, al vídeo, a las camaritas digitales de hoy. Una noche, mientras filman en una vieja estación de trenes, una camioneta se cruza en el camino de un ferrocarril que viene a toda velocidad. Hay un descarrilamiento brutal. Los jovencitos escapan queriendo ponerse a salvo. La cámara cae y sigue filmando. La recuperan antes de alejarse del lugar.
Al día siguiente se enteran que el ejército está en su pequeño pueblo del estado de Ohio. Alternadamente nos damos cuenta que están sucediendo hechos extraños aparte de la desaparición de varios habitantes, de perros, apagones de luz, robo de electrodomésticos. Por otro lado, sabemos que hay un distanciamiento entre el jovencito huérfano y su padre. Luego está la inexplicable enemistad entre un tipo borracho, padre de la chamaca que le gusta a nuestro personaje. Al revelar el rollo de la cámara se descubre que hay un ser especial en el pueblo. El ejército ordena la evacuación del pueblo debido a un incendio provocado precisamente por aquél. Todos los cabos sueltos deben atarse.
La película va desarrollándose de manera inteligente. Hay mucha trama y es el tipo de cinta que hace tiempo no se encontraba: el puro y simple entretenimiento porque las premisas se han establecido y no hay trucos ni situaciones forzadas. Todo tiene su motivo y nada se resuelve hasta el momento preciso. Es una oda a la imaginación y la materialización de lo que hubiéramos querido vivir: una aventura inesperada en nuestra propia ciudad cuando estábamos de vacaciones junto con nuestros mejores amigos, aquellos a los que frecuentábamos seguido y que solamente la vida, la distancia o la diaria existencia nos los alejó.
Los personajes son entrañables y están muy bien dibujados. Joe (Joel Courtney) está enamorado de Alice (Elle Fanning) quien es hija del peor enemigo de su padre.Joe sabe dibujar, crea modelos de aviones, trenes que luego será parte importante para la resolución de existencia del extraño ser. Es el “maquillista” de la cinta sobre zombis donde Alice se ha incorporado como estrella cuando ocurre el accidente. Hay un misterioso cubo que vibra y luego adquiere una fuerza incontrolable.
Charles (Riley Griffiths) es el gordito aspirante a cineasta que vive dictando hechos, controlando todo, y está también enamorado de Alice. Lo mismo pasa con los otros jovencitos y con los personajes adultos que son importantes pero relegados, justamente, a un segundo plano auxiliar.
Es la imagen de libertad, de inocencia que se encuentra ya a punto de la etapa siguiente cuando llegue la curiosidad, el descubrimiento del sexo y el sentimiento amoroso. Es la idea de aventura y el descubrimiento de que los sueños se pueden materializar, aunque sea virtualmente. Es el cine mal llamado “comercial” (todo cine anhela recuperar sus inversiones económicas) que tiene sus cualidades, ofrece un discurso que permite la emoción y el cuestionamiento personal, porque el presupuesto le ha dejado ir más allá en las imágenes. Y curiosamente, aunque produce estos sentimientos de nostalgia, insiste en recordarnos que debemos dejar atrás el pasado y ver hacia adelante: por eso una medalla que recuerda a la madre muerta es la pieza perfecta para completar el modelo de la nave que dará lugar al equilibrio.
El director J. J. Abrams, a quien debemos Lost en televisión y la excelente cinta con antecedentes juveniles de los personajes de Star Trek.
viernes, 19 de agosto de 2011
LECCIÓN DE VIDA
MEDIANOCHE EN PARÍS
(Midnight in Paris)
2011. Dir. Woody Allen.
La película inicia con tomas diversas y alternas de diferentes barrios parisinos. Se escucha la música de Sidney Béchet que tiene un saborcito netamente francés (y que hemos escuchado con otras melodías en diversas cintas del mismo Woody Allen). Así tenemos el escenario dispuesto para la trama que se irá desarrollando en los siguientes cien minutos. Gil (Owen Wilson)
es guionista en Hollywood y está escribiendo su primera novela porque quiere alejarse de la mediocridad en que le ha sumergido el éxito. Está de visita en París junto con su novia y futura esposa Inez (Rachel McAdams) y con sus suegros. La ciudad le ha fascinado y desea caminar por sus calles, mojarse con la lluvia, escribir. Su novia reencuentra a un antiguo profesor con su esposa y comienzan a salir a distintos lugares ante el disgusto de Gil.
Cierta noche, declina una invitación para ir a bailar, queda solo e inicia una caminata donde pierde el rumbo. Se sienta sobre los escalones de una iglesia y cuando inician las campanadas de medianoche, llega un automóvil de los años veinte (la época que considera dorada por la intelectualidad que habitó al París de entonces) que le invita a subir para ir a una fiesta: son Scott Fitzgerald y su esposa Zelda. En el lugar al cual llegan, un compositor toca el piano y canta su propia creación, por lo que Gil descubre que es Cole Porter. Luego, Fitzgerald lleva a Gil a un bar más tranquilo donde le presenta a Ernest Hemingway. Gil no puede creer su buena suerte aunque ya sabe que ha entrado al pasado, le pide al legendario escritor que lea su novela y le dé su opinión. Hemingway se niega pero le promete pasarla a Gertrude Stein quien es mejor crítica.
Así se va desarrollando la película con sucesivas noches donde Gil, luego de las doce campanadas, ingresa al momento que siempre ha considerado rico, intelectual, mágico. En una de ellas conoce a Adriana (Marion Cotillard)quien ha sido amante de Modigliani, Braque y ahora de Picasso. Ella le cuenta que su momento histórico favorito es la Belle Epoque y se permite el ingreso al mismo, donde conocen a Lautrec, Gaugin, Degas. Será la situación límite que le abrirá los ojos a Gil para darse cuenta de su nostalgia, su negación del presente.
En su 46° título (entre cortos, episodios, cintas para televisión y largometrajes), el maestro Allennos ofrece un discurso de insatisfacción con la realidad. Gil admira los años veinte parisinos y se le concede asistir y conocer a los personajes que le construyeron un ideal intelectual: fueron los creadores cuya obra traspasó el tiempo y se volvió inmortal, significativa, perdurable. No obstante, otro personaje de ese tiempo prestado quiere ir más atrás, a la etapa de Toulouse Lautrec y el Maxim’s con cancán y sus dibujos o carteles. Quiere permanecer ahí porque es su momento perfecto que llena su imagen de romanticismo. Gil se da cuenta que siempre se está deseando escapar del presente porque pudiera ser que la frase todo tiempo pasado fue mejor sea cierta, aunque si somos justos, tendremos que aceptar que lo recordamos de acuerdo con nuestra conveniencia, nuestra discriminación, nuestro romanticismo.
Por otro lado, los personajes idealizados y famosos aparecen acordes con la imagen mental que Gil tiene de ellos. La personalidad violenta y aventurera de Hemingway, la locura inminente de Zelda, la incomprensión hacia Picasso, la excentricidad de Dalí. Solamente hay un personaje que su cerebro debe construir para atarlo sentimentalmente a su tiempo idealizado aunque luego sea el que le abra los ojos y le libere. Gil encuentra un libro de las memorias de Adriana que tal vez forme parte de esa ilusión, de ese pasado recuperado gracias al sueño o al sentido de sueño que produce la hermosa ciudad. En otro momento le cuenta a Buñuel la idea de El ángel exterminador que el futuro realizador aragonés no comprende. De hecho, los únicos personajes que resultan distintos, coherentes y estabilizadores del presente son una guía de museo (Carla Bruni, primera dama francesa) y una joven vendedora de antigüedades. Todo deberá llegar a un equilibrio y dejar que el aspirante a novelista pueda conformarse con su presente.
Usualmente no valoramos el día que vivimos. La rapidez contemporánea produce sentimientos instantáneos de nostalgia: uno recuerda con alegría el último paseo al campo y quisiera repetirlo; uno anticipa las emociones que vivirá en la siguiente Navidad ya que recuerda con afecto la anterior que fue placentera como una nostalgia del futuro. De ahí que siempre querramos revivir más que vivir. El presente es insatisfactorio, Allen nos lo restriega en la cara durante toda esta obra maestra, otro producto de su madurez. Lo mejor de todo es que no termina en melodrama sino en comprensión y experiencia.
Allen ha sido un excelente observador de actores. Sabe quiénes serán los más adecuados para interpretar a sus galerías de personajes. Es asombrosa la transformación de Owen Wilson quien nos tiene acostumbrado a roles alocados y vulgares en un ser nada complaciente y bastante medido. Sus reacciones, gestos, respuestas son perfectas para su personaje ávido de ilusiones, sueños.
E igualmente prodigioso cuando se cumple su destino. Hay todo un grupo de actores importantes interpretando roles pequeños: Adrien Brody es un divertido Dalí, Kathy Bates es una férrea Gertrude Stein, Corey Stoll es un perfecto Hemingway.
La cinta es una lección de vida. Hay que aprenderla y aprehenderla.
Cierta noche, declina una invitación para ir a bailar, queda solo e inicia una caminata donde pierde el rumbo. Se sienta sobre los escalones de una iglesia y cuando inician las campanadas de medianoche, llega un automóvil de los años veinte (la época que considera dorada por la intelectualidad que habitó al París de entonces) que le invita a subir para ir a una fiesta: son Scott Fitzgerald y su esposa Zelda. En el lugar al cual llegan, un compositor toca el piano y canta su propia creación, por lo que Gil descubre que es Cole Porter. Luego, Fitzgerald lleva a Gil a un bar más tranquilo donde le presenta a Ernest Hemingway. Gil no puede creer su buena suerte aunque ya sabe que ha entrado al pasado, le pide al legendario escritor que lea su novela y le dé su opinión. Hemingway se niega pero le promete pasarla a Gertrude Stein quien es mejor crítica.
Así se va desarrollando la película con sucesivas noches donde Gil, luego de las doce campanadas, ingresa al momento que siempre ha considerado rico, intelectual, mágico. En una de ellas conoce a Adriana (Marion Cotillard)quien ha sido amante de Modigliani, Braque y ahora de Picasso. Ella le cuenta que su momento histórico favorito es la Belle Epoque y se permite el ingreso al mismo, donde conocen a Lautrec, Gaugin, Degas. Será la situación límite que le abrirá los ojos a Gil para darse cuenta de su nostalgia, su negación del presente.
En su 46° título (entre cortos, episodios, cintas para televisión y largometrajes), el maestro Allennos ofrece un discurso de insatisfacción con la realidad. Gil admira los años veinte parisinos y se le concede asistir y conocer a los personajes que le construyeron un ideal intelectual: fueron los creadores cuya obra traspasó el tiempo y se volvió inmortal, significativa, perdurable. No obstante, otro personaje de ese tiempo prestado quiere ir más atrás, a la etapa de Toulouse Lautrec y el Maxim’s con cancán y sus dibujos o carteles. Quiere permanecer ahí porque es su momento perfecto que llena su imagen de romanticismo. Gil se da cuenta que siempre se está deseando escapar del presente porque pudiera ser que la frase todo tiempo pasado fue mejor sea cierta, aunque si somos justos, tendremos que aceptar que lo recordamos de acuerdo con nuestra conveniencia, nuestra discriminación, nuestro romanticismo.
Por otro lado, los personajes idealizados y famosos aparecen acordes con la imagen mental que Gil tiene de ellos. La personalidad violenta y aventurera de Hemingway, la locura inminente de Zelda, la incomprensión hacia Picasso, la excentricidad de Dalí. Solamente hay un personaje que su cerebro debe construir para atarlo sentimentalmente a su tiempo idealizado aunque luego sea el que le abra los ojos y le libere. Gil encuentra un libro de las memorias de Adriana que tal vez forme parte de esa ilusión, de ese pasado recuperado gracias al sueño o al sentido de sueño que produce la hermosa ciudad. En otro momento le cuenta a Buñuel la idea de El ángel exterminador que el futuro realizador aragonés no comprende. De hecho, los únicos personajes que resultan distintos, coherentes y estabilizadores del presente son una guía de museo (Carla Bruni, primera dama francesa) y una joven vendedora de antigüedades. Todo deberá llegar a un equilibrio y dejar que el aspirante a novelista pueda conformarse con su presente.
Usualmente no valoramos el día que vivimos. La rapidez contemporánea produce sentimientos instantáneos de nostalgia: uno recuerda con alegría el último paseo al campo y quisiera repetirlo; uno anticipa las emociones que vivirá en la siguiente Navidad ya que recuerda con afecto la anterior que fue placentera como una nostalgia del futuro. De ahí que siempre querramos revivir más que vivir. El presente es insatisfactorio, Allen nos lo restriega en la cara durante toda esta obra maestra, otro producto de su madurez. Lo mejor de todo es que no termina en melodrama sino en comprensión y experiencia.
Allen ha sido un excelente observador de actores. Sabe quiénes serán los más adecuados para interpretar a sus galerías de personajes. Es asombrosa la transformación de Owen Wilson quien nos tiene acostumbrado a roles alocados y vulgares en un ser nada complaciente y bastante medido. Sus reacciones, gestos, respuestas son perfectas para su personaje ávido de ilusiones, sueños.
E igualmente prodigioso cuando se cumple su destino. Hay todo un grupo de actores importantes interpretando roles pequeños: Adrien Brody es un divertido Dalí, Kathy Bates es una férrea Gertrude Stein, Corey Stoll es un perfecto Hemingway.
La cinta es una lección de vida. Hay que aprenderla y aprehenderla.
miércoles, 17 de agosto de 2011
CONTRA EL MIEDO
LINTERNA VERDE
(Green Lantern)
2011. Dir. Martin Campbell.
Hal Jordan (Ryan Reynolds) es el humano seleccionado por un moribundo guardián del universo para que lo suceda en el trabajo que comparte con otros 3599 seres semejantes. Hal es piloto de aviones de prueba con alta tecnología que tiene en su pasado el estigma de haber perdido a su padre y que lo paraliza ocasionalmente debido al miedo. La característica más importante de los guardianes (o linternas verdes) es precisamente vencer al miedo que alimenta al mal, representado por un ser legendario cuya cabeza es prominente y su cuerpo es un gran cúmulo de tentáculos informes, oscuros, maleables.
La cinta tiene una trama mínima y como todas las cintas con héroes se convierte, como tantas veces les he repetido, en la lucha del bien contra el mal. En este caso será la voluntad (la fuerza y resistencia) contra el miedo (la energía poderosa que se apodera del hombre y lo hace vulnerable). La gran diferencia es que ahora es un simple humano, un ser joven del universo quien ocupa ese puesto, cuando hay otras culturas milenarias, según expresa la película. El nuevo recluta, al ser humillado por otros expresa: “hay una frase en mi planeta que nos justifica al decir soy solamente humano. Lo decimos porque somos vulnerables, lo decimos porque tenemos miedo, pero eso no significa que seamos débiles”. De esa manera redime a nuestra raza y le da sentido a seguir poblando este explotado y golpeado mundo en el cual vivimos.
Lo más importante es que la película nos convence de que el mal es eterno. Ya sea con miedo o cualquier otro pretexto, lo vamos alimentando y no logra perecer: discurso tantas veces escuchado en el género del terror. No hay mucho que decir. Es disfrutable. Tiene efectos muy buenos. Reynolds oscila entre la simpatía y la pesadez (no es un galán completo) y el realizador Campbell (Goldeneye o Casino Royale) se regodea con otra de sus fábulas sobre el heroísmo y sus consecuencias. Luego de los créditos finales hay unas imágenes que aseguran alguna secuela para el futuro: no deje de verlas.
martes, 16 de agosto de 2011
HÉROE DE BUEN CORAZÓN
CAPITÁN AMÉRICA: EL PRIMER VENGADOR
(Captain America-The First Avenger)
2011. Dir. Joe Johnston.
Un prólogo muestra a un equipo de rescate contemporáneo en el Ártico. Han encontrado una gigantesca nave y a través de la ventana, un escudo singular. La cinta se va entonces a la Noruega de 1942 para que sepamos que un villano, nazi, alemán, llamado Schmidt se ha apoderado de un cubo maravilloso cuya procedencia es divina y que produce una cantidad enorme de energía. Luego pasa al Nueva York de esos tiempos para que conozcamos al enclenque y debilucho Steve Rogers (Chris Evans al cual los efectos especiales transforman en un bajo, flaco, enfermizo jovencito)
quien quiere enlistarse. Llama la atención de un científico que lo utiliza para un experimento porque nota su nobleza de espíritu. Por tal motivo, Steve adquiere un cuerpazo envidiable, crece en estatura, adquiere fuerza y poder, con su deseo de salvar a la patria.
A partir de esta premisa, la película podría haber tomado el camino fácil de entrar a la acción directa, pero no es así. Steve es rechazado por el alto mando para ir a pelear: debe continuar examinándose en el laboratorio a pesar de que muestra un heroísmo sin límites. Un senador lo ve como inversión segura para promover la venta de bonos de guerra y el personaje se torna en estrella popular, ejemplo a seguir para los jovencitos, pero objeto de burla por parte de quienes están peleando en el campo de batalla. Una circunstancia hace que parta al frente. Salva a muchos soldados. La caricatura se convierte en realidad. El héroe ya no es ridiculizado sino que se torna líder.
Al ver la película y seguir su trama, nos damos cuenta de la razón de ser. No es solamente un personaje más en la serie contínua de historietas trasladadas al cine. Es un símbolo: el mismo nombre que los estadunidenses otorgan a su país (América, cuando en realidad significa el continente) se transforma en un ser humano que tiene defectos y es mortal, pero tiene buen corazón y sus deseos son puros. Steve, por su mismo físico previo, sin atractivo para las damas, es virgen. Nunca ha bailado; mucho menos besado a una mujer. Otro ejemplo para los jovencitos admiradores del personaje. Es íntegro. Así debe ser la América de los espectadores nativos y es el rol que desean que todo el mundo adquiera. Es una vuelta al romanticismo desde los orígenes: un clásico de la historieta viene a semejar cualquier clásico literario que nos hable del caballero que lucha por su dama: un Cid Campeador, un don Quijote, un Roland. Son los años de la ingenuidad (que el mismo cine se esforzó en resguardar: las damas honestas y las camas separadas). Los años cuarenta con la amenaza del monstruo. Schmidt es peor que Hitler: tiene los medios para destruir al mundo porque piensa que es elegido de los dioses y, verdaderamente, ha encontrado una herencia de ellos. Su aspecto es repugnante: una especie de semiesqueleto rojoy es el mal acechante como toda buena fábula moral que se respete porque es a lo que se reduce cualquiera de estas películas: la esencia de las historietas formativas e inocentes.
Vuelvo a la secuencia donde Steve se ha transformado en estrella popular presentando espectáculos para recaudar fondos y filmando películas para crear clubes de admiradores. Desde la timidez e inexperiencia hasta la seguridad que no está satisfecha. El héroe está detenido, suspendido, destinado a la grandeza. Este momento de la cinta le da sentido a toda la propaganda previa, a la creación del mito fílmico, a lo que en estos tiempos le da sentido al espectáculo de Hollywood y por eso nos anuncian al nuevo “Hombre araña” y al falso superhéroe Sherlock Holmes, pretexto de una variante.
La cinta demuestra nuevamente la capacidad del realizador Joe Johnston para narrar a la imaginación (acuérdense de “Jumanji” o la segunda secuela “jurásica” o su primera, magnífica, subestimada, “Rocketeer”, otro héroe de los años treinta, anticipada a su tiempo). El reparto tiene al magnético Evans (genial desde su aparición en “Celular”: lo demás era tonto) y a secundarios de primera. Hay algo, de todas maneras, curioso: la película es inteligente. Su finalidad se entiende. Uno explica los motivos de su realización. Y, sin embargo, me entero que fue un fracaso en Estados Unidos (se recuperará por el mercado extranjero, los DVD, la venta por internet, el paso por televisión) al recabar apenas su inversión (algo negativo para la gente de la industria). ¿Habrá perdido la esperanza esta generación que se vuelca en, por ejemplo, otra dirección del camino del planeta de los simios? ¿Busca el escape fácil de la fantasía “potteriana”?
Por lo pronto, luego de semanas de no poder ir al cine, he visto una cinta muy satisfactoria. Otro retrato del héroe que tiene redención y que, dentro de su ingenuidad y su buen corazón, termina diciendo que tenía una cita para que nosotros nos conmovamos y esperemos más en el futuro.
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