martes, 23 de diciembre de 2014

UN PARÉNTESIS NOSTÁLGICO (CON RECOMENDACIÓN)

TODA UNA VIDA LA PASARÍA CONMIGO
de Guillermo Sheridan.
Almadía, 2014.


Conocí a Guillermo Sheridan cuando fuimos compañeros en el salón 34 del CUM en el ciclo escolar 1966 – 67. Era el primer año de bachilleres y se entraba a otro nivel académico. Un día llegó con un ejemplar de “Figura de paja”, la novela de Juan García Ponce, de la Serie del Volador, editado por Joaquín Mortiz, que yo ya había leído y se lo hice saber. Esto fue lo que creó cierta empatía entre nosotros, porque no era muy común que un estudiante de casi quince años leyera a García Ponce (mucho menos en un colegio marista ¡y que fueran dos alumnos!), y fue un año muy agradable con su compañía, que no llegó a la calidad de amigos íntimos, simplemente a la oportunidad de la plática ocasional, los comentarios sobre cine, libros, música o el trabajo en equipo para alguna clase. Fue un año enriquecedor.

Ahora, estoy seguro, que  Guillermo no ha de tener “ni puta idea” (como titula a uno de los relatos del libro que aquí comento) de quien soy porque a todos nos sucede que el tiempo borra muchas cosas y personas ya que en todo momento seguimos rodeados de otras personas y cosas. Al siguiente año, él se fue a la especialización de humanidades y yo entré a la de ciencias. Poco tiempo después hizo teatro y lo vi en “El loco amor viene” de Ibargüengoitia, en el Teatro Mayo. Le perdí la pista, pasaron muchos años y, más adelante, cuando comenzó a escribir en suplementos literarios o escribir obras magníficas como su estudio sobre Los Contemporáneos, pude seguirlo con interés y bastante placer debido a que escribía en un estilo que me gustaba, al ser claro y conciso, interesante, universal, agradable al lector.



Quise dar a conocer este antecedente porque acabo de leer Toda una vida la pasaría conmigo (Almadía, 2014), donde Sheridan conjunta relatos autobiográficos que me trasladaron a esos tiempos mencionados, sobre todo en la primera sección que recupera sus años de niñez y adolescencia. Estamos ante el caso del ser sensible que nace dentro de una familia disímbola que se encuentra entre los parámetros ancestrales de revolución – arte. El libro nos muestra sus entornos, el marco familiar, las aspiraciones personales. Sheridan nos permite entrar a sus influencias y circunstancias para crecer como un joven saludable dentro de una familia numerosa pero sin que se le hayan creado obstáculos ni hubiera cedido a cambiar de idea ante el futuro, firme y decidido a recorrer el camino de la literatura amada. Al leer este libro y recordarlo por aquellos tiempos, puedo entenderlo mejor.

Las otras secciones ya dan cuenta de su crecimiento profesional, las experiencias académicas y familiares. Posteriormente ya empieza a filosofar sobre hechos sucedidos, temas eróticos, experiencias de su carrera y los absurdos de la realidad nacional. Lo que distingue a esta autobiografía de otras es su característica fragmentada. No es un relato lineal ni preciso. Son momentos que van explicando al autor al narrar cierta situación sobre su esposa, u otra con el hijo pequeño, o la cercanía ante el autor admirado, o la impresión que le causa un libro que lo lleva a connotar la propia experiencia. Así, sin obviedades tenemos el comentario social de cada tiempo en el cual se detiene. Sí, así éramos y vivíamos en este país.

Uno de los relatos con mucho humor y más cercanos a la experiencia de cualquier lector es precisamente la mencionada “Ni puta idea” donde narra cómo fue confundido con otra persona en distintas circunstancias y momentos, para quedar por siempre con la incógnita de quién sería la persona a la que se dirigían cuando le saludaban.


Finalmente, resulta que, en muchas ocasiones, la persona que se dirige a uno tampoco tiene la idea segura de su identidad. Insisto que eso es lo que sucedería si me acercara “ahora” a Guillermo para saludarlo, pero eso no importa: lo que interesa es el motivo, es el “antes” que le agradezco cuando sucedió, como todas estas páginas de un libro entrañable bastante recomendable que no debe dejar de disfrutarse.