SIN AMOR
(Loveless / Nelyubov)
2017. Dir. Andrey Zvyagintsev.
Alyosha
(Matvey Novikov) es un niño de doce años, hijo de Zhenya (Maryana Spivak) y Boris
(Aleksey Rozin) que están a punto de divorciarse. Cierta noche discuten y la
mujer le pide al marido que despierte al niño para enterarlo. Más tarde, nos
enteramos que Alyosha estaba escuchando y lloraba desconsolado. Al día siguiente,
luego del desayuno, el niño sale de casa rumbo al colegio. Zhenya pasa el día
en su trabajo, arreglándose estéticamente y saliendo con su nuevo novio, siempre con el celular enfrente. Boris,
luego del trabajo se encuentra con su novia, a la cual ha embarazado, y pasa la
noche con ella. Al día siguiente, Zhenya se da cuenta que Alyosha no llegó a
dormir, tampoco ha estado en el colegio ni ha contactado a su único amigo.
Inicia, entonces, la búsqueda del niño.
Con
esta anécdota aparentemente simple el realizador Zvyagintsev nos ofrece un
retrato brillante, cruel y despiadado de lo que significa la falta de amor:
Zhenya se arrepiente de haberse casado por su embarazo y estar al lado de Boris, a quien
no ama, y hasta desea haber abortado. Boris, por su lado, está preocupado porque
en su trabajo exigen que los empleados estén casados y tengan su familia por lo
que el inminente divorcio podrá traerle problemas. En cuanto surge el hecho de
la desaparición de Alyosha, empiezan las reacciones y las consecuencias.
Sin
caer en la facilidad narrativa ni en la condescendencia hacia el espectador
convencional, la evanescencia repentina del niño refuerza el odio y las
reclamaciones. Alrededor de este matrimonio sin amor hay antecedentes: la madre
de Zhenya la detesta y le reprocha haberse dejado convencer por Boris para
tener un hijo cuando ella, en realidad, quería alejarse de ella. Boris, por su
parte, para proteger su empleo ha embarazado a su amante para tener el
reemplazo social necesario.
El
proceso de búsqueda de Alyosha se realiza por una asociación voluntaria,
bastante eficiente, que trabaja mejor que la policía oficial y de manera
eficiente llega hasta todas las posibles alternativas. En los tiempos íntimos,
Boris sigue con su nueva vida; Zhenya con su amante. Tal parece que Alyosha no
ha existido jamás. No obstante, algo se ha quebrado en ese interior indiferente
de ambos progenitores. Al final de cuentas un niño debería ser el símbolo de un
amor que se consumó con pasión y deseo.
La
acción sucede antes de que llegue el invierno de 2012 cuando se anunciaba el
fin del mundo y, sin pensarlo, ocurre otro final inesperado en las existencias
de una pareja cuyo final anunciado estaba cercano. Alyosha sale de la escuela y
camina por el bosque: encuentra un largo listón que luego lanza al cielo para
que caiga sobre un árbol para que quede volando por los aires. Pasa el tiempo. No
se ha acabado el mundo, hay guerra en Ucrania, los volantes con la pesquisa de
Alyosha ya están amarillentos. Alyosha ha desaparecido pero el listón permanece
en el aire, en el ambiente, en el respiro cotidiano, como los recuerdos y los
remordimientos.