sábado, 28 de agosto de 2010

EL LISTÓN BLANCO



El listón blanco
(Das weisse Band)
2009. Dirección de Michael Haneke




Las primeras frases de la cinta dan idea de la intención del maestro Haneke al filmar esta película. “Los extraños incidentes ocurridos en el pueblo explicarían los sucesos que vendrían posteriormente”. Nunca menciona los horrores de la Primera Guerra Mundial ni al consecuente nazismo, ni el devenir del planeta, ni estos pueden ser los obvios hechos producidos. Sin embargo, dentro de ese pueblo existe la maldad; la disciplina produce represión y de ella, se deriva el odio, el rencor, la rebeldía.

El maestro de escuela narra la historia muchos años después de que ocurrieron los hechos. Vamos siendo testigos de la caída casi fatal de su caballo del médico del lugar porque alguien colocó un alambre casi invisible que hizo tropezar y lastimar al animal; una mujer muere en un accidente y luego un granero se incendia; el hijo pequeño del Barón es secuestrado, colgado de las piernas y golpeado; a un niño con retraso mental se le enceguece; pero la vida sigue y poco a poco se van develando secretos y extrañas relaciones.

Sin embargo, nada es preciso: todo es incierto. Al director Haneke
le gusta dejar los finales abiertos. Si acaso en “Funny Games” (1997 y 2007) todo era claro aunque el final dejaba ver que estos jóvenes asesinos continuarían su serie de perversiones hasta quién sabe cuándo, en “El observador oculto” (Caché, 2005) queda ya esa incertidumbre establecida. La verdad es relativa. Los ángulos de la realidad son múltiples.

La cinta mantiene la atención por la necesidad que tenemos los espectadores de satisfacer nuestra curiosidad. Nos manipula como detectives que queremos llegar al fondo de las situaciones y va lanzando pistas: una niña habla de sus sueños terribles que se vuelven realidad; otro niño camina sobre el barandal de un puente con el peligro de caer y morir (“Dios no quiso que muriera”, explica al volver a piso plano).

El pastor de la iglesia regaña a sus hijos porque han llegado tarde sin avisar. Comenta que cuando era pequeño, se imponía un listón blanco a los menores porque denotaba pureza. Ahora lo hace con sus hijos mayores para que vuelvan a ser dignos del perdón y recuperen la gracia perdida. Sin embargo, también hay almas puras: el propio maestro que corteja a una joven sirvienta o el niño pequeño que quiere cuidar de un ave herida.

Haneke nos muestra a los personajes adultos con sus debilidades y costumbres prohibidas (un padre que abusa de su hija, además de mantener relaciones con una vecina a la que después desprecia brutalmente; el pastor abusa de su puesto sobre los hijos; la baronesa es cruel con el tutor de su pequeño). Los niños y jovencitos estremecen con su mera presencia y mirada como aquellos extraterrestres rubios de “El pueblo de los malditos” (Rilla, 1960; Carpenter, 1995).

La cinta es acerca del mal que nos rodea. ¿Cómo se manifiesta?
¿Qué consecuencias produce? Aunque también hay bondades que, por desgracia, se doblegan. Los caminos del Señor son infinitos.