domingo, 22 de agosto de 2010

MUSSOLINI APASIONADO


VINCERE

Una película de Marco Bellocchio (2009)
con Giovanna Mezzogiorno y Filippo Timi.


Marco Bellocchio (1939) fue uno de los cineastas italianos que saltaron a la fama en los años sesenta como sucedió con Pasolini, Bertolucci, Liliana Cavani, Giuseppe Patrone Griffi, los Taviani, Samperi, entre otros. Su característica era la toma de conciencia acerca de la realidad política que los rodeaba, aparte de ser todavía una generación con cultura libresca y cinematográfica general: su dosis de cinefilia que les permitía estar enterados de quienes los habían antecedido y no solamente en el país natal; además eran poseedores de una mirada sumamente crítica.

Su primer largometraje (“Los puños en los bolsillos”, 1965) era metafórico sobre el país: un joven epiléptico y reprimido, asesinaba a su madre, a sus otros hermanos enfermos, para liberar al hermano mayor y sano que quería salir de una atmósfera opresora. Luego vinieron “China está cerca”, “En el nombre del padre”, “Marcha triunfal” y otros títulos que le dieron importancia a nivel crítico pero nunca popular y taquillero como su coetáneo Bertolucci. Bellocchio, sin embargo, ha producido cintas entrañables como “Enrique IV” basado en Pirandello o “El diablo en el cuerpo” paráfrasis básico de Radiguet en un cine sexualmente gráfico.

Con “Vincere” se mete de lleno al antecedente histórico de su país. Habla sobre Mussolini y la manera en que despreció a la mujer que fue su amante y madre de su hijo bastardo. La cinta comienza con la fascinación que despierta en Ida Dalser (una extraordinaria Mezzogiorno), quien se le entrega físicamente para llegar a vender todas sus posesiones con tal de que su amado logre fundar un periódico que le permitirá salvar a la querida patria. La acción inicia en los albores del siglo XX: Mussolini es apasionado, irreverente, y con un carisma que solamente se entendería si se le hubiera tenido enfrente como pasó con los argentinos ante Eva Perón o los alemantes adorando a Hitler.



Ida le anuncia que va a tener un hijo. Mussolini la abraza pero la va dejando de lado. Luego de combatir en la Primera Guerra regresa con el afán de poder. Está casado y tiene otros hijos legítimos: Ida y Benito Albino son problemáticos para su prestigio y popularidad. Por eso manda encerrar a Ida en un manicomio cuando insiste y grita a los cuatro vientos que es la esposa y madre del hijo del “Duce”. Al niño lo coloca en un hospicio-escuela.

Bellocchio muestra al Benito joven (un Filippo Timi que deja al espectador con la boca abierta: una especie de Javier Bardem más agraciado), pleno de ideales. Luego, cuando asciende al poder, queda calvo, se torna gordo y se transmuta en bufón ridículo, ya no aparece el actor. Lo presenta a través de imágenes documentales para evitar la inexactitud física. Timi vuelve a salir en pantalla como el hijo ya veinteañero quien se burla de su padre, imitándolo ante sus compañeros de escuela. Más tarde, también enloquecido, seguirá haciéndolo como una forma de venganza espiritual, inconsciente, ante la locura.

Ida, mientras tanto, anhelará ver a su hijo. Pasa todos sus últimos años de vida encerrada en diversos manicomios sin dejar de lado su “erotomanía”: a pesar del maltrato, de la injusticia, del desprecio, Ida siempre reconoce a Mussolini como su hombre, al cual amó y del cual obtuvo un placer insustituible.



Así, estamos ante una película que retorna a la radiografía del país y de un dictador. Es el retrato del hipócrita, convenenciero y ruin que habla públicamente sobre el amor a la patria cuando en realidad no le importa nada más que el poder y sus ventajas personales (pensemos en un Fidel Castro o en un Hugo Chávez de los tiempos que vivimos). Ida viene a ser un pequeño ejemplo de su falta de compasión y sentido humano. Del “uso” de las personas como práctica cotidiana.

Así como el Alessandro de esos “Puños en los bolsillos” quería destruir de raíz el problema que lo asfixiaba, ahora Mussolini es una variante para continuar con esa destrucción inconveniente para su situación personal. Estamos ante un realizador fiel a sí mismo que repite sus obsesiones de una u otra manera en cada película que filma. Esa es la naturaleza del cine. Es la cinefilia que permite establecer conexiones y reconocer constantes temáticas. Es la gloria de este medio maravilloso que nos permite reflexionar y divertirnos.

“Vincere” es el título original que quizás se traduzca literalmente como “Vencer” o “Ganar” cuando llegue, si es que llega, a nuestras pantallas. Mientras tanto, hay un DVD. Ojalá puedan disfrutarlo.