SIETE DESEOS
(Wish Upon)
2017. Dir, John R. Leonetti.
Un
prólogo ocurrido doce años atrás nos presenta a una mujer que coloca un paquete
en el bote de la basura. Su niña aparece junto con un perrito y se pone a
pasear en bicicleta. La mujer se mete a su casa. La niña retorna. Sube al ático
y entra en el preciso momento en que la mujer se ahorca. Pasa el tiempo y en el
presente la niña es Clare (Joey King), cuyo padre se dedica a recoger sobrantes
de basura para revender. Clare sufre el acoso de una chica rubia y rica, además
que está enamorada del muchacho imposible. Cierto día, su padre le regala una
caja poliédrica que trae caracteres chinos, pero que no puede abrir. Luego de
tener un pleito con su compañera, desea que se pudra. Por la noche, la caja
misteriosa se abre repentinamente y ejecuta una melodía. Al día siguiente, su
rival despierta, va al baño y descubre que tiene escoriaciones y gangrenas en
todo el cuerpo. Y sigue.
Clare, inocente ante las consecuencias
que tendrán sus deseos
La
cinta, en el mejor estilo de las producciones de James Wan (de las cuales el
director Leonetti ha sido fotógrafo) y manteniendo el nivel de terror mostrado
en Annabelle, es una representación
ficcional del famoso karma, donde
nuestras acciones reciben retribución: si deseas el mal, recibirás el mal.
Clare inicia pidiendo un deseo sin tener idea que habrá una reacción en alguna
persona cercana a ella. Lo hace porque ha entendido las palabras de “siete
deseos” en la caja y no ha sido testigo de la apertura de la misma. Su enfoque
es inocente al principio: no está consciente que las muertes que suceden a su
alrededor se deben a los deseos solicitados. Además, estos son
naturalmente egoístas: ella piensa en su situación y en su manera de pensar
adolescente.
Ryan Phillippe en el rol del padre
y la legendaria Sherilyn Fenn
como dulce vecina
El
espectador se mantiene a la expectativa. Sabe que cada vez que Clare solicite
algo habrá consecuencias. Al tener la información que cada deseo producirá una
víctima y un deceso, empieza el suspenso y luego el terror. Estamos ante otra
producción que se asemeja a la terrible condena que tenían los sobrevivientes
de las distintas variantes de Destino
final, o las víctimas de la venganza de todas las cintas de Juego macabro. El guion, bastante
ingenioso, en ocasiones dando pistas falsas que engañan al espectador, no deja
lugar a duda, va conectando todos los hechos y es bastante cruel con quienes
mueren por esta maldición. Uno se regocija, de cualquier manera, ya que se
presenta una situación que muchos quisiéramos: la oportunidad de conseguir que
los políticos corruptos desaparecieran, que los vecinos molestos se cambiaran
de casa, que lo malo se volviera bueno aunque el precio a pagar fuera alto o
con sangre. Destrozada por la “krítika”, que es lo que menos importa, nos
devuelve atmósferas que pensábamos perdidas (o limitadas) pero que tanto James
Wan y sus discípulos (o anexos) se encargan de devolvérnoslas: como si fuera un karma debido a nuestros (buenos) deseos.
Clare junto con su amiga se aterran
ante otra de las víctimas del mal karma
El director de fotografía vuelto realizador
excelso del género de terror: John R. Leonetti