sábado, 8 de julio de 2017

EL HÉROE ANHELANTE


EL HOMBRE ARAÑA: REGRESO A CASA

(Spider-Man: Homecoming)

2017. Dir. Jon Watts.





         Peter Parker (Tom Holland, simpatiquísimo) es un joven adolescente quien, entusiasmado por haber participado brevemente junto con los Vengadores (en Capitán América: guerra civil), como Spider-Man debido a sus cualidades especiales, espera su siguiente misión gracias a su mentor Tony Stark (o sea Iron Man, o sea Robert Downey Jr.) quien lo vigila a distancia y le ha dado un traje con todos los adelantos tecnológicos posibles. Un prólogo (ocurrido ocho años antes) muestra a Adrián Tooms (Michael Keaton) como ingeniero encargado de recoger todo el escombro dejado por el combate contra los extraterrestres, pero es relevado, de manera contundente con respuesta violenta, por el gobierno federal. Entonces, junto con sus empleados, decide quedarse con toda la basura ya almacenada con la cual crea armas destructivas y él mismo, también por ese material, se convierte en el personaje de Vulture (o sea Buitre) para vender armas y vengarse de diversas maneras. La cinta mostrará la lucha entre este joven aspirante a héroe y su némesis.





         La película inicia de manera inteligente: Peter ha llevado un videodiario en su teléfono celular poco después de la hazaña con los Vengadores. Ha esperado cierto tiempo a que se le llame, sin éxito, por parte de Stark, y mientras tanto se dedica a ayudar a su ciudad, evitando robos y realizando actos menores. Es la gran cualidad de esta película que muestra a Peter como estudiante, dentro de su ambiente con acoso de otro compañero y romance no declarado hacia una jovencita, sin ser popular en la escuela, acompañado de su fiel amigo, el gordito de ascendencia filipina Ned (Jacob Batalon) quien es muy hábil con la cibernética (que se entera accidentalmente de la verdadera personalidad de su amigo). Vive con su sobreprotectora tía May (Marisa Tomei) y de esa cotidianidad, surge el descubrimiento de las malas intenciones de Vulture y el inicio de la confrontación.





         Al equilibrar esos hechos cotidianos con la acción usual del género, la cinta se humaniza y evita la insistencia ante el estatus de la persona superpoderosa. El carisma de Holland (y su talento: no olvidemos su gran actuación como el niño perdido en Lo imposible) y su vulnerabilidad quinceañera (aunque en realidad es mayor en edad) permite el sentido de protección del espectador (quien se torna momentáneamente en inesperada tía May) por lo que la empatía envuelve a la cinta por completo: no importan tanto las escenas de acción (realizadas con humor: fíjese en la secuencia donde el héroe persigue a los vendedores de armas, saliendo desde la fiesta donde se encontraba y pasando por diversas casas donde provoca inesperados destrozos). Finalmente, Peter es todavía un niño impetuoso.





         Para una generación que se ha alimentado de una buena dosis de superhéroes, compuesta principalmente de jovencitos, tenemos la película perfecta al mostrar a un personaje de su misma edad, en un ambiente común para su realidad (amores juveniles, computadoras, contentos y descontentos) que viene a ser un modelo a seguir en esta época de valores cambiantes (o perdidos). Estamos idealmente ante el héroe anhelante, el aspirante a seguir el ejemplo de sus ídolos mayores, que sigue la regla moral, que espera el momento apropiado dentro de su realidad para florecer, aunque en los ojos del cinéfilo ya lo ha hecho.





         Sin desmerecer las joyas que filmara Sam Raimi hace quince años con Tobey Maguire, o hace un lustro Marc Webb con Andrew Garfield, este relanzamiento de un héroe más vulnerable, más ingenuo, más cercano a sus espectadores jóvenes, resulta un producto refrescante. Ya es lugar común resaltar el sentido de familia (en este caso se presentan dos extremos) en el cual Hollywood insiste. Mucha mercadotecnia pero el producto final realmente cumple con lo que promete. Memorable cinta veraniega.

Tom Holland, Michael Keaton y el director Jon Watts