viernes, 14 de julio de 2017

LA EDAD DE LA EQUIVOCACIÓN

MI VIDA A LOS DIECISIETE
(The Edge of Seventeen)
2016. Dir. Kelly Fremon Craig.



         Nadine (una carismática Hailee Steinfeld) llega desesperada a contarle un problema a su maestro de historia Mr. Bruner (Woody Harrelson en un papel simpatiquísimo, aparentemente indolente pero en realidad bastante comprensivo). Quiere suicidarse porque ha arruinado, según ella, su vida. A partir de este momento, la narración se va hacia la infancia de la chica, acosada por sus compañeros de escuela, con pocos amigos, mimada por un padre que, lamentablemente ha fallecido. Ahora, ya mayor a los 17, es rebelde, siente que no tiene un lugar en el mundo, no entiende a su madre quien es bastante egocéntrica, y, para su desgracia, su mejor amiga se ha convertido en novia de su hermano Darien, siempre responsable, activo, popular: todo lo contrario a ella. Así volveremos a llegar al punto inicial para que las cosas tomen un curso natural y necesario.



         Estamos ante otra cinta con adolescente inadaptada pero, gloriosamente, sin que caiga en el estereotipo, el melodrama o los chistes vulgares. Nadine, como sus compañeros, tiene motivaciones para su comportamiento: ella misma ni se entiende. Intenta mezclarse y estar junto con las personas de su propia edad pero no puede lograrlo. También tiene su deseo amoroso hacia el chico aparentemente inalcanzable, bastante idealizado, por lo que habrá ascenso y caída, deseo y decepción. La relación con su madre es difícil: la mujer se apoya en el hermano mayor, la hija le parece desconfiable, pero todo se debe a una falta de comunicación.



         La cinta resulta redonda. No hay lugares comunes sino personajes reales, cercanos con el medio que nos rodea. Posee un humor fino que provoca la sonrisa. Los espectadores mayores podrán encontrar semejanzas con los comportamientos de sus hijos y los espectadores jóvenes reconocerán a sus amigos y hasta a ellos mismos. La cinta resulta inteligente porque sus personajes no son caricaturas y sus problemas, tan cotidianos, tienen razón de ser por edad y circunstancias.



         Cuando se descubre el motivo por el cual Nadine decide suicidarse y las consecuencias posteriores, uno se da cuenta que la vida no sigue un guion predeterminado sino que gira, da vueltas, ofrece sorpresas. Si recordamos que esa es precisamente la edad para el equívoco, la corrección, el aprendizaje, aceptamos a una Nadine que tiene al mundo por delante.