jueves, 13 de julio de 2017

LA CORRUPCIÓN Y LO DELEZNABLE


GRADUACIÓN

(Bacalaureat)

2016. Dir. Cristian Mungiu.





         El médico Romeo Aldea (Adrian Titieni, conmovedor) tiene sus esperanzas puestas en la beca a Inglaterra que ha conseguido su hija siempre y cuando apruebe los exámenes con altas calificaciones. Antes del examen, la chica sufre un intento de violación que la hace ir con el médico y con la policía. Su padre busca la manera de que su hija pueda tomar el examen aunque tenga que recurrir a actos deshonestos (mover influencias, pagar favores). Su situación empeora cuando la hija lo encuentra con una amante, por lo que Romeo tendrá que reflexionar acerca de sus últimos actos.





         Mungiu, uno de los realizadores que lograron colocar al cine rumano entre las industrias importantes, vuelve al tema de la ilegalidad (como en la búsqueda de un abortista en su cinta anterior 4 meses, 3 semanas y 2 días) que el protagonista de esta cinta no acepta y trata de vivir dentro del orden y la corrección. Todo cambia cuando ocurre el incidente: el médico desea que su hija salga del país, corrupto y dado a las transas, para que pueda alcanzar niveles y vivir experiencias que nunca pudieron tanto su mujer ni él mismo quien, de todas maneras, mantiene una posición decorosa, respeta a los demás y es, a su vez, respetado. Acude con un representante político acostumbrado a conceder favores pero al cual le ofrece atenderlo en un transplante de hígado. Éste le envía con un funcionario escolar.





         La cinta se vuelve una reflexión acerca de la ética y su resquebrajamiento ante la desesperación. El médico cae en las corruptelas porque desea cumplir su propio sueño en la persona de su hija. De hecho, su única traición consiste en tener como amante a una de las maestras de la chica. Mungiu utiliza una metáfora visual dentro de su guion: Romeo sufre agresiones por una persona jamás identificada que tanto lanza una piedra que rompe el vidrio de una ventana, le deja los limpiaparabrisas levantados y abiertos, para finalmente destrozar ese parabrisas. Romeo busca, no encuentra, pero jamás toma represalias: es un síntoma del país donde vive.





         Afortunadamente Mungiu cree en el ser humano y en sus alternativas de salvación. En el escaso tiempo en que transcurre la acción de toda la película veremos el descenso y caída de una persona honesta que vivirá pérdidas pero crecerá en entendimiento. Al final de cuentas, es la toma de conciencia sobre los perjuicios que la sobreprotección o la idea de cumplir los sueños propios a través de los seres que amamos solamente provocan la destrucción del otro. 



AMOR EN BRAILLE

(Le coeur en braille)

2016. Dir. Michel Boujenah.



En la línea contemporánea de los ya cuarentones
Pedrito Fernández y Lucerito



         No todo el cine francés es inteligente e igualmente cae en lugares comunes o, como ocurre en este caso, tramas esquemáticas con personajes y situaciones prefabricadas. Obviamente dirigida a un público preadolescente, la cinta habla acerca de una niña cuya enfermedad visual degenerativa no le impide alcanzar su sueño de estudiar cello en un conservatorio. Le ayudará un compañero de la escuela cuyo problema es un padre que vive aferrado al recuerdo de su esposa muerta hace años. Todo será amable, alejado de los males de este mundo, con niños tan ordenados, decentes y vivos (ella es la primera en la escuela; él sabe cocinar, planchar, limpiar la casa: ambos tienen 12 años y nunca hay señales de algún instinto precoz) que las acciones se exageran (los altibajos emocionales), ocurren de pronto (la niña se enferma inexplicablemente antes de su audición y se recupera milagrosamente, al grado de aparecer con un sorprendente vestido largo sacado de la nada) o no tienen la menor importancia (el director de la escuela y sus intromisiones, entre otros asuntos). La cinta no se decide entre ser melodrama o comedia. Recuerda mucho a las deleznables películas con Pedro Fernández en su etapa de cambio entre niñez y adolescencia (Coqueta o Delincuente, por ejemplo): quizás ese sea el motivo para que un público poco exigente la acepte.