domingo, 2 de julio de 2017

LOS SUEÑOS PERDIDOS


TRAS LA TORMENTA

(Umi yori mo mada fukaku)

2016. Dir. Hirokazu Kore-eda





         Ryota (Hiroshi Abe, atractivo, muy alto para el promedio japonés) fue novelista premiado que no pudo repetir su éxito. Ahora se dedica a ser detective privado que investiga esposos infieles o busca mascotas perdidas. Visita a su madre, la viuda Yoshiko (una tierna, frágil pero fuerte, Kirin Kiki), quien agradece la muerte de su marido y ahora vive feliz, con su pensión y asistiendo a una clase de apreciación musical. Ryota es divorciado, espía a su mujer Kyoko (la bella Yoko Maki) que tiene nuevo pretendiente y desea ser buen padre para su hijo Shingo (Taishô Yoshizawa), a pesar de que gasta su dinero en apuestas, lotería, juegos de azar, y no paga a tiempo la pensión alimenticia. Una noche de ciclón, La ex pareja y el hijo deberán pasarla en el pequeño departamento de Yoshiko para que se aclaren algunas cosas aunque sea inmóvil el pasado y el futuro siempre sea incierto.


El altísimo Hiroshi Abe (1.90 m)
y la entrañable Kirin Kiki



         El realizador Kore-eda ofrece otra de sus cintas acerca de las relaciones familiares. Al saberse que inicialmente quiso ser novelista, se comprende la densidad de una trama que nos pasea junto con Ryota hacia un conjunto habitacional para que conozcamos su pasado gracias a las interacciones con hermana y madre; hacia sus investigaciones laborales para que sepamos cuál es su vida cotidiana y todos los obstáculos que no le permiten enderezar su situación; y finalmente, gracias al hecho fortuito del fenómeno natural, la realidad de un futuro no alcanzado, la posibilidad de que algo mejore o tal vez (seguramente), todo siga igual.





         Kore-eda divide su película en secuencias al estilo Chejov, donde aparentemente no sucede nada pero las palabras o las situaciones son profundas en lo que transmiten. Al inicio de la cinta, hija y madre hablan de Ryota y su divorcio, la falta de dinero, la libertad que ahora siente la madre. Luego vemos a Ryota en un vehículo que lo transporta hacia la casa de su madre que lo consiente y, paradójicamente, aunque el hombre busca algo que pueda empeñarse de lo que ha quedado en casa, le deja dinero a la mujer. Se continua con la entrevista a una dama que ha sido investigada por su marido a través de Ryota por lo que éste mueve las cosas a su favor: le entrega sus pruebas de infidelidad a cambio de dinero y que, ahora, se cambie al objeto de la investigación por el marido. Luego vemos a Ryota en su intimidad: un librero con muchos ejemplares de la novela que ya no tuvo descendencia (sigue siendo un ideal perdido). Con pocas secuencias ha quedado aclarada la personalidad y realidad del personaje masculino.


La familia reunida por un ciclón



         El otro lado de la moneda lo integran la ex esposa y el hijo. Ryota quiere ser un buen padre y repetir lo positivo que hubo en su relación con el suyo, dejar de lado lo negativo. Ryota, dentro de sus limitaciones, intenta acercarse al niño, revivir lo que fue entrañable en su vida infantil, evitar que su hijo no alcance los sueños que tenga. Kyoko, por su parte, le reprocha los descuidos y las negligencias durante su vida matrimonial: Ryota no ha cambiado su rutina (rechaza la oportunidad de escribir una manga que le dejaría dinero, pero "mancharía su renombre"), sin embargo extraña a su mujer (otro sueño perdido) pero ya no queda mucho por hacer.





         Es un lugar común la referencia de Ozu como antecedente del gran cine familiar japonés de antaño. No obstante, la calidad de factura y la importancia en estos personajes a lo largo de sus cintas hacen que la comparación con el cine de Kore-eda (toda distancia, todo respeto, debidos a otra época, otra manera de hacer cine) sea inevitable. La cinta resulta entrañable, queda en la memoria, termina y uno quisiera que volviera a empezar. Imprescindible.




         El extraordinario Hirokazu Kore-eda