TRAS LA TORMENTA
(Umi yori mo mada fukaku)
2016. Dir. Hirokazu Kore-eda
Ryota
(Hiroshi Abe, atractivo, muy alto para el promedio japonés) fue novelista
premiado que no pudo repetir su éxito. Ahora se dedica a ser detective privado
que investiga esposos infieles o busca mascotas perdidas. Visita a su madre, la
viuda Yoshiko (una tierna, frágil pero fuerte, Kirin Kiki), quien agradece la
muerte de su marido y ahora vive feliz, con su pensión y asistiendo a una clase
de apreciación musical. Ryota es divorciado, espía a su mujer Kyoko (la bella Yoko
Maki) que tiene nuevo pretendiente y desea ser buen padre para su hijo Shingo
(Taishô Yoshizawa), a pesar de que gasta su dinero en apuestas, lotería, juegos
de azar, y no paga a tiempo la pensión alimenticia. Una noche de ciclón, La ex pareja y
el hijo deberán pasarla en el pequeño departamento de Yoshiko para que se
aclaren algunas cosas aunque sea inmóvil el pasado y el futuro siempre sea
incierto.
El altísimo Hiroshi Abe (1.90 m)
y la entrañable Kirin Kiki
El
realizador Kore-eda ofrece otra de sus cintas acerca de las relaciones
familiares. Al saberse que inicialmente quiso ser novelista, se comprende la densidad
de una trama que nos pasea junto con Ryota hacia un conjunto habitacional para
que conozcamos su pasado gracias a las interacciones con hermana y madre; hacia
sus investigaciones laborales para que sepamos cuál es su vida cotidiana y
todos los obstáculos que no le permiten enderezar su situación; y finalmente,
gracias al hecho fortuito del fenómeno natural, la realidad de un futuro no
alcanzado, la posibilidad de que algo mejore o tal vez (seguramente), todo siga
igual.
Kore-eda
divide su película en secuencias al estilo Chejov, donde aparentemente no
sucede nada pero las palabras o las situaciones son profundas en lo que
transmiten. Al inicio de la cinta, hija y madre hablan de Ryota y su divorcio,
la falta de dinero, la libertad que ahora siente la madre. Luego vemos a Ryota
en un vehículo que lo transporta hacia la casa de su madre que lo consiente y,
paradójicamente, aunque el hombre busca algo que pueda empeñarse de lo que ha
quedado en casa, le deja dinero a la mujer. Se continua con la entrevista a una dama que ha sido investigada por su marido a través de Ryota por lo que éste mueve
las cosas a su favor: le entrega sus pruebas de infidelidad a cambio de dinero
y que, ahora, se cambie al objeto de la investigación por el marido. Luego vemos a Ryota en su intimidad: un librero con muchos ejemplares de la novela que ya no tuvo descendencia (sigue siendo un ideal perdido). Con pocas secuencias ha quedado aclarada la personalidad y realidad del personaje
masculino.
La familia reunida por un ciclón
El
otro lado de la moneda lo integran la ex esposa y el hijo. Ryota quiere ser un
buen padre y repetir lo positivo que hubo en su relación con el suyo, dejar de
lado lo negativo. Ryota, dentro de sus limitaciones, intenta acercarse al niño,
revivir lo que fue entrañable en su vida infantil, evitar que su hijo no
alcance los sueños que tenga. Kyoko, por su parte, le reprocha los descuidos y
las negligencias durante su vida matrimonial: Ryota no ha cambiado su rutina (rechaza la oportunidad de escribir una manga que le dejaría dinero, pero "mancharía su renombre"),
sin embargo extraña a su mujer (otro sueño perdido) pero ya no queda mucho por
hacer.
Es
un lugar común la referencia de Ozu como antecedente del gran cine familiar
japonés de antaño. No obstante, la calidad de factura y la importancia en estos
personajes a lo largo de sus cintas hacen que la comparación con el cine de
Kore-eda (toda distancia, todo respeto, debidos a otra época, otra manera de
hacer cine) sea inevitable. La cinta resulta entrañable, queda en la memoria,
termina y uno quisiera que volviera a empezar. Imprescindible.
El extraordinario Hirokazu Kore-eda