Sobre todo cine, efemérides y mucho más: inquietudes que deseo compartir... luego, el infinito.
sábado, 28 de agosto de 2010
ATENTADO CONTRA EL PÚBLICO
El atentado
(2010, Jorge Fons)
Con Daniel Giménez Cacho, Julio Bracho,
Irene Azuela y José María Yázpik.
La cinta comienza con una escena de teatro carpero donde dos cómicos se burlan de Porfirio Díaz. Cierra el telón ante el enojo de los parroquianos, quizás para demostrar la ambigüedad de sentimientos hacia el dictador y vuelve a abrirse para mostrar al Distrito Federal de finales de siglo XIX. En una cantina se está convenciendo a un hombre de matar a Díaz. Luego de varios intentos posibles (se muestra el atentado con cuchillo y piedra) se presenta el real, el que viene en la novela de Álvaro Uribe que rescata este episodio poco conocido. Es fallido, por lo que el frustrado asesino va a la cárcel dejando al descubierto lo que estaba oculto detrás del hecho: una conspiración. Y así se va desarrollando el melodrama alrededor del hecho, la caricatura del dictador, los chistes carperos que no tienen gracia, hasta que cierra nuevamente el telón en donde siempre hubo escenario vacío.
Escuché un programa de radio donde se comentaba que si este atentado hubiera triunfado no se habría producido la Revolución y la historia del país sería otra. Bueno, es lo mismo si se hubiera muerto Hitler cuando era joven o Mussolini no alcanzara el poder y tantas otras situaciones. No podemos cambiar historia ni pasado ni destino. Lo que tenemos enfrente es una superproducción inflada, con asunto que ya no impacta aunque con el excelente oficio de Fons y la presencia ya cansada y ridícula de Giménez Cacho. Es el tipo de cine que quiere pasar como prestigioso (los diálogos intercalan versos de Othon, Peza) y conmemorativo (finalmente hubo revolución para cambiar y quedar igual aunque con otros nuevos ricos) pero termina en melodrama inútil, reparto que ya harta, en el otro extremo de la realidad fílmica mexicana contemporánea: los nuevos directorcitos que filman intrascendencias o copias baratas de Hollywood; los viejos directores que fueron magníficos y filman temas inflados que quieren ser emblemáticos. (Los de enmedio, los interesantes, los que saben qué importa en estos tiempos son escasos). ¡Qué lástima!
EL LISTÓN BLANCO
El listón blanco
(Das weisse Band)
2009. Dirección de Michael Haneke
Las primeras frases de la cinta dan idea de la intención del maestro Haneke al filmar esta película. “Los extraños incidentes ocurridos en el pueblo explicarían los sucesos que vendrían posteriormente”. Nunca menciona los horrores de la Primera Guerra Mundial ni al consecuente nazismo, ni el devenir del planeta, ni estos pueden ser los obvios hechos producidos. Sin embargo, dentro de ese pueblo existe la maldad; la disciplina produce represión y de ella, se deriva el odio, el rencor, la rebeldía.
El maestro de escuela narra la historia muchos años después de que ocurrieron los hechos. Vamos siendo testigos de la caída casi fatal de su caballo del médico del lugar porque alguien colocó un alambre casi invisible que hizo tropezar y lastimar al animal; una mujer muere en un accidente y luego un granero se incendia; el hijo pequeño del Barón es secuestrado, colgado de las piernas y golpeado; a un niño con retraso mental se le enceguece; pero la vida sigue y poco a poco se van develando secretos y extrañas relaciones.
Sin embargo, nada es preciso: todo es incierto. Al director Haneke
le gusta dejar los finales abiertos. Si acaso en “Funny Games” (1997 y 2007) todo era claro aunque el final dejaba ver que estos jóvenes asesinos continuarían su serie de perversiones hasta quién sabe cuándo, en “El observador oculto” (Caché, 2005) queda ya esa incertidumbre establecida. La verdad es relativa. Los ángulos de la realidad son múltiples.
La cinta mantiene la atención por la necesidad que tenemos los espectadores de satisfacer nuestra curiosidad. Nos manipula como detectives que queremos llegar al fondo de las situaciones y va lanzando pistas: una niña habla de sus sueños terribles que se vuelven realidad; otro niño camina sobre el barandal de un puente con el peligro de caer y morir (“Dios no quiso que muriera”, explica al volver a piso plano).
El pastor de la iglesia regaña a sus hijos porque han llegado tarde sin avisar. Comenta que cuando era pequeño, se imponía un listón blanco a los menores porque denotaba pureza. Ahora lo hace con sus hijos mayores para que vuelvan a ser dignos del perdón y recuperen la gracia perdida. Sin embargo, también hay almas puras: el propio maestro que corteja a una joven sirvienta o el niño pequeño que quiere cuidar de un ave herida.
Haneke nos muestra a los personajes adultos con sus debilidades y costumbres prohibidas (un padre que abusa de su hija, además de mantener relaciones con una vecina a la que después desprecia brutalmente; el pastor abusa de su puesto sobre los hijos; la baronesa es cruel con el tutor de su pequeño). Los niños y jovencitos estremecen con su mera presencia y mirada como aquellos extraterrestres rubios de “El pueblo de los malditos” (Rilla, 1960; Carpenter, 1995).
La cinta es acerca del mal que nos rodea. ¿Cómo se manifiesta?
¿Qué consecuencias produce? Aunque también hay bondades que, por desgracia, se doblegan. Los caminos del Señor son infinitos.
miércoles, 25 de agosto de 2010
AMELIA, cine experimental de los sesentas...
Una película de Juan Guerrero (1964)
Con Lourdes Guerrero, Luis Lomelí, Alberto Dallal y Claudio Obregón.
Fue filmada para el Primer Concurso de Cine Experimental, realizado entre 1964 y 1965 como una forma de inyectarle nueva vida y diversidad al cine mexicano, donde se dieron a conocer quienes serían nuevos cineastas industriales: largos o efímeros (Alberto Isaac, Juan Ibáñez, Salomón Láiter, Manuel Michel); otros que solamente dejarían una posibilidad sin continuidad (Miguel Barbachano Ponce, Juan José Gurrola, Héctor Mendoza); algunos que filmarían sin mayor trascendencia (José Luis Ibáñez, ). En esta última categoría se encuentra, por desgracia, Juan Guerrero.
Rescatada de las bóvedas de la Cineteca Nuevo León dentro de un lote donado por IMCINE, para ser exhibida dentro del Festival Internacional de Cine Monterrey, “Amelia” ha vuelto a surgir de las cenizas del olvido. Exhibida solamente en el Distrito Federal, llegó a las pantallas chicas regiomontanas en los años setenta, cuando Multimedios (entonces Canal Doce) mostraba inteligencia y tenía cierto rigor que ahora, perdido, causa vergüenza ajena (pero ese es otro asunto). “Amelia” fue bien recibida luego del mencionado concurso, se le recomendó para ser explotada comercialmente, pero los fantasmas de la distribución no han dejado de estar presentes desde siempre.
Basada en un cuento de Juan García Ponce dentro de su colección titulada “La noche” (Editorial Era, 1963) fue adaptada al cine por el autor, el realizador y el escritor Juan Vicente Melo. Un tono existencialista muestra el vacío de la vida. Su joven protagonista Jorge (Luis Lomelí) solamente vive para matar el tiempo: es oficinista y no tiene ambiciones. Gana el dinero que le resulta necesario para vivir, ir al cine, emborracharse con sus amigos. Conoce a una muchacha, Amelia quien también es empleada de oficina, que le hace pensar en la posibilidad del amor y la desposa. Poco a poco se va dando cuenta que Amelia le estorba en lugar de ofrecerle otros panoramas. Añora su vida de soltero y sus juergas donde solamente se hablaba de “perder el tiempo”, “matar el tiempo”. Le asusta la idea de ser padre y siente alivio cuando Amelia le asegura que le ha vuelto la menstruación. Cierto día, simplemente le dice que no la quiere. Luego se lo enfatiza. Amelia, hasta entonces sumisa y esperanzada, cae en la realidad de su existencia. De nada le sirve seguir la rutina o vivir al lado del hombre que ahora odia. Amelia se suicida con gas. Jorge vuelve a su vida de antes (“He querido recordar lo que sentí cuando la encontré muerta, pero no puedo”).
Con una sensibilidad muy europeizada, los jóvenes intelectuales mexicanos nacidos a finales de los años veinte e inicios de la década siguiente mostraron una manera distinta de ver la tradicional vida de la sociedad mexicana. En esta película, los padres de Amelia constituyen el modelo totalmente opuesto que representa Jorge. Se desintegra la familia de siempre porque ya no hay que procrear sino disfrutar; no hay que preocuparse más que por los momentos placenteros de la vida aunque sea el simple “no hacer”. La literatura de esos años sesenta están poblados por personajes diferentes a los que conocíamos, sobre todo a través del cine mexicano. Esa es la gran lección de “Amelia”, como lo son sus cintas independientes hermanas “Tajimara” (Gurrola), “Un alma pura” (Ibáñez) o “La sunamita” (Mendoza) basadas respectivamente en García Ponce (nuevamente), Carlos Fuentes e Inés Arredondo, que conformaron parte de ese exitoso e irrepetible concurso de cine.
El ambiente intelectual está por todas partes: la música de Alicia Urreta (quien aparece tras un piano); Alberto Dallal era escritor y luego investigador de la danza; en una secuencia, aparece como extra el crítico de cine José de la Colina. Claudio Obregón y Luis Lomelí eran actores de teatro, aunque este último había hecho una cantidad de películas. Luego está Lourdes Guerrero quien, con el paso del tiempo, sería muy conocida como conductora de noticieros. Esposa del realizador, hija del músico duranguense Joaquín Amparán, aparecería solamente en las tres cintas de su esposo.
Por otro lado está la música de jazz o la música clásica; las referencias a la asistencia al cine; los “piano-bar” que daban idea de la bohemia; las calles solitarias y seguras de un Distrito Federal pleno de taxis, centros nocturnos o las imágenes de un Acapulco, todavía rey turístico de las costas mexicanas. La película contiene unas tomas bellísimas de la pareja sobre la arena. Llama la atención la ausencia de la televisión y sí, la omnipresencia de las consolas de tocadiscos. Todo un viaje nostálgico.
“Amelia” fue una producción directa de Juan Guerrero (1936 - 1970), egresado de la primera generación del CUEC, arquitecto y músico que no se quedó en el intento. Por desgracia, sus incursiones en la industria, producidas por él mismo en un arrebato de audacia por lo que significaba la inversión económica fuerte en los tiempos previos al vídeo y los festivales “patito” que de todos modos permiten circulación de títulos. En 1967 filmó “Mariana” sobre un cuento de Inés Arredondo y al año siguiente “Narda o el verano” sobre un cuento de Salvador Elizondo. Sus pretensiones intelectuales, al basarse en relatos cerrados y misteriosos, más adecuados para el goce de la imaginación más que para el cine, le dieron sendos fracasos porque se quedaron en intentos inflados, ridículos e incoherentes. “Amelia” quedaría como su gran película, tal como lo ha demostrado esta nueva exhibición en la Cineteca Nuevo León que le da sentido pleno a su significado y nos recuerda aquellos tiempos cuando había cinefilia, curiosidad, experimento…
Con Lourdes Guerrero, Luis Lomelí, Alberto Dallal y Claudio Obregón.
Fue filmada para el Primer Concurso de Cine Experimental, realizado entre 1964 y 1965 como una forma de inyectarle nueva vida y diversidad al cine mexicano, donde se dieron a conocer quienes serían nuevos cineastas industriales: largos o efímeros (Alberto Isaac, Juan Ibáñez, Salomón Láiter, Manuel Michel); otros que solamente dejarían una posibilidad sin continuidad (Miguel Barbachano Ponce, Juan José Gurrola, Héctor Mendoza); algunos que filmarían sin mayor trascendencia (José Luis Ibáñez, ). En esta última categoría se encuentra, por desgracia, Juan Guerrero.
Rescatada de las bóvedas de la Cineteca Nuevo León dentro de un lote donado por IMCINE, para ser exhibida dentro del Festival Internacional de Cine Monterrey, “Amelia” ha vuelto a surgir de las cenizas del olvido. Exhibida solamente en el Distrito Federal, llegó a las pantallas chicas regiomontanas en los años setenta, cuando Multimedios (entonces Canal Doce) mostraba inteligencia y tenía cierto rigor que ahora, perdido, causa vergüenza ajena (pero ese es otro asunto). “Amelia” fue bien recibida luego del mencionado concurso, se le recomendó para ser explotada comercialmente, pero los fantasmas de la distribución no han dejado de estar presentes desde siempre.
Basada en un cuento de Juan García Ponce dentro de su colección titulada “La noche” (Editorial Era, 1963) fue adaptada al cine por el autor, el realizador y el escritor Juan Vicente Melo. Un tono existencialista muestra el vacío de la vida. Su joven protagonista Jorge (Luis Lomelí) solamente vive para matar el tiempo: es oficinista y no tiene ambiciones. Gana el dinero que le resulta necesario para vivir, ir al cine, emborracharse con sus amigos. Conoce a una muchacha, Amelia quien también es empleada de oficina, que le hace pensar en la posibilidad del amor y la desposa. Poco a poco se va dando cuenta que Amelia le estorba en lugar de ofrecerle otros panoramas. Añora su vida de soltero y sus juergas donde solamente se hablaba de “perder el tiempo”, “matar el tiempo”. Le asusta la idea de ser padre y siente alivio cuando Amelia le asegura que le ha vuelto la menstruación. Cierto día, simplemente le dice que no la quiere. Luego se lo enfatiza. Amelia, hasta entonces sumisa y esperanzada, cae en la realidad de su existencia. De nada le sirve seguir la rutina o vivir al lado del hombre que ahora odia. Amelia se suicida con gas. Jorge vuelve a su vida de antes (“He querido recordar lo que sentí cuando la encontré muerta, pero no puedo”).
Con una sensibilidad muy europeizada, los jóvenes intelectuales mexicanos nacidos a finales de los años veinte e inicios de la década siguiente mostraron una manera distinta de ver la tradicional vida de la sociedad mexicana. En esta película, los padres de Amelia constituyen el modelo totalmente opuesto que representa Jorge. Se desintegra la familia de siempre porque ya no hay que procrear sino disfrutar; no hay que preocuparse más que por los momentos placenteros de la vida aunque sea el simple “no hacer”. La literatura de esos años sesenta están poblados por personajes diferentes a los que conocíamos, sobre todo a través del cine mexicano. Esa es la gran lección de “Amelia”, como lo son sus cintas independientes hermanas “Tajimara” (Gurrola), “Un alma pura” (Ibáñez) o “La sunamita” (Mendoza) basadas respectivamente en García Ponce (nuevamente), Carlos Fuentes e Inés Arredondo, que conformaron parte de ese exitoso e irrepetible concurso de cine.
El ambiente intelectual está por todas partes: la música de Alicia Urreta (quien aparece tras un piano); Alberto Dallal era escritor y luego investigador de la danza; en una secuencia, aparece como extra el crítico de cine José de la Colina. Claudio Obregón y Luis Lomelí eran actores de teatro, aunque este último había hecho una cantidad de películas. Luego está Lourdes Guerrero quien, con el paso del tiempo, sería muy conocida como conductora de noticieros. Esposa del realizador, hija del músico duranguense Joaquín Amparán, aparecería solamente en las tres cintas de su esposo.
Por otro lado está la música de jazz o la música clásica; las referencias a la asistencia al cine; los “piano-bar” que daban idea de la bohemia; las calles solitarias y seguras de un Distrito Federal pleno de taxis, centros nocturnos o las imágenes de un Acapulco, todavía rey turístico de las costas mexicanas. La película contiene unas tomas bellísimas de la pareja sobre la arena. Llama la atención la ausencia de la televisión y sí, la omnipresencia de las consolas de tocadiscos. Todo un viaje nostálgico.
“Amelia” fue una producción directa de Juan Guerrero (1936 - 1970), egresado de la primera generación del CUEC, arquitecto y músico que no se quedó en el intento. Por desgracia, sus incursiones en la industria, producidas por él mismo en un arrebato de audacia por lo que significaba la inversión económica fuerte en los tiempos previos al vídeo y los festivales “patito” que de todos modos permiten circulación de títulos. En 1967 filmó “Mariana” sobre un cuento de Inés Arredondo y al año siguiente “Narda o el verano” sobre un cuento de Salvador Elizondo. Sus pretensiones intelectuales, al basarse en relatos cerrados y misteriosos, más adecuados para el goce de la imaginación más que para el cine, le dieron sendos fracasos porque se quedaron en intentos inflados, ridículos e incoherentes. “Amelia” quedaría como su gran película, tal como lo ha demostrado esta nueva exhibición en la Cineteca Nuevo León que le da sentido pleno a su significado y nos recuerda aquellos tiempos cuando había cinefilia, curiosidad, experimento…
martes, 24 de agosto de 2010
PERPETUUM MOBILE
Una película de Nicolás Pereda (2009).
Una máquina de movimiento perpetuo es hipotética. Si existiera produciría más energía de la que está consumiendo e iría contra la primera ley de la termodinámica; además, su equilibrio sería perfecto en condiciones naturales por lo que no se cumpliría la segunda ley de la termodinámica que anuncia el incremento de la entropía, o sea el desorden molecular. Esta máquina recibe en latín el nombre de “perpetuum mobile” que ha dado lugar a fantasías y excentricidades sin que se alcance ni se logre.
No obstante, su metáfora exacta y aproximada se encuentra en este delicioso largometraje de 86 minutos, filmado en alta definición, dirigido por un estupendo realizador llamado Nicolás Pereda donde se sigue al personaje de Gabino (Gabino Rodríguez) quien trabaja junto con su amigo Paco (Francisco Barreiro) en la mudanza independiente. Tienen un camión estacionado en la calle, con una manta que indica su teléfono. Gabino vive con su madre Teresa (Teresa Sánchez, genial) quien se la pasa reclamándole todo lo que hace, además de añorar la presencia del indolente hijo mayor Miguel (Tenoch Huerta) quien siempre promete visitarla y jamás lo cumple. Alrededor de ellos están algunas anécdotas relacionadas con las mudanzas, la relación de Gabino con su novia Luisa (Luisa Pardo) y la muerte de la abuela materna.
La cinta tiene ese sentido de repetición y continuidad. La vida cotidiana de Gabino y Paco consiste en la mudanza de muebles y objetos de personajes que son tan extraños como lo cotidiano y tan naturales como cualquier persona que se nos enfrenta. La relación de la madre con Gabino es de continuo reclamo. La actitud de Miguel es de constante promesa y negación. El noviazgo de Luisa y Gabino está supeditado al enojo y la superficialidad de la muchacha (en una secuencia magistral, Luisa sube al camión y exige explicaciones por la llegada tarde de Gabino a recogerla; luego sigue una discusión minimalista para que pida que la deje bajar del vehículo. Poco más adelante, Luisa vuelve a subir, reinicia sus exigencias y lo que parece un error de edición es meramente otro énfasis del discurso de la cinta). Gabino y Paco engañan a un pobre estudiante robándole sus muebles y al poco tiempo Gabino es estafado por un tipo que le prometió haber hallado a su perro Junto cuando era mentira. Y finalmente la existencia precede a la muerte que deja a otros seres vivos para que repitan el ciclo en esta máquina perpetua que se llama “vida”.
Hay dos cintas previas de Pereda llamadas “¿Dónde están tus historias?” (2007) y “Juntos” (2009) donde tiene a sus mismos personajes con variantes que podrían conectarse: la relación de Luisa y Gabino con el desaparecido perro Junto; la madre que fuerza el abandono del hijo con la abuela. Tal parece que Pereda escribe una novela por capítulos y sigue la tradición de un Truffaut con las cintas distintas de su alter ego Antoine Doinel (desde “Los 400 golpes” hasta “El amor en fuga”); o como la irregular trilogía melodramática “Tú, Yo, Nosotros” (1970) donde tres realizadores narraban sendos momentos de mismos personajes. Esperamos los estrenos o, al menos, las exhibiciones por televisión o DVD de esos títulos y así conocer la carrera noble de Pereda, un joven con 28 años, quien vive en Canadá, colabora en teatro en Ciudad de México y ha hecho compañía con sus jóvenes y talentosos actores (Gabino, Luisa, Paco, hacen un teatro distinto, retador e incomprendido con el cual viajan por medio mundo).
Una excelente oferta que pudimos gozar dentro del Festival Internacional de Cine en Monterrey donde, al menos, tenemos la oportunidad de conocer el cine mexicano que difícilmente se estrena por tantos intereses creados, siempre injustos e inútiles por parte de los exhibidores. ¡Ah!, otra cualidad de la cinta es que podemos ver a Jesusa, Rosa Ma. Bianchi, entre otras personalidades no anunciadas.
Una máquina de movimiento perpetuo es hipotética. Si existiera produciría más energía de la que está consumiendo e iría contra la primera ley de la termodinámica; además, su equilibrio sería perfecto en condiciones naturales por lo que no se cumpliría la segunda ley de la termodinámica que anuncia el incremento de la entropía, o sea el desorden molecular. Esta máquina recibe en latín el nombre de “perpetuum mobile” que ha dado lugar a fantasías y excentricidades sin que se alcance ni se logre.
No obstante, su metáfora exacta y aproximada se encuentra en este delicioso largometraje de 86 minutos, filmado en alta definición, dirigido por un estupendo realizador llamado Nicolás Pereda donde se sigue al personaje de Gabino (Gabino Rodríguez) quien trabaja junto con su amigo Paco (Francisco Barreiro) en la mudanza independiente. Tienen un camión estacionado en la calle, con una manta que indica su teléfono. Gabino vive con su madre Teresa (Teresa Sánchez, genial) quien se la pasa reclamándole todo lo que hace, además de añorar la presencia del indolente hijo mayor Miguel (Tenoch Huerta) quien siempre promete visitarla y jamás lo cumple. Alrededor de ellos están algunas anécdotas relacionadas con las mudanzas, la relación de Gabino con su novia Luisa (Luisa Pardo) y la muerte de la abuela materna.
La cinta tiene ese sentido de repetición y continuidad. La vida cotidiana de Gabino y Paco consiste en la mudanza de muebles y objetos de personajes que son tan extraños como lo cotidiano y tan naturales como cualquier persona que se nos enfrenta. La relación de la madre con Gabino es de continuo reclamo. La actitud de Miguel es de constante promesa y negación. El noviazgo de Luisa y Gabino está supeditado al enojo y la superficialidad de la muchacha (en una secuencia magistral, Luisa sube al camión y exige explicaciones por la llegada tarde de Gabino a recogerla; luego sigue una discusión minimalista para que pida que la deje bajar del vehículo. Poco más adelante, Luisa vuelve a subir, reinicia sus exigencias y lo que parece un error de edición es meramente otro énfasis del discurso de la cinta). Gabino y Paco engañan a un pobre estudiante robándole sus muebles y al poco tiempo Gabino es estafado por un tipo que le prometió haber hallado a su perro Junto cuando era mentira. Y finalmente la existencia precede a la muerte que deja a otros seres vivos para que repitan el ciclo en esta máquina perpetua que se llama “vida”.
Hay dos cintas previas de Pereda llamadas “¿Dónde están tus historias?” (2007) y “Juntos” (2009) donde tiene a sus mismos personajes con variantes que podrían conectarse: la relación de Luisa y Gabino con el desaparecido perro Junto; la madre que fuerza el abandono del hijo con la abuela. Tal parece que Pereda escribe una novela por capítulos y sigue la tradición de un Truffaut con las cintas distintas de su alter ego Antoine Doinel (desde “Los 400 golpes” hasta “El amor en fuga”); o como la irregular trilogía melodramática “Tú, Yo, Nosotros” (1970) donde tres realizadores narraban sendos momentos de mismos personajes. Esperamos los estrenos o, al menos, las exhibiciones por televisión o DVD de esos títulos y así conocer la carrera noble de Pereda, un joven con 28 años, quien vive en Canadá, colabora en teatro en Ciudad de México y ha hecho compañía con sus jóvenes y talentosos actores (Gabino, Luisa, Paco, hacen un teatro distinto, retador e incomprendido con el cual viajan por medio mundo).
Una excelente oferta que pudimos gozar dentro del Festival Internacional de Cine en Monterrey donde, al menos, tenemos la oportunidad de conocer el cine mexicano que difícilmente se estrena por tantos intereses creados, siempre injustos e inútiles por parte de los exhibidores. ¡Ah!, otra cualidad de la cinta es que podemos ver a Jesusa, Rosa Ma. Bianchi, entre otras personalidades no anunciadas.
domingo, 22 de agosto de 2010
MUSSOLINI APASIONADO
VINCERE
Una película de Marco Bellocchio (2009)
con Giovanna Mezzogiorno y Filippo Timi.
Marco Bellocchio (1939) fue uno de los cineastas italianos que saltaron a la fama en los años sesenta como sucedió con Pasolini, Bertolucci, Liliana Cavani, Giuseppe Patrone Griffi, los Taviani, Samperi, entre otros. Su característica era la toma de conciencia acerca de la realidad política que los rodeaba, aparte de ser todavía una generación con cultura libresca y cinematográfica general: su dosis de cinefilia que les permitía estar enterados de quienes los habían antecedido y no solamente en el país natal; además eran poseedores de una mirada sumamente crítica.
Su primer largometraje (“Los puños en los bolsillos”, 1965) era metafórico sobre el país: un joven epiléptico y reprimido, asesinaba a su madre, a sus otros hermanos enfermos, para liberar al hermano mayor y sano que quería salir de una atmósfera opresora. Luego vinieron “China está cerca”, “En el nombre del padre”, “Marcha triunfal” y otros títulos que le dieron importancia a nivel crítico pero nunca popular y taquillero como su coetáneo Bertolucci. Bellocchio, sin embargo, ha producido cintas entrañables como “Enrique IV” basado en Pirandello o “El diablo en el cuerpo” paráfrasis básico de Radiguet en un cine sexualmente gráfico.
Con “Vincere” se mete de lleno al antecedente histórico de su país. Habla sobre Mussolini y la manera en que despreció a la mujer que fue su amante y madre de su hijo bastardo. La cinta comienza con la fascinación que despierta en Ida Dalser (una extraordinaria Mezzogiorno), quien se le entrega físicamente para llegar a vender todas sus posesiones con tal de que su amado logre fundar un periódico que le permitirá salvar a la querida patria. La acción inicia en los albores del siglo XX: Mussolini es apasionado, irreverente, y con un carisma que solamente se entendería si se le hubiera tenido enfrente como pasó con los argentinos ante Eva Perón o los alemantes adorando a Hitler.
Ida le anuncia que va a tener un hijo. Mussolini la abraza pero la va dejando de lado. Luego de combatir en la Primera Guerra regresa con el afán de poder. Está casado y tiene otros hijos legítimos: Ida y Benito Albino son problemáticos para su prestigio y popularidad. Por eso manda encerrar a Ida en un manicomio cuando insiste y grita a los cuatro vientos que es la esposa y madre del hijo del “Duce”. Al niño lo coloca en un hospicio-escuela.
Bellocchio muestra al Benito joven (un Filippo Timi que deja al espectador con la boca abierta: una especie de Javier Bardem más agraciado), pleno de ideales. Luego, cuando asciende al poder, queda calvo, se torna gordo y se transmuta en bufón ridículo, ya no aparece el actor. Lo presenta a través de imágenes documentales para evitar la inexactitud física. Timi vuelve a salir en pantalla como el hijo ya veinteañero quien se burla de su padre, imitándolo ante sus compañeros de escuela. Más tarde, también enloquecido, seguirá haciéndolo como una forma de venganza espiritual, inconsciente, ante la locura.
Ida, mientras tanto, anhelará ver a su hijo. Pasa todos sus últimos años de vida encerrada en diversos manicomios sin dejar de lado su “erotomanía”: a pesar del maltrato, de la injusticia, del desprecio, Ida siempre reconoce a Mussolini como su hombre, al cual amó y del cual obtuvo un placer insustituible.
Así, estamos ante una película que retorna a la radiografía del país y de un dictador. Es el retrato del hipócrita, convenenciero y ruin que habla públicamente sobre el amor a la patria cuando en realidad no le importa nada más que el poder y sus ventajas personales (pensemos en un Fidel Castro o en un Hugo Chávez de los tiempos que vivimos). Ida viene a ser un pequeño ejemplo de su falta de compasión y sentido humano. Del “uso” de las personas como práctica cotidiana.
Así como el Alessandro de esos “Puños en los bolsillos” quería destruir de raíz el problema que lo asfixiaba, ahora Mussolini es una variante para continuar con esa destrucción inconveniente para su situación personal. Estamos ante un realizador fiel a sí mismo que repite sus obsesiones de una u otra manera en cada película que filma. Esa es la naturaleza del cine. Es la cinefilia que permite establecer conexiones y reconocer constantes temáticas. Es la gloria de este medio maravilloso que nos permite reflexionar y divertirnos.
“Vincere” es el título original que quizás se traduzca literalmente como “Vencer” o “Ganar” cuando llegue, si es que llega, a nuestras pantallas. Mientras tanto, hay un DVD. Ojalá puedan disfrutarlo.
sábado, 21 de agosto de 2010
UN BELLO LIBRO DE FOTOS
“Virginia Fábregas -
Actriz, pilar del teatro en México”
por Luis Reyes de la Maza y Fela Fábregas.
Una hermosa edición de Editorial Azabache (2010) donde lo que importan son las fotografías que recuperan al teatro mexicano de fines del XIX y la primera mitad del siglo XX. Con material gráfico proporcionado por Fela Fábregas y textos redactados por Luis Reyes de la Maza para convertirse en escritos apócrifos de ilustres personajes o fragmentos de un falso diario, se consiguen datos e ilustraciones que hablan de la morelense
Virginia Fábregas (1871 - 1950), eximia actriz que se tornó en símbolo de la escena mexicana al llevarla por varias partes del mundo, además de tener una labor continuada en el Teatro que llevaba su nombre.
Así, en seis capítulos que van desde el nacimiento hasta el triunfo y el desarrollo como actriz para terminar en su muerte, el libro sirve como testimonio de una era. Doña Virginia reunía los requisitos de su tiempo: dama regordeta con amplio busto y ancha cadera, pero con un encanto y carisma que fascinaba a público y crítica. No era una mujer agraciada físicamente por lo que debe imaginarse que poseía un magnetismo personal.
Seducida y abandonada por un aristócrata porfiriano llamado Manuel Sánchez Navarro, quedó embarazada y soltera. Como era actriz de fama, las habladurías se quedaban en eso, porque ya se sabía del “libertinaje” y “perdición” del medio artístico. Siguió adelante dándole a su hijo bastardo los apellidos paterno y materno. Años más tarde se casó con un actor llamado Francisco Cardona con el cual formó compañía teatral, pero el tipo era alcohólico y derrochador. Doña Virginia se divorció para ser la primera mujer en tramitarlo en nuestro país.
Su hijo, quien no era muy buen actor, hizo teatro y cine, y además tuvo, a su vez, un hijo llamado también Manuel (luego Manolo Fábregas) con la actriz Fanny Schiller, quien se convertiría en presencia popular, fina y famosa del ambiente artístico. Sería consentido de su abuela Virginia.
A Doña Virginia la podemos ver en pocas películas. Una joya es “La casa de la Zorra” (Juan José Ortega, 1945)
donde interpreta a la dueña de una casa ilegal de juego mientras pide orden y moralidad a su hijo. Entre un posible incesto y el descubrimiento de secretos largo tiempo ocultos se desarrolla un melodrama que no puede, por muchos motivos, demostrar esa calidad que la ya anciana actriz destellaba sobre los escenarios. Sin embargo, no deja de ser un testimonio interesante, como esta hermosa edición.
Actriz, pilar del teatro en México”
por Luis Reyes de la Maza y Fela Fábregas.
Una hermosa edición de Editorial Azabache (2010) donde lo que importan son las fotografías que recuperan al teatro mexicano de fines del XIX y la primera mitad del siglo XX. Con material gráfico proporcionado por Fela Fábregas y textos redactados por Luis Reyes de la Maza para convertirse en escritos apócrifos de ilustres personajes o fragmentos de un falso diario, se consiguen datos e ilustraciones que hablan de la morelense
Virginia Fábregas (1871 - 1950), eximia actriz que se tornó en símbolo de la escena mexicana al llevarla por varias partes del mundo, además de tener una labor continuada en el Teatro que llevaba su nombre.
Así, en seis capítulos que van desde el nacimiento hasta el triunfo y el desarrollo como actriz para terminar en su muerte, el libro sirve como testimonio de una era. Doña Virginia reunía los requisitos de su tiempo: dama regordeta con amplio busto y ancha cadera, pero con un encanto y carisma que fascinaba a público y crítica. No era una mujer agraciada físicamente por lo que debe imaginarse que poseía un magnetismo personal.
Seducida y abandonada por un aristócrata porfiriano llamado Manuel Sánchez Navarro, quedó embarazada y soltera. Como era actriz de fama, las habladurías se quedaban en eso, porque ya se sabía del “libertinaje” y “perdición” del medio artístico. Siguió adelante dándole a su hijo bastardo los apellidos paterno y materno. Años más tarde se casó con un actor llamado Francisco Cardona con el cual formó compañía teatral, pero el tipo era alcohólico y derrochador. Doña Virginia se divorció para ser la primera mujer en tramitarlo en nuestro país.
Su hijo, quien no era muy buen actor, hizo teatro y cine, y además tuvo, a su vez, un hijo llamado también Manuel (luego Manolo Fábregas) con la actriz Fanny Schiller, quien se convertiría en presencia popular, fina y famosa del ambiente artístico. Sería consentido de su abuela Virginia.
A Doña Virginia la podemos ver en pocas películas. Una joya es “La casa de la Zorra” (Juan José Ortega, 1945)
donde interpreta a la dueña de una casa ilegal de juego mientras pide orden y moralidad a su hijo. Entre un posible incesto y el descubrimiento de secretos largo tiempo ocultos se desarrolla un melodrama que no puede, por muchos motivos, demostrar esa calidad que la ya anciana actriz destellaba sobre los escenarios. Sin embargo, no deja de ser un testimonio interesante, como esta hermosa edición.
FESTIVAL MIX 2010 - CUATRO PAREDES
Una película de Leopoldo Laborde (2010)
En los últimos días del 14° Festival Mix realizado en la Cineteca Nuevo León gracias al entusiasmo de Alejandro Gómez y el apoyo de CONARTE se exhibió esta cinta filmada en video digital por el interesante Laborde cuyo trabajo más ambicioso ha sufrido usualmente de intervenciones externas para su edición o sonorización (“Angeluz” o “Un secreto de esperanza”).
En este caso, como autor total y productor, ofrece una historia de identidad sexual, misterio y tragedia: un joven llega de provincia a la capital por problemas familiares. Se encuentra con un primo al cual le pide alojamiento y lo recibe, mientras busca empleo. De pronto, aparece una mujer (a la cual ya habíamos visto en una primera secuencia, acostada con el primo, y con el cual tenía escarceos sensuales) con la cual sostiene relaciones sexuales. Por otro lado, el primo tiene deseos homoeróticos hacia el joven. El misterio se resuelve al enterarnos que la mujer era la hermana del primo. Éste, al enterarse que el joven se ha acostado con ella, monta en cólera y sale del apartamento hacia un paso elevado de una vía rápida donde, posiblemente, se quitará la vida.
La cinta fluye lentamente aunque no sea larga en duración (apenas noventa minutos). Laborde se regodea en las escenas sexuales aunque son más sugerentes que audaces y esa será su gran cualidad para ser exhibida en este festival: el gusto por mostrar los cuerpos desnudos de sus protagonistas masculinos sin llegar a la procacidad. La unidad en el tiempo de reencuentro y de explosión del deseo homosexual va a permitir que el primo incremente su represión (la escena sexual con la mujer sugiere que ella lo está estimulando analmente) ya que no se atreverá a confesarlo abiertamente: su esperanza se nulifica al comprobar la heterosexualidad de su posible objeto erótico.
Sin embargo, no es una gran película. Ya sea por la misma forma de producción y el bajo presupuesto que la realización se nota torpe. Sus tres actores no son atractivos (sobre todo la mujer llamada Sheila Lissette quien es triunfalmente fea: hasta pareciera un transexual) en el sentido tradicional del cine. La narración carece de ritmo. Sin embargo no puede negarse el sentido de cine y las inquietudes del director que ya fueron ampliamente demostradas en “Un secreto de Esperanza” (2002), con todo y su reedición, o en la sangrienta “Juego de niños” (1994), aunque hasta el momento, su obra maestra sea “Sin destino” (1999) donde la prostitución infantil llevaba a la drogadicción y la supervivencia in extremis de su personaje.
Laborde es un realizador de mundos oscuros. Su problema ocasional se refiere a guiones que quedan incompletos en sus alcances. En este caso, uno hubiera deseado más elaboración en el supuesto misterio de la mujer que llega y desaparece o que se niega a dar su nombre inexplicablemente; o mayores demostraciones del deseo del primo por este joven que llegó como inesperado y apetitoso bocado (en su pasión personal, claro) a su propio espacio.
Sin embargo, es mucho mejor que cualquier estupidez que nos entregan los insoportables Amat Escalante o Carlos Reygadas con sus estupidísimas películas (no me cansaré de insistir en este asunto) y Laborde es un realizador superior.
En los últimos días del 14° Festival Mix realizado en la Cineteca Nuevo León gracias al entusiasmo de Alejandro Gómez y el apoyo de CONARTE se exhibió esta cinta filmada en video digital por el interesante Laborde cuyo trabajo más ambicioso ha sufrido usualmente de intervenciones externas para su edición o sonorización (“Angeluz” o “Un secreto de esperanza”).
En este caso, como autor total y productor, ofrece una historia de identidad sexual, misterio y tragedia: un joven llega de provincia a la capital por problemas familiares. Se encuentra con un primo al cual le pide alojamiento y lo recibe, mientras busca empleo. De pronto, aparece una mujer (a la cual ya habíamos visto en una primera secuencia, acostada con el primo, y con el cual tenía escarceos sensuales) con la cual sostiene relaciones sexuales. Por otro lado, el primo tiene deseos homoeróticos hacia el joven. El misterio se resuelve al enterarnos que la mujer era la hermana del primo. Éste, al enterarse que el joven se ha acostado con ella, monta en cólera y sale del apartamento hacia un paso elevado de una vía rápida donde, posiblemente, se quitará la vida.
La cinta fluye lentamente aunque no sea larga en duración (apenas noventa minutos). Laborde se regodea en las escenas sexuales aunque son más sugerentes que audaces y esa será su gran cualidad para ser exhibida en este festival: el gusto por mostrar los cuerpos desnudos de sus protagonistas masculinos sin llegar a la procacidad. La unidad en el tiempo de reencuentro y de explosión del deseo homosexual va a permitir que el primo incremente su represión (la escena sexual con la mujer sugiere que ella lo está estimulando analmente) ya que no se atreverá a confesarlo abiertamente: su esperanza se nulifica al comprobar la heterosexualidad de su posible objeto erótico.
Sin embargo, no es una gran película. Ya sea por la misma forma de producción y el bajo presupuesto que la realización se nota torpe. Sus tres actores no son atractivos (sobre todo la mujer llamada Sheila Lissette quien es triunfalmente fea: hasta pareciera un transexual) en el sentido tradicional del cine. La narración carece de ritmo. Sin embargo no puede negarse el sentido de cine y las inquietudes del director que ya fueron ampliamente demostradas en “Un secreto de Esperanza” (2002), con todo y su reedición, o en la sangrienta “Juego de niños” (1994), aunque hasta el momento, su obra maestra sea “Sin destino” (1999) donde la prostitución infantil llevaba a la drogadicción y la supervivencia in extremis de su personaje.
Laborde es un realizador de mundos oscuros. Su problema ocasional se refiere a guiones que quedan incompletos en sus alcances. En este caso, uno hubiera deseado más elaboración en el supuesto misterio de la mujer que llega y desaparece o que se niega a dar su nombre inexplicablemente; o mayores demostraciones del deseo del primo por este joven que llegó como inesperado y apetitoso bocado (en su pasión personal, claro) a su propio espacio.
Sin embargo, es mucho mejor que cualquier estupidez que nos entregan los insoportables Amat Escalante o Carlos Reygadas con sus estupidísimas películas (no me cansaré de insistir en este asunto) y Laborde es un realizador superior.
lunes, 16 de agosto de 2010
UN PROFETA
(Un prophète)
Una película de Jacques Audiard (2009)
con Tahar Rahim y Niels Arestrup.
Un joven árabe, Malik, de diecinueve años (Tahar Rahim, extraordinario), pasa de un centro juvenil de detención a una dura prisión porque ha sobrepasado la mayoría de edad. Tendrá que purgar una condena de seis años. Pronto se da cuenta de la realidad: el hampón (Niels Arestrup, excelente) que rige el lugar le pide que realice un asesinato. El joven se pone nervioso, nunca ha matado. Al quererse quejar con el jefe de la prisión, es golpeado por la gente de su nuevo dueño quien así le demuestra que todo lo tiene bajo su control. El muchacho lleva a cabo su misión y luego de un crimen sucio, lleno de sangre, mal realizado, queda temblando ante el cadáver de su víctima. Sin embargo, ha comenzado el aprendizaje.
La película nos lleva a la transformación de un alma inocente, raterillo por circunstancias (nos enteramos que no creció con sus padres; aprendió árabe y francés en la calle; llegó al cuarto grado de primaria) a un ser frío que observa, aprende, se da cuenta de las traiciones, las conveniencias personales, el uso de las personas, el sentido del poder. Ese “profeta” del título es por sí mismo, porque va viendo su futuro, lo acepta y lo planea.
El hampón principal es el jefe de la etnia córsica, se llama Cesare y mueve sus cordones desde dentro y fuera de la prisión. Los árabes no aceptan a Malik porque es propiedad suya, le sirve y sigue sus órdenes. Debido a buena conducta con el paso del tiempo, Malik tiene derechos a salidas eventuales por un día. Esto sirve para cumplir lateralmente las peticiones del hampón pero también para preparar inteligentemente sus terrenos. El fluir del tiempo es una cualidad narrativa de la cinta: no se siente su paso y, sin embargo, es la transformación de Malik la que lo va definiendo.
Malik da un giro completo al estado de las cosas. Hemos sido testigos de un proceso de “habilitación” que solamente la prisión, la violencia cotidiana, la falta de escrúpulos, pueden ofrecer con eficacia.
Audiard nos ha ofrecido cine magnífico:
"Lee mis labios" en 2001 que era una cinta de suspenso y erotismo; "El latido de mi corazón" en 2005, acerca de un joven pianista y su padre hampón. Ahora esta cinta maravillosa.
La cinta se ganó el Gran Premio del Jurado en Cannes 2009. Misteriosamente no llegó a nuestra Muestra Internacional de Cine y por estos días deberá estrenarse en México, ojalá que ocurra en Monterrey.
domingo, 1 de agosto de 2010
SUSO CECCHI D'AMICO - GUIONISTA EXCELSA
HA MUERTO A LOS 96 AÑOS
DEJA ATRÁS MÁS DE 110 GUIONES ESPLÉNDIDOS
Cuando éramos adolescentes "cineros" que aspirábamos a ser "cinéfilos" y nos íbamos a buscar las películas extranjeras en el cineclub o al Cine Rex o dónde se exhibiera, empezábamos a identificar ciertos nombres. Sobre todo los directores (y en el caso específico del cine italiano): Fellini, Zurlini, Antonioni, Visconti, Bolognini, Monicelli. Luego estaban los fotógrafos: Di Palma, Tonti, Di Venanzo. Y los guionistas: Flaiano, Pinelli, Concini y alguien a quien siempre pensé como hombre para enterarme años después que en realidad era mujer: Suso Cecchi D'Amico cuyo nombre se repetía mucho.
Es que Suso, quien se llamaba en realidad Giovanna Cecchi, pero luego de casarse con un músico Fedele D'Amico, añadió este apellido a su nombre con el apodo que le daban, fue bastante prolífica. Acaba de morir diez días después de haber cumplido 96 años de edad, lúcida: apenas hace seis escribió su último trabajo. Le tocó participar en el momento supremo del Neorrealismo: nada menos que en "Ladrón de bicicletas" y luego entró de lleno a los significativos años cincuenta y sesenta del cine italiano.
Entonces su nombre está con De Sica ("Milagro en Milán"); Antonioni ("La señora sin camelias", "Las amigas"); Visconti ("Las noches blancas", "Livia","Rocco y sus hermanos",
"Sandra", "El gatopardo", "El extranjero", "Ludwig", "El inocente"); Monicelli ("Boccaccio 70", "Las reinas"); Maselli ("Los indiferentes"); Zurlini ("Verano violento"); Zeffirelli ("Hermano sol, hermana luna"); Jarman ("Caravaggio"), y mejor les pido que ustedes sigan atentos los créditos de las cintas clásicas que vean para que se den cuenta de la importancia de esta señora que fue creativa cuando el cine europeo estaba buscando sus nuevas identidades, libertades y caminos.
Descanse en paz. Otro icono del pasado que abandona el triste mundo.
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