DOBLE
AMANTE, AMANTE DOBLE
(L’amant double)
2017. Dir.
Francois Ozon.
La
joven Chloé (Marine Vacth) visita al ginecólogo porque siente dolores en el
vientre. El médico le indica que tal vez se deba a algún problema emocional
porque no encuentra otros síntomas y le recomienda un psiquiatra. Chloé visita
a Paul Meyer (Jérémie Renier) y con el tiempo empieza a sentirse bien, hasta
que se enamoran. Deciden mudarse juntos. Al revisar una caja con papeles de
Paul, descubre un pasaporte donde viene su nombre pero con otro apellido.
Posteriormente, mientras va en un camión mira a Paul con otra mujer. Al
preguntarle sobre ello, Paul lo niega. Chloé decide pasar por el mismo lugar,
bajar del camión e ir al edificio donde había visto al supuesto Paul y se da
cuenta que hay un psicólogo con el nombre de Louis Deborde. Hace una cita para
visitarlo como paciente y se encuentra con un hombre idéntico a Paul, otra
manera de peinarse y una actitud más ruda y directa que la somete sexualmente: se revela que es hermano de Paul. Poco a poco Chloé se va involucrando y es sometida por ambos hombres hasta que un secreto largamente oculto la sacude
emocionalmente.
Paul
Tan
versátil en sus temáticas, el maestro Ozon nos ofrece ahora una cinta de
intriga psicológica luego de una obra maestra el año anterior (Frantz). Con todo, los personajes de
Ozon son individuos obsesionados de alguna u otra manera con personas u
objetos, con secretos o mentiras, cuyos trasfondos surgen de un pasado,
usualmente turbulento. Chloé se debatirá entre dos lados de un mismo rostro: la
ternura o la perversidad. Encontrará que hay una fina línea divisoria entre
ambas que puede cruzarse y confundir o, simplemente, dejarse llevar por ellas
para dar rienda suelta al placer o crear remordimiento. No es gratuito que la
cinta nos traiga ecos de Brian de Palma (con sus
homenajes a Hitchcock) en Obsesión (1976)
o David Cronenberg con Una vez en la vida (1988) tanto por los secretos como por los
dobles o gemelos.
Louis
Ozon
juega sutilmente con la transferencia de culpa y sublima los mitos y hechos
científicos que circundan a los hermanos gemelos: desde aquellos fetos que
absorben a uno de ellos desde el vientre para nacer hijo único que carga al
otro en su interior, hasta el hecho de que cuando nacen ambos, uno siente lo
que el otro percibe; uno sustituye al otro para engañar a maestros o amantes;
uno es carnal y perverso mientras que el otro posee todas las virtudes. Ozon,
brillantemente, utiliza estas teorías para dar paso a una trama que bien puede dar
lugar a una fantasía completa o a la total autodestrucción.
La pasión sexual
Basada
“libremente” (según los créditos) de una novela escrita bajo seudónimo por la
prolífica y eterna aspirante al Nobel, Joyce Carol Oates, en realidad se sigue
de manera muy fiel hasta que Ozon le da una vuelta de tuerca para establecer
esa transferencia que, si uno fuera genio, adivinaría desde el prólogo, la
escena inicial, donde vemos lo que es un conducto corporal interno hasta que la
cámara se aleja y nos damos cuenta que es una exploración de la vagina de Chloé,
su “sonrisa vertical” que, por juego fotográfico, se transforma en el ojo de la
bella joven. El dolor de vientre dará lugar al conocimiento del personaje que será
transformado por la imaginación en la materialización del doble, del gemelo, de
la otra parte que nos complementa.
La bella y madura Jacqueline Bisset
La
cinta es tan elegante e interesante que no deja de seducir al espectador visualmente
con su bello reparto (la hermosa Vacth ya había salido con Ozon en Joven y bella; el atractivo Renier estuvo
en Potiche aparte de ser actor
icónico en el cine de los hermanos Dardenne; en su madurez, la hermosa
Jacqueline Bisset aparece en un rol pequeño pero distintivo) pero no se queda
en mera anécdota de suspenso: hay todo un discurso sobre el doble, el idéntico,
que enfatiza la importancia de Ozon dentro del cine contemporáneo. Su final puede confundir pero no podrá negarse que es un remate genial.
En el Festival de Cannes 2017,
Bisset, Renier, Ozon y Vacth