ESCAPE ROOM: SIN SALIDA
(Escape Room)2019. Dir. Adam Robitel.
Seis personajes son convocados para asistir a un cuarto de
escape, donde los jugadores quedan atrapados para ir buscando pistas y datos
para poder salir del mismo. En este caso, son seis cuartos interconectados con
la terrible diferencia de que la amenaza es mortal si no se encuentra la forma
de escapar de cada uno de ellos. La película toma como base otras series
semejantes que hemos disfrutado en el pasado como Saw: juego macabro (Wan y
otros, 2004 – 2017) o Destino final (Wong y otros, 2000 – 2011) o, al menos en el estilo, La noche del
demonio (Wan y otros, 2010 – 2018). De hecho, la reciente entrega de esta última serie mencionada fue realizada por el director de esta intrigante y desesperantemente gozosa película.
La cinta nos reúne con seis personajes muy diferentes: dos
mujeres y cuatro hombres. A lo largo de la trama nos iremos dando cuenta que
sus antecedentes se basan en la supervivencia y esta prueba es para llevar su
ventaja hasta las últimas consecuencias. Muy disímbolos entre sí: una
estudiante brillante pero tímida, una mujer excombatiente que se lanza a la aventura, un
empleado apocado de supermercado, un hombre mayor sin grandes alicientes, un inteligente
corredor de bolsa y un joven que es fanático de los cuartos de escape, famosos
y abundantes en diversas ciudades de Estados Unidos (se dice que hay alrededor de diez mil en todo el país). Pasarán de un cuarto que
empieza a calentarse terriblemente hacia un espacio con punto debajo de la
congelación, para llegar a un cuarto de juegos que se encuentra cabeza abajo,
posteriormente un sanatorio que revelará las verdades del pasado, luego otro lugar
con sustancia venenosa y al final, un cuarto que se va estrechando, para aplastar
y reventar todo lo que se encuentra a su paso.
La cinta nos lleva, entonces, a un viaje de aceptación tras
los miedos y recuerdos suprimidos gracias a situaciones donde la vida se
encuentra en peligro y lo único que se desea es terminar con la pesadilla
viviente. El gran interés reside en que se forma inicialmente una gran
camaradería que se irá agotando mientras el tiempo pase y la realidad se vaya
empeorando. No obstante, dicha aceptación llevará al sentimiento de culpa y el
arrepentimiento. Podríamos decir que es una alegoría del purgatorio donde, acorde
con el dogma, se vive un tiempo de transición para pagar pecados antes de
merecer el cielo, o sea, la liberación.
Según se va desarrollando la película nos damos cuenta que dicha
alegoría se torna metáfora de una sociedad superior que se encuentra observando
a la humanidad mientras va en busca de su propia destrucción: todo está
planeado para el sometimiento, la aniquilación, la lucha entre semejantes. Con
un ritmo adecuado, buen reparto, además de momentos angustiantes, con una
narración inteligente que anticipa el horror para que la tensión permanezca
durante todo el tiempo de proyección, la película ofrece una buena dosis de
entretenimiento nada tonto y el inicio de lo que será una franquicia, al estilo
de las admirables series mencionadas: otros universos maravillosos que sirven
para escapar de la monotonía existencial como estos personajes inmersos dentro
de un rompecabezas fatalista.
Adam Robitel fue el realizador de "La noche del demonio:
la última llave" (2018) y ahora nos entrega esta deliciosa joyita.