miércoles, 6 de febrero de 2019

LA TRAMA BONITA


GREEN BOOK: UNA AMISTAD SIN FRONTERAS
(Green Book)
2018. Dir. Peter Farrelly.


Peter Farrelly, mitad de la dupla de hermanos que nos dieron comedietas tan vulgares y repulsivas como Loco por Mary o Una pareja de idiotas (que parecía ser una referencia para ellos mismos) ahora, en solitario, desea redimirse con una cinta de aliento, enaltecedora de la fraternidad humana. Para ello se basa en una historia de la vida real donde el pianista Don Shirley contrató al violento portero de centro nocturno Tony para que fuera su chofer y, prácticamente, su guardaespaldas durante una gira que realizó en 1962 por los estados sureños, o sea, racistas.


Es otro retorno al mismo discurso ya gastado sobre los prejuicios de antaño que dieron lugar a la lucha por los derechos civiles. Ya sabemos que habrá desprecio por parte de los blancos: algún policía abusivo, la negación de acceso a un restaurante exclusivo o hasta a un retrete interior en la mansión de algún admirador cuyos principios eran más fuertes que el sentido humano. Don Shirley fue una eminencia en su género jazzístico, frustrado por no haber seguido dentro de la música clásica. Su personalidad era exquisita, letrada, elegante. El contraste con el rústico Tony dio lugar a que paulatinamente se fueran entendiendo: cada uno compartiendo sus realidades y, el mensaje de la cinta, mejorándose entre ellos mismos. La cinta muestra el proceso de unión y el cambio de actitudes de personas separadas por clase y raza cuyos estatus eran contrastantes en distintos polos del país. Sin embargo, no profundiza: hay una escena que muestra la homosexualidad de Shirley que queda solamente en el aire, sin que se elabore sobre su inclinación, ni sobre otras situaciones. Fue una historia real y aquí tenemos la versión dulcificada, quizás porque uno de los productores y guionistas es el hijo del verdadero Tony.


Es el retorno a la trama bonita donde el personaje considerado “menor” tiene gracia, talento y cualidades pero se le hace menos por la tradición y el sentido de superioridad supremacista y discriminadora: volvemos a los tiempos de ¿Sabes quién viene a cenar? (Kramer, 1967) donde el novio negrísimo de una chica blanquísima era una eminencia médica, provocando la desazón inicial de los padres de la muchacha. La película destaca por las actuaciones: Viggo Mortensen, gordo y descuidado, da vida al pedestre chofer que va dándose cuenta del valor de su empleador hasta que llega a la admiración. Por su parte, Mahershala Ali, excelente en otras películas, aquí se desborda y sobreactúa como afroamericano de clase y posición que se da cuenta de su inestabilidad emocional por no saber cómo manejar la fascinación que crea como artista al mismo tiempo que la negación vivida por motivo de su raza. Mención aparte merece la simpática Linda Cardellini como la esposa sumisa pero comprensiva de Tony.

Por esto la cinta atrapa al espectador habituado al mensaje obvio, predigerido, pero termina siendo otra pieza chantajista y repetitiva, alejada de, por ejemplo, El infiltrado del KKKlan, donde la finalidad era derrotar y humillar al feroz y dogmático defensor de su raza: aquí está presente la lástima. Tal vez por los odios que han proliferado en los Estados Unidos en los dos últimos años sea el motivo de que se busquen este tipo de temas para hacer comprender que todos somos seres humanos y se debe buscar la convivencia. Esto es lo que otorga premios sin pensar que es tema de moda, edificante pero engañoso, sobre todo con un director tan superficial y presuntuoso como Farrelly.