GUERRA FRÍA
(Zimna wojna)2018. Dir. Pawel Pawlikowski.
Luego de su fría y sobrevalorada Ida (2013), el realizador
polaco Pawlikowski repite el blanco y negro pero cambia totalmente de tono.
Ahora tenemos una historia romántica que cae en el absurdo, en lo imposible,
porque sus personajes están irremediablemente enamorados y ellos mismos se ponen
obstáculos para la continuidad de su pasión. Wiktor (Tomasz Kot) y Zula (Joanna
Kulig) se conocen en 1949 cuando el primero, músico, investiga junto con Irena
(Agata Kulesza), melodías populares de la campiña polaca para seleccionar la
música que acompañará a los bailarines de su proyecto “Mazurca” cuya finalidad
es crear una compañía de ballet folklórico que pueda girar dentro de los países
del bloque socialista. Zula atrapa al músico, sobre todo cuando se entera que
hay una leyenda detrás de la joven: mató a su padre y se encuentra con una
condena pendiente. Sus amores son ocultos pero plenos al grado que Zula le
confiesa a Wiktor que ella se ha tornado en su vigilante para el administrador
de la compañía quien es fiel seguidor del régimen y sospecha de él. Pasa el
tiempo y la compañía se va consolidando. Inician las limitaciones cuando les
exigen que haya un número que alabe al sistema soviético y al líder Stalin.
Wiktor no está de acuerdo pero debe de alinearse. Más adelante, en una gira a
Berlín Oriental, le propone a Zula que escapen hacia la parte occidental y de
ahí hasta París. Se ponen de acuerdo pero a la hora de partir, Zula no acude a
la cita. Wiktor huye solo. De esta manera continúa una serie de encuentros y
desencuentros a través de los años y que llevará a la acción desde Polonia
hasta Paris, Yugoslavia y nuevamente al punto de partida.
El título de la cinta se va por dos sentidos: por un lado, la
trama ocurre de 1949 hasta 1964, los momentos más álgidos de las tensiones
entre la cortina de hierro y el llamado imperialismo norteamericano por el
estado socialista, lo que fue una verdadera guerra fría. Por otra parte, la
relación de Zula y Wiktor alterna emocionalmente esa guerra y se torna metáfora
gracias a las contradicciones entre estos seres que se aman pero insisten en
destruirse porque cada uno valora su realidad de manera distinta: Zula vive conforme,
dentro de las limitaciones, en su trabajo y en el tipo de existencia que lleva.
Wiktor no puede sentir una libertad creativa ni personal ante las exigencias
impuestas por su país. No obstante, el sentimiento amoroso prevalece y lleva a
cada personaje a irse alejando, uno del otro, de las maneras menos
convencionales, provocando como consecuencia su misma búsqueda saltando
obstáculos ya vividos, volviendo a empezar otra vez. Esta es la mayor cualidad
de una cinta donde el realizador rindió homenaje indirecto a sus padres quienes
experimentaron esta situación en la vida real. Se siente más honesto el enfoque
y crítica a personajes que sobrellevaban realidades que no les eran afines. No
puede contarse más. Una de las muy buenas opciones de esta Muestra
Internacional de Cine que, afortunadamente, continuará exhibiéndose en la
Cineteca Nuevo León.