ATENTADO EN EL ESTADIO
(Final Score)2018. Dir. Scott Mann.
El tema de una amenaza mortal contra los asistentes a un
estadio ha sido el punto principal en varias películas dirigidas por excelentes cineastas. En
1977 Domingo negro dirigida por John
Frankenheimer, narraba el pretendido ataque por el grupo terrorista Septiembre
Negro a los Estados Unidos durante el juego de Superbowl (por este motivo fue
prohibida en México: podría dar ideas a quienes quisieran atacar al Estadio
Azteca, por ejemplo, ¡y esto fue en serio!). En 1995 Muerte súbita dirigida por el siempre subestimado Peter Hyams, donde
el vicepresidente de Estados Unidos era secuestrado por un maleante durante un
importante juego de Hockey, amenazando con volar el estadio. En ambos casos estaba
casualmente un personaje clave, capaz de enfrentar a los villanos y lograr
salvar la situación, como pasaba en la deliciosa serie de Duro de matar (1988 – 2013) con héroe infiltrado dentro de un
espacio cerrado que servía para propiciar la esperanza. Este asunto tiene una
nueva lectura en la reciente Atentado en
el estadio que ocurre en Londres, durante un juego de británicos contra
rusos.
Knox (Dave Bautista) visita cada año a la viuda de un amigo
suyo que murió en batalla y de lo cual se siente culpable. Al traer ahora dos
boletos para un juego de soccer, Knox invita a Danni, la hija adolescente de
este amigo. Con camuflaje, un grupo de rebeldes rusos capitaneados por Arkady
(Ray Stevenson) entran al estadio, se apoderan del cuarto de seguridad, así
como de toda comunicación interna y para el exterior, colocan cien cargas de
explosivos en un ala del estadio y solicitan que se les entregue al hermano de
Arkady, o sea Dimitri (Pierce Brosnan, en actuación corta y especial) del cual
saben que asistiría a dicho juego. Un prólogo nos ha mostrado que en 2001, los
hermanos Arkady y Dimitri fueron los líderes de una revuelta revolucionaria. Al
notar que ya había muchos muertos sin posibilidad de triunfo, Dimitri desistió
de sus fines por lo que fue asesinado y su hermano puesto en prisión. Arkady ha
descubierto que Dimitri no murió sino que pactó con el gobierno británico para
conseguir asilo. Ahora viene en su búsqueda.
A partir de esta sinopsis se continua con amenazas,
enfrentamientos, requerimientos que serán la parte que proporcione suspenso al
espectador aparte de jugar con sus emociones. Ya sabemos muy bien que no habrá
gran originalidad en lo que va a acontecer sino en cómo nos lo van a narrar,
además de la consiguiente y obligatoria lección moral. También es de sobra
conocido que estos argumentos no apelan al sentido común ni a la realidad
absoluta: se manipula a la acción, se apoya en efectos especiales, se crean
personajes extremos que viven en la maldad absoluta, sin piedad, contra los seres
nobles que creen en la humanidad y en la obligación del sacrificio absoluto
para redmirla. Si no se utilizara al cine como medio para crear aventuras
maravillosas a través de la imagen (como pasa con la lectura usando la
imaginación), sería aburrido y decepcionante librarse de estas oportunidades
para modificar al mundo y nuestras realidades.
Dimitri ha cambiado su rostro por medio de cirugías
plásticas por lo que el reconocimiento facial a través de computadora no ofrece
resultado. Entra en acción el inesperado fortachón que se ha enterado de las
sangrientas intenciones del villano mientras buscaba a la adolescente que se le
ha perdido por lo que se mezclarán dos historias de búsqueda y protección:
ambos casos sobre familia. Arkady busca a un líder fracasado que prefiere su
sacrificio a producir más muertes inútiles. Knox requiere salvar a la hija del
hombre que murió por su responsabilidad personal para evitar otra muerte sin
sentido. En el trayecto, habrá aprendizajes personales que le ofrecen al
espectador razones de peso para seguir creyendo en la humanidad.
El simpático Amit Shah como ayudante
involuntario del fortachón Bautista
Un ritmo subyugante donde el héroe muestra también
limitaciones y vulnerabilidad. Dentro de las incongruencias de espacio y
tiempo, el espectador se sumerge en el vértigo de las situaciones porque,
saliéndose de estas coordenadas, las reacciones y las soluciones se sienten
correctas aunque en un mundo real no podrían ser perpetradas de esta manera.
Dave Bautista posee la simpatía de un Dwayne Johnson o Van Damme, con su tosca
y gruesa figura, ahora como estelar solitario en lugar de acompañarse por los Guardianes de la galaxia. El
extraordinario irlandés Stevenson se ha vuelto villano por antonomasia aunque
siempre distinto y versátil. Hay un personaje secundario que ofrece humor y soporte
a la acción: el joven asistente Faisal interpretado por un gracioso Amit Shah
(a quien hemos visto en Un viaje de diez metros).
Aparte, la película cumple con esa delicia para todo espectador apasionado: los
villanos sufren y reciben su merecido antes de morir, para exorcizar todos los
demonios de la realidad en que vivimos. Diversión magnífica.
Bautista, Brosnan y Stevenson
Pierce Brosnan con el director Scott Mann