UN ASUNTO DE
FAMILIA
(Manbiki
kazoku / Shoplifters)2018. Dir. Hirokazu Kore-eda
Con esta película, el realizador Kore-eda vuelve al tema que
más disfruta y que ha permitido el reconocimiento de su carrera excepcional. De
manera sublime y discreta, la cinta nos habla de una familia peculiar donde cada miembro desarrolla algún tipo de
trabajo, pero complementan sus ingresos con robos a tiendas, sustrayendo
objetos en sus empleos, realizando pequeños fraudes. Una noche de frío, Osamu
viene con el jovencito Shota rumbo a casa, cuando se dan cuenta que una niña
pequeña se encuentra afuera de su departamento, descuidada por sus padres. La
llevan a su hogar, un lugar pequeño donde todo está amontonado, para que
Nobuyo, su mujer, le exija que la devuelva porque ya no hay espacio ni pueden
aceptar a nadie más. Al ir junto con Osamu para cumplir esta orden, se da
cuenta que los padres de la niña, a la cual llaman Lin, discuten y se reprochan
haberla tenido porque se han dado cuenta de su desaparición. Osamu y Nobuyo
deciden volver con ella. Además de los mencionados, en la casa se encuentra la
abuela Hatsue y la que parece ser hermana de Nobuyo, Aki. La queja inicial de
Nobuyo toma un camino opuesto y se empieza a preocupar de Lin. Con el paso del
tiempo, Lin se integra a los robos de hombre y jovencito.
Kore-eda no da pistas. Uno tiene que imaginar la situación de
estas personas. Osamu quiere que Shota le llame “papá” cuando uno ha pensado
siempre que esa es la relación entre ambos. Nobuyo y Osamu están unidos por una
pasión todavía ardiente. Aki trabaja en una casa de sexo donde se desnuda ante
espectadores que están detrás de vidrios ahumados. Shota es un preadolescente
que empieza a fijarse en senos y curvas de las mujeres. La abuela recoge una
pensión de su marido y va a jugar al popular Pachinko donde hurta algunas de
las bolas metálicas. Osamu trabaja en la construcción pero sufre un accidente
por lo que permanece en casa. Nobuyo es empleada de una lavandería. Quien solamente
sale de casa es Shota para realizar sus hurtos, a veces acompañado de Osamu y ahora
de Lin.
El cine de Kore-eda rinde tributo a otros grandes del cine
japonés de antaño: la mirada a nivel de Ozu o los dramas personales de Naruse.
La cinta resulta, por lo tanto, algo estática en cuanto no sucede nada
espectacular en sus primeros dos tercios, sino que todos los sentimientos y
emociones no se hallan a flor de piel, sino ocultos en los corazones. Es casi
al final, cuando llega un hecho que desenlazará la realidad de este conjunto de individuos que se considera una familia, donde el espectador irá dándose cuenta
de la verdad detrás de sus personas y relaciones. Kore-eda ha sabido construir
su narración a través de pequeños hechos inmorales que se tornan naturales para
estos seres a los cuales el destino ha reunido. No puede revelarse el final de
la cinta, ni las explicaciones pertinentes, pero resulta impactante y llega a
romper el corazón, más que nada por la sorpresa, por la idea de solidaridad y convivencia
que puede darse dentro de un grupo alejado de la “buena” sociedad e inmerso en
otra forma de ver la vida. Kore-eda deslumbra en esta cinta donde todo es apariencia: cada película suya es cada vez
mejor y sus argumentos confirman que, aunque todo se ha dicho, siempre habrá
formas distintas para seguir expresándolas. Alejada de toda convención y
mostrando otra cara de la miseria, nunca llega al tremendismo ni a la histeria. Las películas de este maestro japonés quedan en la memoria: luego de haberlas visto vuelven con fuerza, se tornan entrañables y nos damos cuenta que son tan universales para este mundo en que vivimos. No es exageración: una verdadera obra maestra.
El maestro Hirokazu Kore-eda,
con la merecida Palma de Oro
ganada en Cannes 2018.