EL MISTERIO DE SILVER LAKE
(Under the Silver Lake)2018. Dir. David Robert Mitchell.
Sam (Andrew Garfield) es un joven desempleado que vive en un
complejo de departamento en el este de Los Ángeles. Con sus binoculares espía a
sus vecinos y cierto día se fija en una rubia, Sarah (Riley Keough), recién
llegada al lugar, mientras se mete a la alberca. Se conocen luego de que ella
se da cuenta que la observa y hasta lo invita a drogarse y ver juntos Cómo
pescar un millonario. Sin embargo, al día siguiente, ella desaparece: se ha
mudado durante la noche sin dejar nada más que una caja con objetos y una
fotografía de la cual se apodera Sam. Obsesionado, empieza una búsqueda
personal que lo lleva a diferentes lugares de la neocultura pop de la ciudad, a
conocer al creador de un zine de historieta que habla de las leyendas
urbanas, a relacionarse con personas que pertenecen al mundo de la prostitución,
del espectáculo independiente, del vagabundeo y hasta de la clase alta e
involucrarse con crímenes y suicidios.
Tercera cinta del realizador de Está detrás de ti (It
Follows, 2014), que fuera un gran éxito en su momento dentro del cine de terror,
pero que se aparta radicalmente de género y atmósfera. Es una variante
posmoderna y muy contemporánea del cinema noir junto con el desencanto
de la juventud actual que vive solitaria y aislada por la tecnología o las
tendencias populares dentro del arte (música, literatura) con escasos contactos
humanos ya sean sexuales o intelectuales. La película posee una atmósfera construida
alrededor de numerosas referencias cinematográficas (que demuestran las
admiraciones cinéfilas de su realizador) ya sea por los carteles de viejas
películas que adornan el departamento de Sam, las imágenes de varias cintas en
vídeo, las actitudes de personajes o los espacios que ofrecen la nostalgia
retro alrededor de una clase media social compuesta por jóvenes.
La cinta tiene una larga duración (140 minutos) y, en
realidad, no pasan grandes cosas. Aparecen y desaparecen muchos personajes
secundarios que nunca llegan a sentirse elaborados pero que se justifican
dentro de esa existencia tan ligera y solitaria de Sam quien entra en la
criptografía, en la discusión sobre los mensajes subliminales que nos dominan o
que son manejados por una clase superior que se encuentra por encima de las
grandes masas habitacionales. Hay un asesino de perros que ofrece otra
sensación de misterio pero que se queda en mera pista alrededor de las
desapariciones humanas. Igualmente, a Sam le rodea el suicidio (desde una
ardilla que cae de lo alto de un árbol hasta el creador de la historieta que
recupera viejos mitos sociales).
Y sin embargo, la cinta se reduce más a la mirada de Sam
como homenaje indirecto a Hitchcock (cuyo nombre aparece en una lápida)
y su La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) de la cual hay un cartel
enmarcado en la recámara de Sam. Los binoculares que ven a una Sarah con pose
de Marilyn Monroe en su inacabada, última cinta (Something’s Got to Give, Cukor, 1962) a la vecina que siempre se encuentra con los senos al aire mientras
limpia su casa y balcón, o los asistentes a la exhibición de una cinta al aire
libre en un cementerio angelino o los parroquianos de un club cuyas mesas son
lápidas con nombres de estrellas famosas (Elsa Lanchester, por ejemplo). O la
visión por una videollamada de la mujer anhelada para que todo llegue a un
cierre personal, a un cambio de vida, a la continuidad del tedio aunque desde
otra perspectiva
La cinta también ofrece ecos de David Lynch y Paul Thomas Anderson sin
que Mitchell quiera emularlos, simplemente recordarlos. Una cantante con voz común
y monótona recrea una versión decadente del tema de Al maestro con cariño (To
Sir with Love, Clavell, 1967) como indirecta ligazón a la música de Terciopelo azul (Blue Velvet, Lynch, 1986). Los misterios alrededor de la
desaparición de Sarah llevan a Sam a lugares insólitos e inesperados como
pasaba con el detective pirado de Vicio propio (Inherent Vice, Anderson, 2014) quien también buscaba en su caso a
la novia perdida.
Andrew Garfield, estupendo actor que puede mostrar el tormento personal
sin caer en la exageración ni el patetismo, aquí aparece desinhibido,
obsesionado sin apasionamiento, sensual y desnudo aparte de masturbatorio, con
esa personalidad única que mezcla su juventud con el anuncio de lo que será una
madurez peculiar tanto en físico como actitud. Riley Keough, aunque aparece
poco, posee el carisma de su madre (Lisa Marie Presley) y su abuela (Priscila
Presley) además de ofrecer una actuación camaleónica en otro rol distinto a los
que ha mostrado en el pasado.
La cinta no es sencilla porque mezcla leyendas urbanas, asesinos
seriales, mundos de droga y libertinaje, códigos y mensajes secretos,
personajes crípticos, que no da lugar a una conclusión convencional para el
espectador. Merece una nueva visión para volver a capturar situaciones, frases
o palabras, pero no es importante. Pertenece al grupo de películas que se gozan
por su estructura y su entorno, su poder visual y el magnetismo de su elenco.
Seguramente se tornará en cinta de culto y Mitchell, luego de esta cinta (que compitió en Cannes del año pasado) y su anterior esfuerzo de terror, es alguien al cual debe tenerse en consideración.