miércoles, 19 de junio de 2019

LA MIRADA OBSESIVA DE SAM


EL MISTERIO DE SILVER LAKE
(Under the Silver Lake)
2018. Dir. David Robert Mitchell.
         Sam (Andrew Garfield) es un joven desempleado que vive en un complejo de departamento en el este de Los Ángeles. Con sus binoculares espía a sus vecinos y cierto día se fija en una rubia, Sarah (Riley Keough), recién llegada al lugar, mientras se mete a la alberca. Se conocen luego de que ella se da cuenta que la observa y hasta lo invita a drogarse y ver juntos Cómo pescar un millonario. Sin embargo, al día siguiente, ella desaparece: se ha mudado durante la noche sin dejar nada más que una caja con objetos y una fotografía de la cual se apodera Sam. Obsesionado, empieza una búsqueda personal que lo lleva a diferentes lugares de la neocultura pop de la ciudad, a conocer al creador de un zine de historieta que habla de las leyendas urbanas, a relacionarse con personas que pertenecen al mundo de la prostitución, del espectáculo independiente, del vagabundeo y hasta de la clase alta e involucrarse con crímenes y suicidios. 
         Tercera cinta del realizador de Está detrás de ti (It Follows, 2014), que fuera un gran éxito en su momento dentro del cine de terror, pero que se aparta radicalmente de género y atmósfera. Es una variante posmoderna y muy contemporánea del cinema noir junto con el desencanto de la juventud actual que vive solitaria y aislada por la tecnología o las tendencias populares dentro del arte (música, literatura) con escasos contactos humanos ya sean sexuales o intelectuales. La película posee una atmósfera construida alrededor de numerosas referencias cinematográficas (que demuestran las admiraciones cinéfilas de su realizador) ya sea por los carteles de viejas películas que adornan el departamento de Sam, las imágenes de varias cintas en vídeo, las actitudes de personajes o los espacios que ofrecen la nostalgia retro alrededor de una clase media social compuesta por jóvenes.
         La cinta tiene una larga duración (140 minutos) y, en realidad, no pasan grandes cosas. Aparecen y desaparecen muchos personajes secundarios que nunca llegan a sentirse elaborados pero que se justifican dentro de esa existencia tan ligera y solitaria de Sam quien entra en la criptografía, en la discusión sobre los mensajes subliminales que nos dominan o que son manejados por una clase superior que se encuentra por encima de las grandes masas habitacionales. Hay un asesino de perros que ofrece otra sensación de misterio pero que se queda en mera pista alrededor de las desapariciones humanas. Igualmente, a Sam le rodea el suicidio (desde una ardilla que cae de lo alto de un árbol hasta el creador de la historieta que recupera viejos mitos sociales).
         Y sin embargo, la cinta se reduce más a la mirada de Sam como homenaje indirecto a Hitchcock (cuyo nombre aparece en una lápida) y su La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) de la cual hay un cartel enmarcado en la recámara de Sam. Los binoculares que ven a una Sarah con pose de Marilyn Monroe en su inacabada, última cinta (Something’s Got to Give, Cukor, 1962) a la vecina que siempre se encuentra con los senos al aire mientras limpia su casa y balcón, o los asistentes a la exhibición de una cinta al aire libre en un cementerio angelino o los parroquianos de un club cuyas mesas son lápidas con nombres de estrellas famosas (Elsa Lanchester, por ejemplo). O la visión por una videollamada de la mujer anhelada para que todo llegue a un cierre personal, a un cambio de vida, a la continuidad del tedio aunque desde otra perspectiva
La cinta también ofrece ecos de David Lynch y Paul Thomas Anderson sin que Mitchell quiera emularlos, simplemente recordarlos. Una cantante con voz común y monótona recrea una versión decadente del tema de Al maestro con cariño (To Sir with Love, Clavell, 1967) como indirecta ligazón a la música de Terciopelo azul (Blue Velvet, Lynch, 1986). Los misterios alrededor de la desaparición de Sarah llevan a Sam a lugares insólitos e inesperados como pasaba con el detective pirado de Vicio propio (Inherent Vice, Anderson, 2014) quien también buscaba en su caso a la novia perdida.
Andrew Garfield, estupendo actor que puede mostrar el tormento personal sin caer en la exageración ni el patetismo, aquí aparece desinhibido, obsesionado sin apasionamiento, sensual y desnudo aparte de masturbatorio, con esa personalidad única que mezcla su juventud con el anuncio de lo que será una madurez peculiar tanto en físico como actitud. Riley Keough, aunque aparece poco, posee el carisma de su madre (Lisa Marie Presley) y su abuela (Priscila Presley) además de ofrecer una actuación camaleónica en otro rol distinto a los que ha mostrado en el pasado.
La cinta no es sencilla porque mezcla leyendas urbanas, asesinos seriales, mundos de droga y libertinaje, códigos y mensajes secretos, personajes crípticos, que no da lugar a una conclusión convencional para el espectador. Merece una nueva visión para volver a capturar situaciones, frases o palabras, pero no es importante. Pertenece al grupo de películas que se gozan por su estructura y su entorno, su poder visual y el magnetismo de su elenco. Seguramente se tornará en cinta de culto y Mitchell, luego de esta cinta (que compitió en Cannes del año pasado) y su anterior esfuerzo de terror, es alguien al cual debe tenerse en consideración.