MA
2019. Dir. Tate Taylor.
Sue Ann (Octavia Spencer, carismática pero aquí tenebrosa)
ayuda a unos adolescentes comprándoles las bebidas que ellos no pueden adquirir
directamente al ser menores de edad. Luego, los delata a la policía que los encuentra
donde estaban bebiendo y fumando mariguana. Sue Ann los busca otra vez pero en
esta ocasión los invita a ir al sótano de su casa que se encuentra alejada del
centro del pueblo donde viven. Las reglas que les impone es no expresar
palabrotas ni subir hacia el interior de su casa. Previamente los ha
identificado y en secuencias que se van al pasado, el espectador se da cuenta
que estos jóvenes son descendientes de quienes la humillaron en sus tiempos de
estudiante. Paulatinamente, el odio contenido da rienda suelta a la violencia y
al ajuste de cuentas.
Sue Ann como anfitriona de adolescentes
Estamos ante una variante de Carrie: extraño
presentimiento (De Palma, 1976) aunque en este caso toma más de veinte años
llegar a las consecuencias fatales. En lugar de una burla pública con sangre de
marrano, ahora tenemos una infame y truculenta iniciación sexual con el joven
amado. Vivimos otra lectura de los rencores guardados desde el acoso cruel de
la adolescencia que deben estallar acorde con la vehemencia pasional. En otros
casos habría perdón y olvido: para Sue Ann ha sido la gran prórroga del
castigo. En el momento en que Sue Ann
identifica al barbilindo Andy (Corey Fogelmanis) como hijo de un viejo
compañero de escuela, se detona el ayer, el momento terrible. Si siempre ha
estado latente el deseo de venganza, ahora es cuando ejercerla. Las culpas
de los padres las pagan los hijos como expresa la cita bíblica en el libro
del profeta Ezequiel, aunque negándola: el padre que ha pecado es quien debe pagar.
Maggie y Haley enfrentando a Sue Ann
Los jóvenes Chaz y Andy
La cinta se va narrando con fluidez. La trama gira alrededor
de Maggie (Diana Silvers) quien ha retornado junto con su madre Erica (Juliette
Lewis), mujer que ha vivido realizando siempre vuelcos en su vida, al pueblo
natal. Su primer día en la nueva preparatoria le permite ayudar a una compañera
de color, en silla de ruedas, además de conocer a un grupo de chicos hermosos y
populares que la invitan a divertirse con ellos. Así conocen a Sue Ann para que
el espectador vaya adentrándose en motivaciones y precedentes. Todo se cuenta
con calma y la tensión se va construyendo en etapas. Apenas en la primera
fiesta que organiza la mujer en su sótano, donde todos comienzan a llamarla
“Ma” amenaza con una pistola a Chaz (Gianni Paolo), el rubio pretendiente de
Haley (McKaley Miller), la otra joven del grupo de amigos, al cual obliga a
desnudarse para luego expresar a carcajadas que todo ha sido una broma, una
manera de romper el hielo, lo que deja sentimientos ambiguos entre los jóvenes.
Igualmente vamos conociendo indirectamente a los otros
compañeros de Sue Ann: al padre de Andy, Ben (Luke Evans) quien fuera el amor
imposible de la mujer durante el paso por la secundaria, así como a su nueva
pareja, otra antigua compañera Mercedes (Missi Pyle). La madre de Maggie también
formó parte de los compañeros acosadores, excedidos en su broma. También nos
damos cuenta de la vida cotidiana de Sue Ann: una jefa exigente y abusiva, la
veterinaria Brooks (una irreconocible Allison Janney con peluca gris) en su
trabajo, aparte de una casa nítida pero con extrañas estructuras que semejan
jaulas porque Sue Ann también guarda un secreto.
Cuando el odio da lugar
a violencia y locura
Producida por BlumHouse que se ha distinguido con cintas de
terror y violencia dirigidas principalmente a un público juvenil, además de ser
dirigida por Tate Taylor, un realizador impersonal cuya obra se distingue
acorde con la temática que predica como sucedió con la exitosa Historias cruzadas (The
Help, 2011) o la fallida La chica del tren (The Girl on the Train, 2016),
pero que su gran cualidad es el buen ritmo y los grandes repartos: en este
caso, Spencer, Juliette Lewis, Luke Evans, Janney, además del acertado grupo de
actores incipientes que exudan juventud y vulnerabilidad.
Sue Ann haciendo que los hijos
paguen los pecados de su padre
La cinta quiere
concientizar sobre los abusos y las consecuencias inesperadas que pueden traer
consigo. Por otro lado, posee el mensaje oculto contra el uso de drogas y la afición
alcohólica. Paradójicamente, toda la humillación que se le procuró a Sue Ann en
su adolescencia vuelve ahora a repetirse en la edad adulta como corolario a la
máxima de que la violencia solamente genera violencia. Lo que debe
destacarse es que se realza al amor apasionado; a los sentimientos que siempre
permanecen cuando uno se imagina lo que hubiera podido ser; a la ilusión de que
el tiempo haya cambiado las cosas y luego destrozarla con la realidad de que no ha podido suceder. Al menos, ante la cercanía de la muerte, queda la satisfacción de
besar unos labios fríos y posarse, como atribulada y atormentada Julieta, al
lado de su Romeo, padre que ha pagado su pecado.
El director Tate Taylor al centro
al lado de su actriz preferida y coproductora
de la película, Octavia Spencer.