sábado, 25 de septiembre de 2010

CULPA Y EXPIACIÓN


SED DE SANGRE
(Thirst / Bakjwi)
2009, Corea del Sur. Dir. Park Chan-Wook.


Al terminar esta película, comienzan a descubrirse los créditos generales de la misma. Uno se sorprende, por ignorante y desmemoriado, cuando lee que la trama está inspirada en la novela naturalista “Thérèse Raquin” de Emile Zolá. Y es que luego de haber visto la historia de un cura católico cuyo sometimiento voluntario a un experimento médico le produce la muerte para resucitar como vampiro y vivir, por lo tanto, otro tipo de apasionada existencia, aunque dividida con la carga ético-moral de su sacramento y las necesidades de su nueva condición inhumana, al lado de una mujer rencorosa y fatua a la cual convierte en su pareja, no hacemos hincapié en el génesis de su relación y la pasión desbordante que lleva a tomar una final decisión.

La trama, fuera de la creación accidental del vampiro, sigue fielmente a la novela francesa. Un reencuentro del sacerdote Sang-hyeon con quien fuera su amigo de infancia, el enfermizo y frágil Kang-woo, ahora casado con la mujer que protegió su madre desde que era niña, Tae-ju, provoca que renazcan viejos sentimientos. Tae-ju vive frustrada porque su marido es débil y no la satisface en la cama. Sang-hyeon llega en el momento adecuado para dar rienda suelta a su pasión. La mujer se provoca heridas que el sacerdote descubre en sus piernas cuando van a hacer el amor y ella las atribuye a un sádico marido. Ambos deciden eliminarlo.

Ahora, recapitulando imágenes de la cinta, cae uno en la cuenta de que escenas aparentemente exageradas (aunque adecuadas para el ámbito fantástico, de terror) son los equivalentes visuales de las descripciones que Zolá realiza en su novela (a la cual revisé para escribir este comentario):

“El artista se dio media vuelta con brusquedad y se encontró cara a cara con Teresa. Se estuvieron mirando durante unos segundos. Luego, con violento ademán, Laurent se inclinó y apretó a la joven contra su pecho. Le echó hacia atrás la cabeza, aplastándole la boca con la suya. Ella reaccionó con rebeldía salvaje, arrebatada; y, de pronto, se entregó, dejándose resbalar hasta el suelo. No cruzaron ni una palabra. El acto fue silencioso y brutal”.

No ocurre de tal manera en la cinta, pero claro que los encuentros iniciales, sensuales, de ambos personajes, los llevan a volar por los cielos, a romper un lavabo de baño y tirar la cubierta trasera de un sanitario. Por supuesto que hay besos apasionados y roces de pieles. Son los matices pasionales, los equivalentes visuales y metafóricos de una trama tan vieja como la vida misma, el mejor cine de amor loco o la vulgaridad rampante de las telenovelas.

Tae-ju y Sang-hyeon planean la muerte del esposo y amigo. En ambos traerá el remordimiento y la carga pesada (literalmente) del recuerdo. Las dificultades de la relación llevan a la conversión de la mujer en vampiro cuando muere durante una confrontación y éste la resucita con su sangre para que ambos puedan compartir la eternidad. Y las cosas siguen cambiando, la trama continua adelante, pero eso ya será cuestión de su propio descubrimiento como espectadores.

Es el personaje de un sacerdote católico que debe colocar al amor, su conciencia de tiempo que llevará a una segura soledad, antes de los principios morales, los mandamientos eclesiásticos, la santidad del sacramento, lo que asombra de esta cinta para el establecimiento de una perversión necesaria. Su variable como vampiro es que no mata inocentes: bebe la sangre de pacientes en coma del hospital donde rinde servicios voluntarios. Cuando la mujer lo lleva por caminos impensados, el hombre imagina un panorama normal e ingenuo; ella no tiene escrúpulos ni cree en una vida más allá de la muerte.

Los temas principales de pasión, culpa, expiación, aunados con las consideraciones morales del personaje principal son los elementos magnéticos de esta cinta extrema y extraordinaria. Park Chan-wook es un realizador que transforma una vieja novela del siglo XIX en fuente de motivación para dar rienda suelta a sus propias obsesiones, ya mostradas en cintas como Oldboy, por lo que despierta nuestra admiración por su sensibilidad, talento e imaginación.

En la función que me tocó disfrutar había varias parejas que reían de algunas cuestiones porque se quedaban en la anécdota y su representación directa. Craso error que le invito a no cometer cuando vaya a ver esta asombrosa película. Y lea la novela de Zolá que se puede encontrar fácilmente por la red.