miércoles, 15 de septiembre de 2010

LA DULCE CURSILERÍA



EL ENCANTO DEL ERIZO
(Le Hérisson)
2009. Dir. Mona Achache.



Paloma (Garance Le Guillermic) tiene once años. Una niña precoz que filma una videopelícula que dejará como testamento ya que dentro de cinco meses se suicidará. Vive en un lujoso departamento en el edificio con varios pisos que administra y cuida la conserje Renée (Josiane Balasko), una mujer solitaria, viuda, letrada, quien vive con un gato gordo y flojo. Ha muerto uno de los inquilinos y se ha mudado un japonés acomodado, el Sr. Ozu (Togo Igawa) quien comienza a sentir afecto y atracción hacia la conserje.

Los personajes son frescos pero tan falsos que se notan construidos como seres de cuentos de hadas. Es posible pensar que en la Francia de primer mundo haya niñas tan brillantes e inteligentes como Paloma que cada noche roba una pastilla de ansiolíticos de la cómoda de su madre para preparar su inexplicable y anunciado suicidio, que son artistas naturales para el dibujo y la realización de tarjetas tridimensionales. Igualmente debe haber gordas conserjes que hayan sido brillantes alumnas de Liceo, lectoras voraces que pueden citar a Tolstoy y nombrar a su gato León para que alguien “pesque la trivia en el aire” y reciba una lujosa edición de “Anna Karenina”, , admiradoras del cine de Ozu que, casual y coincidentemente, será el apellido del caballero que ha llegado a vivir al edificio para compartir el vídeo de “Las hermanas Munekata” (Ozu, 1950). También otoñales señores orientales que son ricos, inteligentes, místicos, seductores caballerosos, con sus costumbres trasladadas a casa.

Usualmente, en cada Tour del Cine Francés aparece la película complaciente y cursi que fue muy taquillera, engañosa, manipuladora, para lograr que un público ingenuo y soñador se enganche con lo que se le está contando sin deseos de reflexión más que mero entretenimiento. Esta cinta tiene su encanto prefabricado. Uno disfruta de la cinta por razones laterales, pero sabe que está en el peor de los mundos posibles (al estilo de la deleznable “Amelie” o las vomitivas “Mi gran fiesta judía” o “¿Cambiamos pareja?” ). El reparto es excelente: Balasko

está perfecta como la gorda matrona que se va transformando; Garance

(bello nombre que nos recuerda a “Los hijos del paraíso”) es una niña talentosa; Igawa


tiene temperamento y presencia, pero todo termina siendo tan irredento y mal filmado como un accidente que sucede repentinamente para llegar a la última frase de la cinta que manda todo al traste pero explica sin limitaciones las altas ventas de la novela en que se basó y la “alegría” que inspira. No vale la pena continuar.