miércoles, 1 de septiembre de 2010

CHABROL RECIENTE

EL INSPECTOR BELLAMY
(Bellamy)
2008. Francia. Dir. Claude Chabrol.


Al final de esta obra maestra, Chabrol cita unos versos de W.H. Auden: “Siempre hay más de una historia; siempre hay más de lo que se mira” para decirle al espectador que acaba de ver una película con una trama quizás convencional pero siempre rodeada de pistas, homenajes, señales, efectos, que buscan su agudeza, la aceptación de tantos hechos como suceden en las vidas cotidianas aunque uno no se dé cuenta de ellos.

El Inspector Bellamy (Gérard Depardieu), popular y legendario (ha escrito sus memorias y es muy respetado por la sociedad) está de vacaciones en Nimes, en la casa familiar de su esposa Francoise (Marie Bunel), a la cual ama mucho y con quien lleva una relación apasionada. Llega un desconocido (Jacques Gamblin) que lo busca y quiere contarle su caso: provocó la muerte accidental de un tipo muy parecido físicamente a él, con la intención de apropiarse de un seguro de vida y escapar con su amante Nadia (Vahina Giocante). Ahora se esconde porque tiene remordimientos. Al mismo tiempo arriva el hermano menor del inspector, Jacques (Clovis Cornillac), que siempre ha vivido con una ambigüedad de sentimientos (amor, odio) hacia el gran personaje. Entre la investigación que efectúa Bellamy sobre el supuesto crimen y los problemas personales (aunado a recuerdos tristes) con su hermano, se presenta una trama que habla sobre todo aquello que rodea a la existencia: mentiras y posturas falsas; ética o adicción; placer o resentimientos.

La estructura de la cinta es circular: comienza con las consecuencias de un accidente automovilístico y termina con otro hecho semejante que une ambas historias que tocan al inspector y hacen renacer viejas pasiones o sentimientos. La película puede desconcertar a quienes desconozcan los antecedentes de un sobreviviente ejemplar de la Nueva Ola Francesa a quien ya no le importa establecer un crimen y simplemente resolverlo, como hacía poéticamente en sus inicios o en la década de los sesentas. Más allá del género (Chabrol fue admirador y rindió pleitesía y homenaje a Hitchcock en sus años de inicios), está la reflexión sobre lo que anima a nuestra existencia: cualquier hecho tiene una vuelta de tuerca o un rostro oculto. Más allá de la mirada, como dice el verso de Auden, hay extensiones y complementos: varias historias.
Por eso, Chabrol usa al cantautor Georges Brassens (a través de una de sus canciones, obviamente) para comentar sobre lo que está detrás de las pasiones. No es la mera solución del extraño accidente y de dos personajes que tenían un físico semejante aunque sus realidades fueran opuestas; tampoco es la mera queja de la autodestrucción del hermano menor. Bellamy tendrá que superar estas historias y la cinta, en realidad, comienza más allá de la palabra “fin”.

Depardieu aparece por primera vez en una cinta chabroliana e interpreta a un hombre equilibrado que disfruta de la vida pero se queja de sus tribulaciones. Clovis Cornillac, demuestra su calidad y buena presencia. El resto del reparto cumple con excelencia. Chabrol fue homenajeado en la penúltima Berlinale por sus cincuenta años en el cine (inició en 1958 con “El bello Sergio”, un retrato del fracasado). Afortunadamente, esta cinta es soberbia y viene a dar una esplendorosa coronación de aniversario. Sin embargo, hay que esperar más obra del lúcido Chabrol quien ha cumplido ochenta años en junio pasado. Todo un maestro y toda una cinta a su altura.